Trump era quien decía ser
Cuando alguien dice ser un fascista insensato, probablemente es un fascista insensato
Aranceles
Este sábado, Donald Trump hizo oficial la imposición de un arancel del 25% a todos los productos importados desde México y Canadá, con la única excepción del petróleo, que recibiría un 10%. Las importaciones procedentes de China pagarían también un 10% de arancel para entrar en el país.
Durante toda la campaña electoral, Donald Trump prometió una y otra vez que iba a imponer aranceles punitivos a básicamente cualquier país que le mencionaran, sin excepciones. Durante toda la campaña electoral, vimos a políticos republicanos matizando nerviosamente las palabras de su candidato, diciendo que los aranceles serían “estratégicos” o alguna fantasía similar. También durante la campaña electoral, los analistas de Wall Street publicaron sesudos informes diciendo que eso de los aranceles era algo improbable, y que una victoria de Trump sería estupenda gracias a bajadas de impuestos y menos regulaciones.
Bueno, Donald Trump es presidente y ha hecho exactamente lo que prometía: aranceles generales a China, iniciando otra guerra comercial, y aranceles más onerosos aún a sus dos vecinos y aliados. Es el equivalente a Pedro Sánchez declarando a Portugal y Francia enemigos económicos y cosiendo las importaciones a impuestos.
Lo más absurdo de toda esta historia es que Trump no ha dado motivo racional alguno para imponer estas tasas. En las declaraciones oficiales de la Casa Blanca anunciando la medida, Trump habla de inmigración ilegal descontrolada y contrabando de fentanilo. La inmigración ilegal desde Canadá es esencialmente cero, y la frontera con México lleva meses en mínimos históricos de inmigración. Sobre el fentanilo, Estados Unidos lo exporta hacia Canadá, y el gobierno mexicano lleva años cooperando para limitar el narcotráfico; el problema es de demanda, no de oferta. Trump no ha presentado una lista de demandas ni ha exigido nada concreto antes de aprobar la medida. Justin Trudeau, en la rueda de prensa en la que anunciaba aranceles contra productos provenientes de Estados Unidos, dijo bien claro que lleva semanas intentando hablar con el presidente sin éxito.
Para empeorar aún más las cosas, las economías de México, Canadá y Estados Unidos llevan años operando bajo un tratado de libre comercio (renegociado por el propio Trump durante su primer mandato) que ha hecho que las cadenas de suministro de muchas empresas estén distribuidas entre los tres países. Un Ford F-150 quizás sea ensamblado en Dearborn o en Ohio, pero un porcentaje enorme de sus componentes procede de Canadá o México. Muchas piezas cruzan la frontera varias veces según son puestas a punto; casi todos los motores se fabrican en México. La inmensa mayoría de la madera utilizada en Estados Unidos para construir viviendas procede de Canadá; una cantidad descomunal de frutas y verduras es mexicana.
Es decir, Trump ha impuesto durísimas restricciones a sus tres mayores socios comerciales, incluyendo a dos aliados, por las bravas, sin más. El daño económico para México y Canadá será, con seguridad, atroz; para Estados Unidos será considerable (China seguramente inundará la UE con productos subvencionados para compensar, otra vez).
Si esto os parece incomprensible, quizás vale la pena recordar la regla de oro al observar el comportamiento de Donald Trump: el hombre se cree todo lo que dice, está convencido de que es un genio y es realmente tan idiota como parece. El presidente está convencido de que los aranceles son un impuesto que pagan otros países, no el consumidor americano; no entiende en absoluto qué significan las balanzas comerciales y concibe el mundo como un juego de suma cero. Para Trump, no hay ninguna relación entre dos actores que sea beneficiosa para ambos; si un país gana, el otro necesariamente pierde. En su cerebro cuñadil demente, un arancel es “ganar” dinero comerciando, y ahora Estados Unidos triunfa porque el resto del mundo es pequeño, tonto y debe rendir tributo al país que les protege.
Negociar con Trump de forma racional, entonces, es poco menos que imposible, porque Trump no es que sea irracional, sino que es imbécil y cree cosas que no son ciertas. La única manera de llegar a un acuerdo con él es darle algo que le haga quedar como un machote y cuadre con sus fantasías de barra de bar. Tanto Trudeau como Sheinbaum respondieron ayer con represalias comerciales, no con apelaciones a un acuerdo. Ambos entienden que Trump cree que los aranceles son buena idea y que no hay nada que puedan ofrecerle.
En Goldman Sachs y en otros bancos de Wall Street, los analistas escribían informes muy preocupados porque esta guerra comercial era mucho peor de lo que esperaban y temían efectos negativos para la economía. The Wall Street Journal, que apoyó a Trump durante la campaña, escribía un editorial airado diciendo que era una tontería.

Quizás deberían haber escuchado lo que decía.
Purgando desleales
Tras dar una amnistía general a todos los camisas pardas condenados por el asalto al Capitolio en su último golpe de Estado, haciendo exactamente lo que prometió en campaña una y otra vez, la administración Trump ha empezado a purgar a la fiscalía y al FBI de todas aquellas personas que participaron en la investigación y proceso judicial, exactamente lo que prometió hacer durante la campaña.
Trump y sus muchachos, además, están siendo bien poco sutiles. Es más, están diciendo abiertamente que no creen que puedan fiarse de los fiscales que llevaron las acusaciones y que ese es el motivo para largarlos. Sobre los agentes, se estima que más de 6.000 empleados del FBI participaron en el proceso criminal contra los centenares de personas que intentaron invalidar por las bravas el resultado de unas elecciones, incluyendo a varios líderes de milicias organizadas, o un 15% del personal. La Casa Blanca ha pedido un listado completo con todos sus detalles personales y profesionales, y se espera una purga en los próximos días. A esto se le suma la decisión reciente de echar a los jefes de varios departamentos de la agencia, o la intención de Trump de nombrar a Kash Patel, un fascista reaccionario fanático sin experiencia alguna, como su director.
Esto no debería sorprender a nadie, porque todo el mundo sabía que Patel era el favorito de Trump para el cargo, el propio presidente se pasó meses anunciando purgas contra el deep state, y porque el tipo, no lo olvidemos, intentó dar un golpe de Estado en 2021, y los golpistas, cuando llegan al poder, hacen esta clase de cosas. Ahora tenemos a columnistas expertos en seguridad nacional y analistas preocupados por estos actos sin precedentes que el candidato Trump anunció sin parar en voz alta, pero nunca se tomaron en serio.
Quizás deberían haber escuchado lo que decía.
Vale la pena decir, eso sí, que al menos en el FBI estas maniobras no se las están tomando bien. El director en funciones de la agencia envió a pastar a los apparatchiks de la Casa Blanca cuando le pidieron la lista de agentes, y hay jefes de departamento hablando en público sobre defender la agencia. No sé si servirá de mucho, pero al menos tienen más agallas que el GOP, que está aplaudiendo con las orejas.
Elon toma el estado
De todas las historias de estos días, la más preocupante, pero no inesperada, es la toma de posesión de Elon Musk como líder y tribuno del aparato administrativo del Estado. Durante la campaña, Trump y Musk hablaron sin cesar del Department of Government Efficiency (DOGE), una agencia que estaría a cargo del hombre más rico de la Tierra y a la que el presidente daría rienda suelta para “limpiar la burocracia” federal.
Hubo muchas risas, muchas chorradas sobre eso de llamar a una agencia como un meme, y muchas historias sobre cómo esta propuesta era completamente ilegal y que ni Trump ni Musk podían recortar el presupuesto federal así por las bravas sin la aprobación del Congreso. Ya, muy bonito:
Elon Musk y sus muchachos (que son, literalmente, un puñado de ingenieros de sus empresas recién salidos de la universidad) se han plantado en el Departamento del Tesoro, han pedido que le den acceso al sistema de pagos del gobierno federal y tienen ahora en sus manos no solo la información de todos los contribuyentes de Estados Unidos, sino que pueden bloquear o congelar pagos a placer sin supervisión alguna. Esto es, por supuesto, completamente ilegal; un contratista externo no tiene acceso a estos sistemas, y solo un grupo muy, muy, muy reglado y limitado de empleados puede ni siquiera acercarse a estos datos. Las agencias federales no pueden compartir datos entre ellas sin una autorización explícita del Congreso.
¿Importa eso a Trump o a Musk? Para nada. Elon lleva todo el fin de semana tuiteando entusiasmado sobre los miles de millones de fondos que está recortando así por las bravas, a pesar de que hoy mismo un juez federal exigía a la Casa Blanca paralizar todas estas maniobras. Cuando no está trasteando con el sistema de transferencias monetarias más importante del mundo, Elon estaba también intentando entrar por las bravas en otras agencias federales, como USAID (ayuda al desarrollo), e intentando que le mostraran documentos secretos (para qué creéis que Estados Unidos tiene tantos programas de ayuda al desarrollo), a pesar de no tener credenciales para ello1.
Elon se lo ha tomado mal:

El hombre que prometió dar el control del gobierno federal a un megamillonario filonazi enajenado dándole acceso a la información confidencial de todo el mundo (que probablemente han descargado a servidores externos) ha dado el control del gobierno federal a un megamillonario filonazi enajenado dándole acceso a la información confidencial de todo el mundo (que probablemente han descargado a servidores externos). Algo la mar de normal.
Quizás deberían haber escuchado lo que decía.
Otras atrocidades
Trump ha decidido revocar el estatus migratorio de cientos de miles de venezolanos que emigraron a Estados Unidos legalmente. Algo que prometió hacer repetidamente, algo que la comunidad venezolana decidió ignorar, votándole en masa, y que ha hecho una vez llegado al poder.
Trump ha borrado miles de páginas del gobierno federal para eliminar cualquier referencia a la homosexualidad, racismo, justicia social, transexuales, inclusión, o gnomos del jardín. Lo que prometió, vamos2.
Musk y sus mariachis están intentando forzar dimisiones en masa por toda la burocracia federal. El gobierno americano no es que sea más pequeño que cualquier equivalente europeo, sino que está crónicamente falto de personal en casi todas partes.
Aquí tenéis la lista completa de políticos republicanos que han expresado alguna clase de preocupación ante estas decisiones:
El partido demócrata, mientras tanto, parece estar increíblemente sorprendido de que todo esto esté ocurriendo en un país desarrollado, y están profundamente preocupados con el tema. Quizás den una rueda de prensa o envíen un par de tuits. Se lo están planteando. Los votantes, increíblemente, dicen que no confían en ellos demasiado.
Hablando de atrocidades, quiero agradecer a todos los suscriptores por vuestro apoyo, especialmente a todos los que os habéis dado de alta estos días. A los que no os habéis suscrito todavía y no os queréis perder nada, este mes hay un descuento del 30% para suscripciones anuales.
Otros artículos:
Escribo en VP sobre la burbuja de la IA, y por qué el exceso de inversión acabará teniendo efectos positivos a medio plazo.
Publico también un largo artículo en los periódicos de Vocento sobre el voto latino en las presidenciales del año pasado.
Quizás no lo de los gnomos.
Ya que ha salido el tema de Venezuela, está situación en los USA me recuerda poderosamente al golpe de estado fallido de Chávez y su posterior toma de poder y establecimiento del Estado-Dictadura Bolivariano (hasta hoy y lo que queda...) Esperemos que Marx llevase razón y la segunda vez que se repite la historia sea como una farsa y no como una tragedia.
¿La reacción de los precios a la subida de aranceles con sus aliados y la caída inminente de los servicios federales podría hacer despertar a tanto votante naranja? ¿O ni eso?
Está claro que los políticos de partido republicano están todos acojonados por que los señale públicamente Trump, pero quizás algún porcentaje importante de sus votantes despierten de su fantasía distópica antes de que sea tarde.