Hace unos días, tras ver a Mark Zuckerberg demasiadas veces en las noticias, me puse a ver de nuevo “The Social Network”, la película de David Fincher del 2010 sobre los orígenes de Facebook. Creo que no hay ninguna película de los últimos 25 años que haya envejecido mejor que esta. La escena inicial es justificadamente famosa, y me parece que captura, en apenas tres minutos, la época en la que nos ha tocado vivir:
"You are probably going to be a very successful computer person. But you're going to go through life thinking that girls don't like you because you're a nerd. And I want you to know, from the bottom of my heart, that that won't be true. It'll be because you're an asshole."
Tecnofascistas
Todo esto viene, por supuesto, por un puñado de decisiones recientes tanto de Mark Zuckerberg como de un puñado de multimillonarios de empresas tecnológicas estas últimas semanas, tanto antes como después de la victoria electoral de Trump.
La cosa empezó con gente como Peter Thiel, el chiflado cyberreaccionario que lanzó la carrera política (literalmente: le pagó la campaña al senado entera) de J.D. Vance; seguida por tipos como Marc Andreessen, Larry Ellison, y la entrada triunfal en escena de Elon Musk. Jeff Bezos, con su desarme y destrucción del Washington Post (el periódico ha perdido un 90% de su audiencia) evitando declarar su apoyo a un candidato en las presidenciales, se apuntó al carro con descaro también en octubre. Estos días ha sido Zuckerberg quien ha decidido cambiar las políticas de moderación de contenidos de Facebook/Meta para que sean más del agrado de los trumpistas, donado una montaña de dinero a la investidura del lunes, y se ha paseado por medios sonando como un reaccionario MAGA cualquiera.
Hace un año, hubiera sido completamente impensable que el CEO y fundador de Facebook hubiera dado una entrevista diciendo que las empresas “necesitan más energía masculina”. Hace unos días le contaba esto a Joe Rogan, mientras explicaba cómo su nueva pasión por las artes marciales y pegarse con sus amigos le han servido para redefinir su relación con su propia masculinidad.
Volviendo a otra película de David Fincher que ha envejecido excepcionalmente bien, “Fight Club”. El problema es que Zuckerberg parece no haber entendido que Tyler Durden es el villano de esa historia.
Ideología y praxis
La evolución ideológica de los magnates de Silicon Valley ha sorprendido a muchos. Jeff Bezos siempre había sido un moderado institucionalista, capaz de comprar y tirar dinero a paletadas en un periódico en una especie de demostración de compromiso cívico. Musk y Andreessen decían ser demócratas; Zuckerberg, tras los escándalos del 2016 (Cambridge Analitica, la intervención rusa) ejerció de guardian de la santidad de las redes y su compromiso para hacer de Facebook un buen ciudadano global1. Todos ellos parecen haberse vuelto inexplicablemente chiflados, han abrazado una especie de machismo heroico neocañí ligeramente ridículo, y se han lanzado en brazos de Donald Trump, a veces de forma bastante cómica.
Mi impresión es que, al menos para Zuckerberg, Bezos y Musk (y muchos de sus colegas), lo que estamos viendo es un bonito ejemplo de radicalización e intereses de clase en tiempo real, con la única diferencia que alguno de sus protagonistas tuvo la bendita idea de gastarse 42.000 millones de dólares en una red social para retransmitirlo en tiempo real a las masas.
Para los politólogos (y el resto de ciencias sociales), el proceso de formación de preferencias de un individuo siempre suele ser nuestra vaca esférica; es la parte del modelo donde hacemos ruiditos incomodos si alguien pregunta demasiadas cosas, sin una idea demasiado clara sobre cómo explicarlo.
Los votantes, como no me he cansado de repetir, suelen pensar cosas muy extrañas y a veces bastante incoherentes, y suelen organizar esas ideas a base de identificación partidista e ideología, pero nadie lo hace de forma demasiado lineal. Tenemos algunas cosas que nos importan, sabemos qué partido las defiende, y solemos acabar adoptando el resto de su agenda a pegotes, con algunas desviaciones aleatorias. Este proceso es más sensato de lo que parece, porque construir una ideología coherente desde cero es agotador y suele acabar con el pensador en cuestión convirtiéndose en el Unabomber. Lo más habitual es que acabemos escogiendo / abrazando una ideología que casualmente confirmaba nuestras preferencias e intereses previos, casi siempre mucho más parecida a la de nuestros padres de lo que queremos admitir.
El descenso de Elon Musk hacia el cuasi-fascismo reaccionario, visto desde fuera, parece un proceso de radicalización ideológica de libro. Musk es alguien con montañas de dinero y varias empresas, y quiere ganar más dinero y hacer lo que quiere con sus empresas. El buen hombre se ha metido en internet y ha ido leyendo y encontrándose con gente que defiende que gente como Musk gane más dinero y puedan hacer lo que quieran, con toda una bonita ideologia neoreaccionaria detrás. Maravillado ante la constatación de leer a gente que le da la razón, se ha vuelto uno de ellos.
Intereses de clase
El punto de partida, no obstante, no es una conversión al fascismo, sino el hecho de que Musk, Zuck, Bezos y demás, tras años (décadas) de prosperar dirigiendo empresas que necesitaban al gobierno, ahora dirigen empresas que los gobiernos quieren regular. Tesla y SpaceX sólo existen gracias a montañas de subvenciones federales. La administración Biden, sin embargo, quería crear una industria de coche eléctrico más allá del nicho de Tesla y tener alternativas a SpaceX; ahora Musk abraza el estado mínimo y que el gobierno le deje en paz.
En el caso de Jeff Bezos, Amazon sólo existe gracias a que Estados Unidos tiene un servicio de correos extraordinario y unas leyes de protección al consumidor la mar de laxas, pero es una empresa que vende cosas físicas y necesita al estado. El giro reaccionario, parece, es por dos motivos. Primero, por Blue Origin, su compañía de cohetes espaciales y única alternativa viable a SpaceX. Bezos necesita las subvenciones para poder hacer que su proyecto sea viable, y hará la pelota a quien sea con tal de tener al gobierno federal de su parte. Si eso exige hacerse facha-curioso una temporada, se hace y listo; los 250 millones que pagó por el WaPo son un error de redondeo. Segundo, y de forma mucho más prosaica, porque los trabajadores de Amazon están intentando formar sindicatos en muchos lugares, y nada saca el autoritario que uno tiene dentro como la movilización obrera.
La historia más irritante, sin embargo, es la de Zuckerberg. Facebook (igual que el resto de las redes sociales), sólo existe gracias a una peculiaridad regulatoria americana que las exime de cualquier responsabilidad por contenidos creados por sus usuarios. Josh Marshall lo explicaba bien aquí: la estructura de costes de una red social consiste en vender anuncios sobre contenido que no han pagado un céntimo para crear. El “truco” es construir un algoritmo que seleccione de forma automática el contenido que quien visita la página quiere ver, y moderar contenidos lo suficiente para que los anunciantes no se asusten.
Los gobiernos democráticos de todo el planeta se han percatado que esas plataformas juegan un papel activo en decidir qué contenidos muestran a su audiencia. También se han dado cuenta que esa selección puede tener consecuencias funestas, desde violencia étnica a polarización política, pasando por terceros países llenando el debate político de basura. Eso ha llevado a que muchas voces quieran regularles exigiendo que sean más responsables (es decir, gasten más dinero en moderación). Eso cuesta dinero, así que Zuck ha decretado que eso es censura. Que eso le ahorre dinero supongo que será casualidad.

Es también, además, una estrategia lógica para una empresa que lleva perdiendo usuarios desde hace años. Si tus usuarios habituales están usando tus servicios menos (porque estás moderando más y mostrándoles menos contenidos que les indignan), y dependes cada vez más de adictos, lo que querrás es poder optimizar para ellos, filtrando cada vez menos.
En “The Social Network”, el personaje de Mark Zuckerberg es un psicópata únicamente obsesionado con ganar, sin que las consecuencias de sus actos le importen lo más mínimo. No sé hasta qué punto es un retrato preciso de su alma, pero desde luego lo es de su compañía.
Bolas extra:
La noticia de que Facebook planeaba añadir perfiles generados por IA para “hablar” con sus usuarios no debería sorprender demasiado. El objetivo de Meta es que su audiencia pase tanto tiempo como sea posible en sus páginas, para mostrarle más anuncios. Que esa persona esté hablando con su abuela de Murcia o un robot a los anunciantes les importa un comino, y los clientes de Meta son los anunciantes. Ahora dicen que los han borrado, pero volverán seguro.
Los enormes, descomunales costes de los estudios de impacto ambiental en Estados Unidos.
El peor equipo de baloncesto universitario vive para perder partidos, cobrar por ello - y financiar con esos ingresos el resto del programa deportivo de su universidad.
¿Por qué esquiar en Estados Unidos es tan caro? Resulta que hay un duopolio, con dos conglomerados controlando la mayoría de las estaciones de esquí del país.
Larry Ellison siempre ha sido un cretino, y Thiel está chiflado desde hace tiempo, pero no se preocupaba por la política.
Elon Musk siempre ha sido un fascista, de libro, además. Nunca se ha molestado en ocultarlo. ¿No le llaman el huevo de la serpiente? Ese fascismo de culto tecnológico estilo Atlantropa y que hizo con judíos, gitanos, etc. lo mismo que las tropas coloniales europeas ya hicieron en sus colonias, sobre todo la Alemania imperial, mucho antes de que el nazismo hiciera su aparición en escena. Todo esto es normal, si tú buscas a alguien para hacer burradas, obviamente no lo vas a encontrar entre gente normal. Ni siquiera entre gente anormal. Hay que ir a buscarlos entre los "hijos de puta", que siempre, siempre, tienen su propia agenda, como el monstruo de Frankenstein. Por eso nunca son "nuestros hijos de puta", son hdp a palo saco, cada uno con su propio conjunto de garantías al consumidor y evidentemente dependiendo de la magnitud de las burradas que se pretenden.
Rusia, China, Irán, etc. están en la parte del tablero donde no tienen opciones. O hacen lo que hacen, y con margen de error próximo a cero, o están acabados. Es en Occidente donde hay opciones y margen, cada vez menos también, pero eso que llamamos los de la sartén por el mango nunca se han caracterizado, casi en ninguna época ni lugar, por la inteligencia, incluso definida como se quiera.
Durante los convulsos años 30, los nazis nunca reclamaron las antiguas colonias de Alemania de ninguna manera (casi todas absorbidas por los britànicos), es muy improbable que hubieran rascado nada por ahí, pero el hecho de que ni siquiera llegasen a plantearlo ya indica claramente por dónde iban los tiros y qué querían saquear exactamente. Si no se ven las cosas de esta manera, no se entienden. Otros hijos de puta fabricados a medida y financiados por gente con nombres y apellidos. Y estos son los hechos desnudos, así de crudos, y todo lo demás, se llama vestir el muñeco. Por supuesto que la orquesta, los instrumentos, son importantes. Pero tocan la música. Hay música sin orquesta, no hay orquesta sin música.
Han escogido el enfrentamiento. Quieren la guerra, pero no se atreven aún, como Alemania en el 34. A pesar de venir de una hegemonía periclitada. Quieren la guerra, y la guerra no necesita que la llames dos veces.
Esta administración es peor, léase bien, que la de Biden. Manda a un tío a negociar con los rusos mientras Trump habla con Biden para que le confirme que la parece bien dejar todo atado y bien atado, porque no está moviendo un dedo y bien que lo mueve para defender cosillas de sus patrones. Ya dice que la paz tardará meses. La paz tardará años, porque este señor (le han llamado Bozo en un artículo que he leído y le cae que ni pintado) que presume de no haber iniciado guerras, va a batir el récord con las que va a empezar.
Una maravilla de articulo que explica con muchos más detalles como estos ricos que se hicieron exitosos gracias a Papa Estado ahora conspiran contra el, y de como muestras la pelicula "La red social" (que nunca he visto) ha envejecido bien.