Impuestos
La historia empieza en el 2017. Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, llega a la Casa Blanca sin un programa de gobierno claro más allá de bravuconerías y obviedades. Las únicas promesas medio concretas que se le recuerdan durante la campaña es construir un muro en la frontera con Méjico (que pagarán los mejicanos), derogar la reforma de la sanidad de Obama y substituirla por una ley “más barata y mejor” y vagas proclamas sobre “eliminar la corrupción” en Washington.
Durante su primer año de mandato, Trump no consigue construir el muro (no lo hará en los cuatro años de mandato), fracasa en sus intentos de derogar Obamacare (con John McCain tumbando la legislación), y forma la segunda administración más corrupta en más de cien años1. Su popularidad cae inmediatamente a mínimos históricos, entre algaradas y escándalos constantes.
Los republicanos, sin embargo, tienen mayoría en el congreso. El presidente quizás no tenga una agenda legislativa clara, pero Mitch McConnell y Paul Ryan sí. El primero se dedicará al que ha sido su proyecto vital durante décadas, construir una supermayoría conservadora imbatible en el tribunal supremo2. El segundo seguirá la gran tradición republicana de aprobar rebajas de impuestos a los ricos, aumentando el déficit y la deuda pública sin el más mínimo reparo.
Reconciliación
Los conservadores, sin embargo, no tienen en el senado los sesenta votos necesarios para aprobar la legislación que quieran. El filibuster, esa práctica legislativa idiota que ha hecho la cámara inoperante3, permite a los demócratas bloquear cualquier ley. Para sacar adelante su bajada de impuestos, el GOP se vio obligado a recurrir a una maniobra legislativa llamada “reconciliación” (reconciliation), que permite al senado sacar propuestas adelante una vez al año por mayoría simple, siempre que cumplan con dos condiciones: tratar temas estrictamente presupuestarios, y no provocar aumentos del déficit más allá del periodo cubierto por la ley.
En teoría, el proceso de reconciliación fue creado para facilitar la aprobación de leyes que fueran fiscalmente neutras o que redujeran el déficit a largo plazo. La reforma de la sanidad de Obama, aprobada por este método, era un programa social enorme que reducía el déficit a largo plazo4, sin ir más lejos. A la práctica, los republicanos lo han utilizado para bajar impuestos en repetidas ocasiones, abriendo un agujero presupuestario tras otro.
Así que, allá por el 2017, Paul Ryan convenció a Trump que lo mejor que podía hacer como presidente era una bajada de impuestos espectacularmente regresiva, que eso era lo que hace un buen populista o algo parecido. Y esto fue lo que acabó siendo aprobado:

La legislación abrió un boquete colosal en el presupuesto (1,9 billones de dólares), así que para cumplir con los requisitos de reconciliation los republicanos le dieron un horizonte temporal de ocho años. Si el congreso no hace nada, los impuestos volverían a los niveles “opresivos” del 2016.
Proteger al contribuyente millonario
Han pasado ocho años, así que la principal prioridad del partido republicano este año, y la ley que han designado para ser tramitada vía reconciliación, son unos presupuestos que extiendan las rebajas fiscales de Trump un puñado de años más. El coste de la broma, de hacerse en el habitual horizonte temporal de una década, ronda los cuatro billones de dólares. Añadiendo el puñado de promesas fiscales aleatorias de Trump durante la campaña (propinas y horas extras libres de impuestos, entre otras), seguramente hablamos de 4,5 billones.
Los republicanos, en teoría, son el partido de la responsabilidad fiscal. La gente seria, adusta y austera que insiste que la deuda pública de Estados Unidos es excesiva y que el país debe tomar medidas urgentes para reducirla. El déficit fiscal previsto para este año rondará los 1,9 billones; empezar la redacción de tus presupuestos con 450.000 millones de déficit adicionales así por las bravas no es la mejor manera de recuperar la rectitud y seriedad que dicen defender. Durante estas últimas semanas, el GOP ha estado negociando y debatiendo internamente sobre cómo cumplir simultáneamente con sus dos prioridades principales en la vida, regar de dinero a los que más tienen y aparentar seriedad fiscal.
El martes tuvimos la respuesta: básicamente, ni van a intentarlo. La resolución presupuestaria aprobada en la cámara de representantes, primer paso en el largo proceso para negociar las cuentas públicas del país, incluye todas las rebajas fiscales prometidas, y apenas dos billones de recortes en el gasto público. El resto de dinero que falta se supone que aparecerá a través de la magia del crecimiento económico5 y “eficiencias” descubiertas por Elon (je). Incluso con este bonito ejemplo de realismo mágico, la propuesta salió adelante por dos miserables votos, 217-215, y el Speaker tuvo que recurrir a toda clase de promesas y amenazas para convencer a dos legisladores descontentos para ganar la votación.
Recortar es difícil cuando no haces casi nada
El problema, en este caso, es que el partido republicano está dividido en cuánto y cómo recortar gasto6. El ala “dura” del partido, los tarados del Freedom Caucus y los integristas libertarios de toda la vida, quieren aprovechar la oportunidad y volar por los aires tanto gasto como sea posible. El ala “populista” del partido, o la gente que se cree que esto de MAGA tiene algo que ver con el populismo, quiere limitar los recortes y o bien reventar el déficit, o bien dejar de lado alguna de las propuestas fiscales de Trump.
Como comentaba el otro día, el gran obstáculo para el GOP es que el gobierno federal hace relativamente poco, y todo lo que mueve dinero de veras es muy popular. Si tienes un 22% de gasto en pensiones, 22% en defensa, un 13% a sanidad para jubilados y un 12% para intereses de la deuda, encontrar un billoncejo en el tercio restante es increíblemente complicado. Y si te pones a rascar, las mayores partidas de gasto ahí son Medicaid (seguro médico para minusválidos, residencias de ancianos, niños y gente con poco dinero), SNAP (cupones de alimentos para pobres); lo que te queda son controladores aéreos, seguridad nuclear, FBI, y un montón de agencias que o bien son increíblemente importantes o bien son muy populares.
Como este es sólo el primer paso en la tramitación de la ley, los republicanos no tienen una lista “oficial” de recortes, sino instrucciones para cada uno de los comités sectoriales sobre cuánto dinero pueden gastar, y cuánto deben recortar. Así que tenemos pistas, pero no detalles, sobre qué van a eliminar.
El grueso de los recortes (880.000 millones en diez años) van al comité de comercio y energía, que (inexplicablemente) tiene jurisdicción sobre Medicare y Medicaid. Dado que el primero no quieren tocarlo, el recorte caerá inevitablemente en el segundo, con un recorte mínimo de un 10% del gasto. Esto puede parecer poco, pero Medicaid es un programa crónicamente corto de fondos incluso en un año bueno, financiado parcialmente por los gobiernos estatales. Sin ayuda federal, muchos recortarán su parte del gasto7, produciendo pérdidas mucho mayores.
El comité de educación y trabajo se lleva un hachazo aún mayor. Aunque la cifra absoluta es menor (330.000 millones) esto representa casi la mitad del presupuesto. La mayoría de los recortes (150.000 millones) son, por una vez, para un programa federal que nunca me pareció buena idea, perdonar los préstamos para ir a la universidad.
Los republicanos, por supuesto, también quieren cargarse programas decentes, como los fondos federales para hacer que desayunos y almuerzos sean gratuitos en muchos distritos escolares.
El otro comité con un recorte importante es agricultura, con 230.000 millones. Aquí hay dos programas que mueven dinero; SNAP, ayudas para comprar comida para familias por debajo del nivel de la pobreza, y ayudas directas a la agricultura. Si los ahorros caen sólo en el primero (lo más probable, ya que los granjeros son un animal sagrado para el GOP), reduciría el programa un 21%. El presidente del comité dice que no quiere reducir el gasto en SNAP, pero no me lo creo en absoluto.
Los 562.000 millones restantes… bueno, dicen que ya los encontrarán luego. Los republicanos también quieren aumentar el gasto en seguridad nacional e inmigración, y dar dinero al Pentágono para unirse a la fiesta (300.000 millones en total). Comparado con el coste de los recortes de impuestos, es casi calderilla.
Gran parte del gasto en Medicaid y SNAP va a distritos republicanos (que suelen ser más pobres). Convencer a todos esos legisladores con elecciones competitivas el 2026 (que no son muchos, pero los hay) que el GOP va a echar al pequeño Billy de su seguro médico para bajarle los impuestos a Elon Musk será complicado. Especialmente cuando Trump fue a las midterms con el mismo mensaje el 2018, y se llevaron una tunda de espanto8.
Nótese, por cierto, que como comentaba el otro día, las “eficiencias” de Musk ni están si se le esperan. Como comentaba el otro día, el gobierno federal es una administración intensiva en capital, no en mano de obra; despedir a cientos de miles de funcionarios no ahorra apenas dinero. Lo que está haciendo Musk es destruir la capacidad del estado para ejercer sus funciones más básicas, no un ejercicio de responsabilidad fiscal. Desmantelar la agencia tributaria reduce la recaudación, no el déficit.
Un problema fiscal real
El gasto público en Estados Unidos va a tender al alza durante los próximos años por culpa del envejecimiento de la población. Estados Unidos es un país con una presión fiscal muy baja (27% del PIB, comparado con el 37,5% de la media de la UE), con un déficit fiscal que ronda el 6% del PIB.
Vale la pena recalcar una y mil veces que el enorme déficit fiscal americano es un problema de ingresos, no de gasto. Estados Unidos gozaba de una salud fiscal enviable a principios de siglo. Los recortes fiscales de la administración Bush (aprobados vía reconciliación) abrieron un primer boquete, que se agrandó muchísimo durante la gran recesión. La administración Obama se vio obligada a hacer muchas de las rebajas permanentes (con un cierre del gobierno de por medio) y el déficit volvió a reducirse durante su mandato. Trump, con su bajada de impuestos, reabre el agujero. Mientras tanto, los programas de gasto durante la pandemia han desaparecido casi enteros en el 2023.

Los americanos tienen la suerte que su economía crece mucho más rápida que la europea, así que no necesitan equilibrar el presupuesto por completo para empezar a retirar deuda. Los mercados financieros, por ahora, parecen tener un apetito infinito por deuda pública americana. No sé si un país con déficits del 8% del PIB mantendrá esta confianza eternamente, y menos aún con una administración que parece estar obsesionada con pegarle fuego a sus propias instituciones.
Elon preside el consejo de ministros
Sé que eso de “presidente Musk” es un poco repetitivo, pero este video es extraordinario.
El tipo, alguien que se ha metido en la Casa Blanca a golpe de donar montañas de dinero a la campaña de Trump está ahí, presidiendo una reunión del gabinete. Imaginad, por un momento, a Pedro Sánchez en un consejo de ministros en Moncloa con Francisco Roig, Florentino Perez, o algún potentado parecido en ese papel.
Bolas extra
Estados Unidos tuvo su primera muerte por sarampión en más de una década, tras fallecer un niño que no estaba vacunado en un brote en Texas.
Robert Kennedy Jr., furibundo antivacunas y secretario de sanidad de Trump, ha cancelado todas las reuniones del comité que aprueba y regula vacunas en Estados Unidos. Es muy probable que el año que viene aquí no tengamos refuerzos para el COVID o la gripe.
Cuando Nueva York legalizó la marihuana, el estado creó un programa para que personas encarceladas por su venta y consumo pudieran abrir estancos para venderla. Ha funcionado espantosamente mal, arruinando a muchos de quienes se apuntaron.
Trump ha tomado por costumbre echar a patadas a medios desafectos de sus eventos e invitar sólo a radios, TV, e influencers conservadores.
Este viernes voy a testificar en el capitolio estatal a favor de una ley que prohibiría ordenanzas municipales que establecen un mínimo de plazas de aparcamiento para edificios y negocios. Aquí explico por qué es importante. Si os suena familiar, bueno, la idea sale de aquí:
Su segundo mandato apunta que será mucho peor. Gracias Elon.
Y lo consigue. McConnell ha anunciado su retirada hace poco, y ese es su gran legado. Escribiré una retrospectiva sobre este señor pronto.
Y que explico en detalle en cierto libro que saqué el año pasado y está muy bien. Si compráis una copia y me enviáis una foto, tendréis un año de suscripción gratuita a Four Freedoms.
Obamacare realmente ha ahorrado dinero. Cambios posteriores hicieron que dejara de ser fiscalmente neutral, pero la ley de origen era un modelo de disciplina presupuestaria.
NUNCA lo hace.
Lo de bajar impuestos a los ricos tiene un apoyo casi unánime.
Hay varios estados que tienen “leyes gatillo” que eliminan Medicaid casi por completo si pierden financiación federal.
El GOP perdió 42 escaños, un repaso antológico. El único peor fue Obama el 2010, en plena gran recesión, justo tras aprobar la reforma de la sanidad. Clinton perdió 54 escaños en 1994, tras fracasar aprobando una reforma sanitaria. El mensaje de Pelosi a los suyos esos días fue básicamente “nos van a pegar una paliza igual, así que al menos aprobemos algo”. La ley sigue en vigor.
Tiemblo con Elon, cada vez me da más miedo.
Que pasa con AOC? No le quieren dar mas poder en el partido democrata para romper la cobertura mediatica del GOP? Vi que Bernie Sanders esta de gira por distritos rurales y conservadores. Alguna idea de si esto resultara en algo o seguimos esperando el apocalipsis?
Gracias!