Una de las excentricidades relativas de Estados Unidos es que, en muchos trabajos, la paga es semanal o quincenal. En vez de recibir la nómina una vez al mes, tienes 26 ó 52 pagas, con ciertas variaciones de un estado a otro.
Aún con estas, en Connecticut hay un patrón conocido que se repite en todos los supermercados. Durante los tres primeros días del mes, las tiendas suelen tener mucho más tráfico, porque es cuando muchas familias reciben su paga mensual del programa SNAP1.
Cupones
El Supplemental Nutrition Assistance Program (SNAP, programa de suplemento de asistencia a la nutrición) es, como casi todo en este país, una vieja herencia del New Deal.
Cuando fueron creados, en 1939, los cupones de alimentos (food stamps) tenían una doble función. Por un lado, eran un programa de asistencia directa a familias pobres, con dificultades para comprar comida. Por otro, servía como un sistema para resolver el problema de exceso de producción agrícola en el país, fruto del proteccionismo creciente fuera y la persistente falta de demanda interna. Esto explica el curioso hecho de que un programa de asistencia a los pobres esté en manos del departamento de agricultura, no servicios sociales.

Con los años, los cupones fueron siendo reformados, reforzados, por Johnson en los sesenta, retocados hasta que en vez de cupones se distribuyeran en tarjetas de débito, y rebautizados como SNAP el 2008. La estructura básica, sin embargo, no ha cambiado demasiado; cualquier hogar que esté por debajo de un cierto nivel de renta (que varía según el estado; en Connecticut, es 185% del umbral de pobreza, o $5.359 al mes para una familia de cuatro2) recibirá una cantidad de dinero (cuantos menos ingresos, más dinero), sólo para comprar comida. La paga media suele rondar los $190 mensuales por persona3 (es decir, $760 en una familia de cuatro), una cifra considerable para muchos hogares.
SNAP, como programa asistencial, es increíblemente efectivo. Debido a su abundante papeleo, quienes reciben este dinero son realmente gente con pocos ingresos (que además son buenos rellenando formularios). Hay montañas de estudios sobre sus efectos positivos en familias con hijos y papel reduciendo la pobreza en general. La inmensa mayoría de receptores está trabajando, y en muchos estados uno no puede pedir esta ayuda sin tener empleo.
Este es un programa que conozco bien. Hace unos años mi trabajo consistía en ayudar a familias con pocos ingresos a rellenar el papeleo para pedir servicios sociales; el artículo “Ser pobre es una mierda”, era, precisamente sobre este programa. He hablado con muchas, muchas familias que saben que el uno, dos, o tres de cada mes es el día que irán al supermercado a hacer la compra “grande”, esa en la que no estarán haciendo cuentas sobre si les quedará suficiente para pagar la luz o el alquiler. Es el día en que si la niña pide comprar helado quizás digan que sí.
Este uno de noviembre, las familias con apellidos entre la letra A y F no recibirán SNAP. Tampoco lo harán el dos las familias entre G y N, ni el tres el resto. En cada estado del país, con el caprichoso patrón de reparto escogido por cada administrador hace décadas, más de 41 millones de personas que viven cerca o por debajo del umbral de la pobreza, o uno de cada ocho americanos, se quedarán sin esa ayuda.
Cierre
Según la administración Trump, el cierre del gobierno federal significa que no pueden mantener estas prestaciones activas. La última vez que hubo uno lo suficiente prolongado para que SNAP pudiera quedarse sin fondos, el departamento de agricultura utilizó un fondo de reserva para mantenerlo. Aunque ese fondo existe, la Casa Blanca insiste que deben cortar el grifo.
Llevamos un mes con el gobierno cerrado. Por ahora, su impacto ha sido considerable en los empleados federales, que o están en casa sin cobrar, o están trabajando sin ver un duro. Aparte de retrasos en aeropuertos, trámites paralizados, y algún inconveniente burocrático más, casi nada ha cambiado. SNAP va a ser el primer impacto real, directo, y visible del cierre que tendrá un efecto brutal en las vidas de más de cuarenta millones de americanos. Un impacto tan directo como pasar hambre, porque un porcentaje considerable de estas familias son realmente pobres.
¿La reacción en el Congreso?
Nada.
Los demócratas en el senado ayer presentaron propuestas para o bien autorizar a la Casa Blanca a utilizar el fondo de reserva, o financiar SNAP directamente. También intentaron financiar WIC, un programa similar para bebés recién nacidos y sus madres. Los republicanos las tumbaron. El GOP insistió en intentar sacar adelante un presupuesto que mantiene los enormes recortes en sanidad que los demócratas quieren revertir. Sin apoyo demócrata, no alcanzaron los sesenta votos necesarios para sacarlo adelante.
Así que, la semana que viene, más de 20 millones de americanos van a estar pagando el doble o triple en su seguro médico, mientras que más de 40 millones se quedarán sin ayudas para comprar comida. Y el bloqueo sigue.
La lógica del cierre no ha cambiado. Los demócratas no están negociando. Los republicanos deben decidir si quieren cambiar las reglas del senado y reabrir el gobierno ellos solos, o aceptar las demandas demócratas y mantener el gasto en sanidad.
Un presidente ausente
Trump ni está, ni se le espera; ahora mismo está de gira por Asia, hablando sobre cómo Estados Unidos va a volver a hacer pruebas nucleares y obsesionado con su nuevo salón de banquetes. A estas alturas, parece claro que esto de gobernar, en general, le importa un pimiento; más allá de un puñado de obsesiones extrañas (vengarse de sus enemigos, aranceles, palacios megalómanos y parecer machote), el presidente ha cedido el control de su agenda a Stephen Miller y Russell Vought, dos extremistas con fantasías autoritarias que hacen lo que les place.
En apenas tres días, este se convertirá en el cierre del gobierno más largo de la historia. Los demócratas saben que negociar con los republicanos en el congreso es perder el tiempo, porque Trump es quien lleva la voz cantante. Trump no tiene interés alguno en hacerlo. El nivel de disfuncionalidad política es extraordinario.
No tengo ni idea de cómo va a terminar esto. Mi hipótesis dominante es que los republicanos acabarán aprobando unos presupuestos en solitario tarde o temprano; los demócratas están (al fin) tan asustados de sus bases que dudo que se muevan. Dado que necesitan relativamente pocos votos (ocho), quizás consigan suficientes deserciones.
Hasta ahora, el cierre del gobierno no ha dominado las noticias como en otros años, pero con SNAP quedándose sin fondos, creo que esto cambiará pronto. Veremos.
Bolas extra:
Trump tiene sondeos realmente malos esta semana.
Estados Unidos sigue hundiendo lanchas civiles al azar diciendo que son narcotraficantes.
Trump realmente no tiene ni puñetera idea de lo que habla cuando se pone estupendo sobre armas nucleares.
De cómo Trump puede sabotear las elecciones legislativas el año que viene.
Como es habitual en este país, cada estado tiene calendarios de distribución distintos.
Si eso es parece mucho, en un estado como Connecticut realmente no lo es. Este es un país cómicamente rico, por cierto.
Estas cifras varían bastante de estado a estado, pero no muchísimo; pueden poner su umbral entre 130 y 185% del nivel de pobreza. Los estados pobres del sur y zonas rurales tienen mucha más gente en SNAP.


