El predictómetro, edición 2025
Errores, aciertos y pifias este año
Cada año tengo por costumbre hacer un repaso a todas mis predicciones, grandes y pequeñas, que he ido haciendo en este boletín. Podéis encontrar las ediciones del 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024, con fortunas variadas. Como suelo repetir, una de las grandes verdades en política es que nadie sabe nada, y estos artículos son un buen recordatorio de que todo lo que leéis aquí y en cualquier otra publicación parecida deber ser tomado con escepticismo.
Así que, como repaso del año, toca hacer una sesión de pundit accountability, que diría Dave Weigel, y aceptar la inmensa falibilidad de la mente humana.
Antes de entrar en materia, sin embargo, permitidme repasar los artículos más leídos del año, y artículos que deberían leerse más.
Lo más leído este año:
Un mal acuerdo comercial, sobre el pacto de la UE con Trump sobre aranceles.
La palabra favorita del presidente, cuando Trump anunció su guerra comercial contra todos.
Hulk Hogan y el final de la democracia americana, sobre sexo, pleitos, y libertad de expresión, con cameo de Peter Thiel.
Trump era quien decía ser, sobre las maniobras autoritarias del presidente.
La idiotez es lo de menos, sobre eso de añadir a un periodista a un chat privado con mensajes secretos sobre operaciones militares.
Mis artículos favoritos del 2025:
En comparación al año pasado, creo que esta vez hay menos artículos que creo que valían la pena pero han pasado desapercibidos. Estos son mis favoritos:
El imperio insensato, sobre la naturaleza (y fin) de la hegemonía americana.
Twitter es el mundo real, sobre la realidad alternativa de muchas élites americanas, y La red social, sobre la radicalización de los oligarcas. El impacto de las redes no en el electorado en general, sino en la clase dirigente, es uno de los temas que merecen más atención los próximos años.
Tres patriotismos, sobre el “nuevo” nacionalismo republicano.
Un Papa americano, sobre la iglesia católica en Estados Unidos.
Nueva York y la estación imposible, sobre la reforma mil veces aplazada de Penn Station.
Racionalizando a Trump, la constatación de que este hombre no tiene un plan.
Las predicciones del 2025:
Sobre la naturaleza de la administración Trump
El destino, efectividad, y naturaleza de la administración Trump fueron la gran pregunta a finales del 2024 y principios del 2025. Básicamente, empezamos el año con tres incógnitas a resolver:
1. ¿Era Trump realmente un autoritario dispuesto a atacar los fundamentos constitucionales de Estados Unidos?
Durante la campaña presidencial del año pasado, una mis tesis principales es que cuando un político dice en voz alta una y otra vez que quiere ser un dictador, tiene ideas autoritarias y va a saltarse la constitución, hay que creerse lo que dice, porque los políticos no suelen defender ideas impopulares en voz alta.
Trump se pasó la campaña electoral prometiendo estas cosas, y efectivamente, ha resultado ser exactamente quien decía ser. Ha gobernado de espaldas al congreso, recortando programas y departamentos enteros por decreto, subiendo impuestos sin autorización alguna (léase aranceles) y utilizando el poder del estado para tomar represalias contra sus enemigos, reales o imaginarios. Su campaña de deportaciones masivas es indiscriminada (aunque aquí el congreso sí le ha financiado el proyecto), y sus planes de enviar tropas federales a ciudades que considera “desleales” es público y explícito. La administración lleva meses atacando abiertamente a universidades y medios de comunicación “woke”.
El éxito relativo de estas maniobras ha sido desigual, en parte porque hay algunas instituciones que han opuesto resistencia, en parte porque los tribunales son (a veces) funcionales, en parte porque la administración está llena de patanes. Pero creo que está claro, a estas alturas, que lo de “ser un dictador” no era una broma. Trump hablaba en serio.
2. ¿Peronismo o terapia de shock?
Durante la campaña, Trump convenció a dos grupos ideológicos antitéticos que era uno de los suyos. Por un lado persuadió a la derecha “populista” que su agenda económica iba a consistir en una especie de neo-peronismo con aranceles, industria pesada y gasto público, aderezada por una agresiva política anti-inmigración. Por otro, los tecno-bros de Silicon Valley creían que Trump les iba a dar desregulación sobre IA y criptomonedas a mansalva, una reducción colosal del gasto público y vía libre a un futuro donde los titanes de la industria dirigen los destinos del país.
Mi impresión era que estas dos agendas era básicamente incompatibles, y que Trump casi seguro estaba embaucando a ambos grupos. Trump no era un populista campeón de la clase obrera, y aparte de los aranceles (una obsesión que viene de lejos con él) su administración no haría nada relevante en esa dirección. Sí que iba a ser un republicano convencional eliminando regulaciones y bajando impuestos a los ricos.
Un año después, creo que más o menos he acertado. Trump ha sido mucho más obsequioso con la industria de las criptomonedas de lo que esperaba (aunque entonces no era consciente de lo mucho que sus hijos iban a meterse en ese “negocio”), pero poco más. Incluso con DOGE, que de entrada me pareció una filfa, creo que acabé acertando; Musk fue todo ruido y furia, pero sus intentos por reducir el gasto público han sido un colosal fracaso, con miles de despidos, un daño atroz al nivel de competencia del gobierno federal, y un recorte real de gasto casi insignificante. Sólo eliminaron un departamento, USAid, y con ello provocaron la muerte de cientos de miles de personas.
3. ¿Marcha hacia el desastre o lame duck?
Tras las elecciones, dibujé dos escenarios sobre las consecuencias de la administración Trump. En un extremo teníamos 1876; el ejecutivo, con la complicidad del congreso y del supremo, precipita una serie de cambios institucionales que acaban por redefinir la constitución de forma racista y autoritaria. En el lado opuesto, el carácter bizantino del gobierno americano, la estructura federal del país, la torpeza del presidente y la creciente impopularidad de sus propuestas acaban de provocar un cisma dentro de su partido hasta reducirlos a la impotencia.
Mi predicción era que veríamos una combinación de ambos escenarios, con Trump haciendo mucho daño de entrada, pero rápidamente topándose con problemas fuera de su control y errores propios que le dejarían débil, aunque todavía peligroso, hacia finales del 2025.
No andaba del todo errado, aunque debo reconocer que Trump fue mucho más agresivo de entrada de lo que esperaba, y la resistencia institucional dentro y fuera del gobierno fue a menudo mucho menor.
4. Lo que no esperaba
A pesar de haber escrito una y otra vez de la tremenda, persistente desvergüenza de Trump, la afición de esta gente a intentar sacar adelante medidas con excusas completamente espurias nunca deja de sorprenderme.
Un ejemplo: Trump odia la energía eólica y los molinos de viento. Los odia de forma completamente irracional, desde el día en que instalaron un parque eólico en las aguas frente uno de sus campos de golf en Escocia. Hace unos meses, la administración decidió bloquear por decreto cinco centrales eólicas ya en construcción en la costa este, una de ellas en Connecticut. El gobierno federal ya las había autorizado y habían cumplido todos los trámites, así que un juez les mandó educadamente a tomar viento.
Ayer mismo, el Departamento de Interior ordenó que las obras se detuvieran nuevamente, porque, según dicen, ponen en peligro la “seguridad nacional” al crear “interferencias en los radares”. Es más que probable que los estados y empresas implicadas vayan a los tribunales de nuevo y vuelvan a ganar, porque la legalidad de esta determinación es una completa fantasía. Pero el daño está hecho - las empresas implicadas perderán cientos de millones mientras los proyectos están detenidos, la inversión en el sector se secará por completo, y todo el mundo sabe que, ahora mismo, si tu proyecto no es del agrado del jefe, te van a coser a trámites y decretos hasta arruinarte.
La administración, además, está siendo mucho más corrupta de lo que me había imaginado. El nivel de compra de favores es escandaloso.
El tribunal supremo
Mis expectativas eran nulas. Mi teoría es que el supremo es un órgano político, y que, exceptuando violaciones absolutamente escandalosas de la constitución, iban a dar la razón a Trump en casi todos los temas.
Creo que aparte de la ciudadanía por nacimiento, que Trump quiere eliminar pero que es tan clara y obvia en el texto y jurisprudencia que no se atreverán a cambiarla, cualquier otro tema que llegue al alto tribunal terminará con una involución constitucional deprimente. No parece que estuviera equivocado.
El cierre del gobierno federal
Aquí creo que me equivoqué bastante.
Mi impresión inicial es que los demócratas estaban tomando una decisión correcta, aunque arriesgada, cuando apostaron por forzar un cierre del gobierno federal. Cuando dieron el paso, sin embargo, estaba convencido que su argumentación hacia el público era un error, y que perderían. El giro retórico resultó ser correcto, e impusieron su narrativa. Mi sensación es que todo esto iba a acabar con los republicanos eliminando el filibuster y aprobando los recortes en solitario, pero para mi sorpresa, los demócratas se rindieron.
Y, en contra de mi impresión inicial, es muy posible que esa fuera la mejor opción.
Leí toda la crisis de forma errónea, cosa que tiene cierto mérito.
El partido demócrata
Siguen faltos de líderes y sigue siendo tremendamente impopular, pero en contra de lo que esperaba, son capaces de ganar elecciones. La política americana está en un sitio tan extraño que tus propias bases y votantes pueden decir en todos los sondeos que tu partido es un desastre dirigido por inútiles y patanes, pero te votan igual, porque tu oponente es Donald Trump.
El “big beautiful bill”
Mi teoría es que el elefantiásico, enorme e increíblemente regresivo paquete presupuestario de Trump, la única ley relevante aprobada por el congreso este año, iba a ser aprobado tarde o temprano, aunque fuera a garrotazos, y que sería horriblemente impopular. Aquí sí acerté.
Epstein y el salón de banquetes
Mi impresión era que este proyecto de Trump era la clase de idiotez simbólica que termina por hacer daño a largo plazo al presidente. Creo que es temprano decirlo, pero no creo que andara del todo desencaminado.
Sobre Epstein, más o menos lo mismo. Este es un escándalo provocado por la misma derecha trumpiana, y todo apunta que les perseguirá durante meses.
Aranceles
Aquí hay varios temas que se solapan. Mi teoría de que Trump está genuinamente obsesionado con ellos y que no hay estrategia o racionalidad alguna más allá de “arancel bueno, comercio malo” creo que es esencialmente correcta.
El efecto real sobre la economía, sin embargo, está siendo mucho menor de lo que muchos esperaban, o menos inmediato. La economía americana, a pesar de los pesares, sigue creciendo, y el paro sigue siendo sólo un 4,6%. La inflación ha repuntado un poco, pero no mucho, y tiene tanto que ver con el enorme déficit público como con las barreras comerciales.
Lo que queda por ver es si son constitucionales. Una lectura de la ley y la constitución sugieren que la idea de que el presidente pueda imponer aranceles a su bola sin que el congreso pueda intervenir es completamente ilegal. Falta ver qué dice el supremo.
Resumiendo:
Más aciertos que errores este año, en gran medida porque creo que mi teoría inicial sobre quién era Trump era correcta. Debo reconocer que, al menos durante los primeros meses de mandato, sobreestimé bastante la competencia y capacidad de la administración para imponer su proyecto autoritario, pero mi teoría de que la fricción del sistema y su propia torpeza iba a debilitar al presidente no andaba desencaminada. Ahora mismo creo que estamos en un periodo de transición, y no estoy del todo seguro si la popularidad de Trump seguirá erosionándose lentamente y su partido dejándole de lado o si han tocado fondo.
Creo que lo primero es más probable, porque los republicanos no sólo están divididos, sino que tienen incentivos para dividirse, con muchos más pendientes de las midterms y primarias del 2028 que del presidente actual. Pero si algo sabemos es que Trump tiene un suelo de apoyo bastante alto, y que la presidencia tiene mucho poder.
Donde me he equivocado es con los demócratas, que han demostrado ser menos torpes de lo que esperaba. Siguen sin líderes y con la reputación por los suelos, pero han dado con un par de mensajes que funcionan (“affordability”, coste de la vida) y sus divisiones internas están casi bajo control. Las legislativas del año que viene pintan menos mal que antes.
Trump sigue siendo peligroso, por supuesto, y la capacidad de este tipo de hacer algo extremadamente estúpido (léase invadir Groenlandia o Venezuela) está ahí. Su vocación autoritaria no ha decaído. Esta administración está llena de tarados más extremistas que el propio presidente (que a menudo ni sabe lo que hacen), y son tan corruptos que el daño institucional a largo plazo será atroz.
Pero soy un poco menos pesimista que lo que era en enero. Es algo.
Pausa navideña:
Voy a estar de viaje estas navidades, visitando familia en Londres, así que no escribiré nada o casi nada hasta enero. A todos los que estáis suscritos, muchas, muchas gracias. Al resto de lectores también, pero os animo a que os apuntéis; casi todo lo que publico es en abierto, pero cada suscriptor activo justifica un poco más las horas que le dedico a escribir.
Felices fiestas a todos, y hasta el año que viene.









Como pequeña pifia, la foto no es del templo de Apolo, sino del de Atenea, que está al pie del santuario.