La inexplicable, persistente rendición demócrata
Convirtiendo victorias en derrotas de la forma más idiota posible
El viernes pasado, el partido demócrata iba camino a cerrar su mejor semana en años.
El partido se había impuesto de forma rotunda y decisiva en dos elecciones a gobernador. Tras más de un mes de cierre del gobierno federal, con los aeropuertos sumidos en el caos, la Casa Blanca está luchando inexplicablemente en los tribunales por mantener un programa contra el hambre que cubría a más de cuarenta millones de americanos cerrado y sin fondos, mientras se negaba a financiar ayudas para pagar seguros médicos a otros 20 millones largos de americanos. El presidente había dedicado su tiempo a construir un salón de banquetes, montar fiestas estilo el Gran Gatsby en Mar-a-Lago y dormirse en reuniones mientras su popularidad caía sin cesar. Los votantes no sólo estaban culpando a los republicanos, sino que además las divisiones entre Trump y el resto de su partido eran cada vez más visible.
Parecía cada vez más claro que el cierre del gobierno iba a terminar o bien con el GOP cediendo a alguna de las demandas de la oposición, o con un cambio de las reglas en el senado que les permitiera (o forzara) aprobar los recortes sin votos de la oposición. El partido demócrata había colocado a sus adversarios en una posición insostenible. Sólo tenían que esperar unos días más.
Rendiciones
Algo que, por desgracia, han sido incapaces de hacer. El domingo por la tarde, un grupito de senadores moderados decidió que era hora de llegar a un acuerdo. Los republicanos incluirán en el presupuesto protecciones contra el despido de empleados federales, prohibiendo a la administración echar a funcionarios en masa. También han prometido una votación posterior y separada sobre los subsidios que los demócratas querían preservar.

Tras un mes largo de cierre, con la opinión pública de su lado, con el presidente cada vez más vulnerable, han decidido sancionar los recortes y abandonar todas sus demandas sobre sanidad a cambio de una vaga promesa sobre despidos y que los funcionarios cobren el dinero que no han cobrado durante el cierre.
Una apuesta que había funcionado
El partido tomó un riesgo enorme con este cierre de gobierno. Cuando empezaron recordaréis que tenía muchas dudas de que fuera buena idea; aunque había un escenario posible en el que podían acabar acorralando al presidente políticamente, lo veía implausible.
Los demócratas, sin embargo, decidieron dar el paso, se la jugaron, y acabaron metiendo al GOP ante el dilema de aceptar sus demandas o cambiar las reglas del senado, eliminar el filibuster, y aprobar los recortes en solitario.
Y justo, justo, justo cuando han ganado, ocho patanes deciden rendirse y darle al GOP los votos para salvarles de la quema. Los recortes a la sanidad serán permanentes gracias al apoyo demócrata, los republicanos por supuesto van a tumbar cualquier intento de revertirlos, y es obvio para todo el mundo que la Casa Blanca se va a pasar cualquier “garantía” para proteger agencias por el forro. Llevan nueve meses saltándose la ley; otro papelito con letras diciendo cosas no cambiará nada.
Justo cuando la percepción de los votantes sobre los demócratas como un partido débil, pusilánime e incapaz de luchar por sus ideas estaba empezando a cambiar, y esta gente hace esto. ¿Por qué?
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