Ezra Klein es un columnista de 41 años en el New York Times. Es alguien por el que siempre he sentido cierta afinidad. Klein empezó su carrera en el 2004, el año que me mudé a Estados Unidos, escribiendo una bitácora primeriza en el Washington Monthly. Junto a gente como Kevin Drum, Matt Yglesias, Markos Moulitsas o Sarah Kliff, formaba parte de un puñado de blogueros que hablaba de política centrándose menos en estrategia y más en hablar de políticas públicas concretas, evidencia y datos1.
De ese grupo, Klein era de lejos el que mejor escribía. Tras pasar por el American Prospect, Washington Post y Bloomberg, y fundar Vox (no el partido), entró en el NYT el 2020. Sus columnas y podcast de entrevistas son increíblemente influyentes en Washington, especialmente en el sector moderado/tecnócrata del partido2.
Ayer domingo, Klein publicaba un ensayo en el Times titulado “Dejad de actuar como si esto fuera normal”.
Bienvenido al club
En el artículo, Klein empieza describiendo como la administración Trump es, de facto, un régimen semi autoritario, y sobre cómo la destrucción de las instituciones se está acelerando. Se une así a la línea marcada por esta humilde bitácora (cof, cof), y la tesis de gente como Jamelle Bouie, también columnista del Times, y que lleva meses diciendo exactamente lo mismo3.
Que Ezra Klein diga esto en voz alta y sin ambages es muy significativo, ya de por sí. Aunque políticamente es mucho más progresista de lo que se dice, en parte porque tiene el don de escribir como un moderado, es alguien a quien las élites demócratas hacen caso.
Crisis presupuestaria
Lo que es más significativo es lo que Klein pide a los demócratas hacer estas próximas semanas.
A finales de mes, en la enésima repetición del atroz sistema de desgobierno americano, el gobierno federal de Estados Unidos se quedará sin dinero, ya que es cuando termina la actual autorización presupuestaria. Este es un país en el que no se prorrogan las cuentas públicas; cuando se acaban los fondos, el gobierno cierra. Los funcionarios se van a casa. Las ventanillas dejan de atender solicitudes. Los empleados en servicios esenciales (controladores aéreos, FBI, etcétera) siguen trabajando, pero sin cobrar. Aquellos programas con “gasto automático” (pensiones, sanidad) siguen recibiendo dinero, pero gran parte de la maquinaria de gobierno se para por completo.
Aprobar una extensión de gasto4 requiere la aprobación en la cámara de representantes y senado. En la cámara baja, basta una mayoría simple; en el senado, la propuesta no puede llevarse a votación hasta que 60 senadores (tres quintos de la cámara) saquen adelante una resolución para cerrar el debate (cloture vote). De lo contrario, la cámara puede debatir de forma indefinida.
Los republicanos necesitan como mínimo siete votos demócratas para levantar el filibuster, o habría un cierre de gobierno. Gracias a las insensatas, torpes normas del senado, la oposición puede bloquear los presupuestos y forzar un cierre del gobierno federal.
Si este escenario os suena familiar, es primero porque esta explicación la he repetido ya demasiadas veces (aunque con los republicanos habitualmente en la oposición), y segundo porque los demócratas se vieron exactamente en esta tesitura en marzo. Esos días, la administración Trump sólo había encargado destruir las instituciones federales a un ultra millonario probablemente drogado con una motosierra e intentado saltarse la constitución una docena o dos de ocasiones. Los demócratas aún estaban aturdidos tras la derrota electoral5. Faltos de mensaje y estrategia, decidieron llegar a un acuerdo con los republicanos sin extraer concesión alguna, y cedieron suficientes votos para mantener abierto el gobierno.
En marzo, esta estrategia me pareció una soberana estupidez. Klein, aunque con dudas, defendió a los demócratas del senado entonces.
Esta vez, sin embargo, la postura de Klein es clara: los demócratas deben presentar una lista de condiciones para votar a favor de los presupuestos, y si la Casa Blanca no cede, deben forzar un cierre del gobierno. Ante una administración cada vez más autoritaria, es hora de forzar una crisis.
Emergencias
De nuevo, celebro que Klein se una a la línea editorial de este insigne boletín (y de Jamelle Bouie) - y no hace falta decirlo, creo que esta es la estrategia correcta. Trump está dirigiendo una involución democrática a todos los niveles, y gran parte de la opinión pública no es consciente de la magnitud de los cambios. Ninguna de las instituciones que en teoría deberían proteger el sistema, desde los tribunales al congreso, están haciendo su trabajo. Gran parte de la sociedad civil está afanándose en darle la razón al régimen para que les dejen en paz. Las élites empresariales están postradas y rendidas en lamentables sesiones de baboseo hacia el amado líder (este video es real, y absolutamente increíble).
La mejor, y casi única alternativa que le queda al partido es usar el poco poder político e institucional que les queda para forzar a la administración a que les haga caso, y generar una confrontación que realmente haga que todo el mundo preste atención, con los demócratas defendiendo ideas populares ante una agenda presidencial cada vez más detestada.
La tradicional estulticia demócrata
La primera pregunta inmediata es si los demócratas en general, y Chuck Schumer, su líder en el senado, en particular, están escuchando y harán caso a Ezra Klein. Creo que su argumentación es clara, y parece obvio a estas alturas que es la mejor, por no decir única, opción posible. Trump está en una clara deriva autoritaria, sus intentos por desmantelar la burocracia federal van a destruir la capacidad del gobierno de actuar en muchas áreas durante años, la política exterior está aislando a Estados Unidos y destruyendo su reputación internacional, y su política económica parece llevar al país camino de una recesión. Obviamente es hora de plantarse, porque uno no puede ceder ante alguien que tiene destruir la democracia como objetivo final.
Pero claro, hablamos del partido demócrata.
Un sector del partido cree sinceramente que lo mejor que pueden hacer es dejar vía libre a Trump, para que los votantes le echen la culpa de todo el año que viene en las elecciones legislativas. Dejando de lado el detalle que una de las cosas que está haciendo Trump es hacer que esas elecciones sean irrelevantes, esta estrategia parte de la idea de que los votantes premiaran a los demócratas para castigar a Trump. Dado que el índice de aprobación del partido está en el 34% (peor que el de Trump), es una decisión cuestionable.
Otra facción cree que lo que el partido tiene que hacer es concentrar su mensaje en una lista corta de temas donde los votantes creen que los demócratas tienen mejores ideas, y criticar a Trump sin cesar en esas materias. Las propuestas más habituales son sanidad, economía e inflación, y los proponentes de esta estrategia se pasan la vida diciendo que todo lo que hace la Casa Blanca es una “distracción” para que no se hable de estas tres cosas. Lo de hablar de autoritarismo y democracia les da repelús, porque los sondeos señalan que a los votantes eso les motiva poco, y la confrontación menos, porque las encuestas señalan que la gente está harta de la crispación.
Hay muchos consultores con mucho dinero en muchos think tanks vagamente influyentes dando la tabarra con estas ideas, y un número considerable de demócratas les hacen caso. Es difícil decir si son cautos, cobardes, o simplemente gente que quiere mover al partido a la derecha porque esa es su prioridad ideológica, pero están del todo convencidos de que los líderes políticos sólo pueden seguir a los votantes, y no intentar persuadirles de nada o mover la agenda en dirección alguna. El único que puede hacer eso es Donald Trump.
Esta es la facción que tomó el control de la campaña de Kamala Harris el año pasado y llevó el partido a una gloriosa pero muy bien fundamentada por los sondeos derrota en las urnas, y son también los principales culpables de que las bases del partido estén hasta las narices con sus líderes. Pero son inasequibles al desaliento.
Finalmente, creo que hay un porcentaje nada despreciable de demócratas que están asustados. Trump, no lo olvidemos, terminó su primer mandato enviando una masa enfurecida al Capitolio con la intención de lincharles. No dudo que la deferencia de algunos legisladores es una racionalización, consciente o no, de un miedo nada infundado.
¿Y si resisten?
Supongamos, sin embargo, que las palabras de Klein, la presión de las bases, y el momento “de perdidos al río” que parece abocarse el sistema político americano hacen que esta vez los demócratas no se rindan de primeras y fuercen un cierre del gobierno. ¿Qué podemos esperar?
Y aquí debo confesar que no lo sé. Es probable, porque el presidente es Trump y los republicanos controlan ambas cámaras, que los votantes echen la culpa del cierre al GOP. Pero son los demócratas los que están hablando en voz alta de cerrar el gobierno y usar su capacidad de bloqueo, no los republicanos, así que no es un resultado automático. Dada la tendencia del partido a perderse por completo en argumentos estúpidos y pedir perdón por anticipado, dudo mucho que su mensaje sea disciplinado, coherente y valeroso, algo que no les ayudará demasiado.
Dándoles el beneficio de la duda, supongamos que los sondeos muestran que los votantes escuchan las demandas demócratas (basta de recortes y corrupción, fin de medidas autoritarias) y les dan la razón. El cierre del gobierno consigue cambiar la narrativa, detener a Trump, y hacerle aún más impopular.
Es posible que la administración ceda, y que los demócratas consigan extraer concesiones reales que frenen a la administración. Es más probable, sin embargo, que los republicanos decidan que el reglamento del senado que exige supermayorías es antidemocrático (lo es) y decidan cambiarlo, aprobando su reforma por mayoría simple (algo que sería perfectamente legal), aprobando los presupuestos en solitario y poniendo fin al filibuster.
Los demócratas que quieren que el trumpismo sea amo y responsable de todo lo que sucede en el país verían como sus deseos se cumplen. El GOP además tendría vía libre para aprobar montañas de legislación atroz en los 14 meses que quedan hasta las midterms. Trump acumularía aún más poder. Es un resultado atroz, pero creo que es casi aceptable - el filibuster es concepto atroz, y los republicanos no podrían escudarse más detrás de bloqueos demócratas cuando el presidente les pide aprobar su agenda. Ganaron las elecciones, así que Trump es ahora su problema, sin excusas.
Catástrofes
Hay, me temo, un resultado aún peor.
Trump podría responder de forma realmente autoritaria, lanzando investigaciones o deteniendo a senadores demócratas, o decretando una emergencia que “suspenda” la actividad de la cámara. La Casa Blanca es muy aficionada a usar pretextos legales absurdos; decir que un filibuster es una o “rebelión” es casi igual de idiota que decir que protestar contra la policía migratoria es una “insurrección”. Los demócratas llevan años diciendo que el senado es antidemocrático (lo es), así que la excusa para vaciar la institución de contenido está ahí. Y por supuesto, los tribunales no dirán ni pío, y si se quejan, dudo que la administración les haga caso. Trump no abolirá la cámara (porque los dictadores ahora no eliminan, sino “reforman” las instituciones), pero sería un paso más hacia el autoritarismo.
¿Sería destruir el poder del senado impopular en los sondeos? Quizás. Pero la única institución más odiada que el partido demócrata es el congreso, y la gente no sale a la calle porque el presidente ha retirado el derecho a voto a los dos senadores de Connecticut por “corrupción” o su partido ha eliminado el filibuster.
Incluso este escenario, sin embargo, es preferible a la inacción. A riesgo de sonar marxista-leninista, estamos en un punto en que la única estrategia posible del partido demócrata es acelerar y exacerbar las contradicciones del régimen para despertar consciencias y organizar una oposición democrática a gran escala. El trumpismo no llama a una oposición normal, porque no es un partido o facción que respeta las reglas o defiende las normas democráticas. Exige actuar de forma clara y explícita como la oposición a un régimen con aspiraciones autoritarias, porque eso es lo que ellos mismos dicen ser en voz alta.
Los demócratas deben estar dispuestos a crear una confrontación con estos presupuestos. La Casa Blanca va a decidir si quiere un conflicto abierto o acabar con una crisis constitucional.
La política americana se ha convertido en esto. Quién me iba a decir que todas esas noches leyendo sobre autogolpes de estado, Fujimori, Putin, y el PRI en la facultad serían relevantes en mi trabajo aquí en Estados Unidos.
¡Sorteo!
En otras noticias, desde el editorial me avisan que el libro se está vendiendo bien y harán otra impresión más. Para celebrarlo, vamos a sortear cinco ejemplares de “Por qué se rompió Estados Unidos: populismo y polarización en la era Trump” entre todos aquellos que se suscriban a Four Freedoms de aquí a final de mes.
Y los que lo hagáis, tendréis un 40% de descuento, así que os podéis suscribir sólo por $30 al año. Con Trump demoliendo el valor del dólar, esto son apenas €25.
Sí, estoy usando una crisis constitucional sin precedentes para lucro personal. La culpa es de Trump, no mía. El libro lo escribí antes de las elecciones. Y, por cierto, todo lo que escribí entonces es demasiado relevante estos días.
Bolas extra:
Cuando a principios de año hablaba sobre escenarios posibles para la administración Trump, escribí en detalle sobre la fuerte tendencia hacia el peronismo en todo lo que decía el presidente. Scott Lincicome, en el Atlantic, habla sobre esa posibilidad.
Dos líderes de un movimiento separatista en Camerún han sido detenidos tras meses promoviendo una rebelión que pretendía crear la nación libre de Ambazonia. Ambos viven en Ramsey City, Minnesota, en una historia demasiado bizarra como para perdérsela.
La administración Trump lanzó una operación con fuerzas especiales contra Corea del Norte el 2019 que salió espantosamente mal.
Una imagen totalmente normal colgada por un líder democrático en redes sociales amenazando con enviar tropas federales a la tercera ciudad del país. Nótese que esta gente parece no entender que el Coronel Kilgore no era el héroe de la película.
Esa gente -no voy a negarlo- fueron la inspiración para que me pusiera escribir sobre política en una bitácora primeriza que milagrosamente sigue ahí, en Blogger. La influencia de Klein, tanto en tono como en forma, era patéticamente obvia ya entonces, y creo que se extendió a la gente que escribíamos en Politikon.
Klein viene a ser como si Jorge Galindo, Kiko Llaneras y Pablo Simón fueran la misma persona, la verdad.
Bouie es probablemente el mejor columnista del NYT ahora mismo, pero inexplicablemente, los círculos de opinión en Washington no le prestan la misma atención. Bouie también viene del Prospect y es un poco más joven que Klein. Es negro, y eso creo que tiene bastante que ver.
No unos presupuestos - el Congreso ha llegado a un nivel de disfunción tal que hace décadas que no aprueban unos presupuestos por procedimiento ordinario. Lo que hacen es aprobar una continuing resolution (una resolución de continuidad), esencialmente una prórroga.
Para ser justos, estaban aturdidos también antes de la derrota electoral y siguen aturdidos ahora. El estado natural del partido es aturdimiento.
Excelente articulo, a que lider o lideres ves capaces de levantar al partido democrata, para sacudir al electorado y resucitar al fin una oposición eficaz en contro de las medidas del gobierno de Trump?