El larguísimo periodo de transición presidencial sigue su curso, y Donald Trump continúa nominando a nuevos cargos para su administración. Debido a la patológica deshonestidad del nuevo presidente y su bien establecida costumbre de defender una cosa y su contraria sin el más mínimo rubor durante la campaña electoral, nadie sabe realmente qué podemos esperar en enero, una vez tome posesión del cargo. Las decisiones de personal son, por ahora, la mejor pista que tenemos.
Dos teorías
Leyendo a comentaristas conservadores con variados grados de trumpismo esta semana, hay una división de opiniones curiosa sobre qué va a suceder. Por un lado, tenemos a los nacionalpatriotas, el sector del partido que se ha creído el mensaje de que los republicanos son ahora el partido de la clase trabajadora. Son, digamos, el sector más “Joe Rogan” de MAGA, los que compraron el mensaje anti-woke en lo social, pro-trabajador en lo económico, nostálgicos de la economía pre-COVID, opuestos a recortes y cómodos con el intervencionismo económico. Si los escuchas estos días, la administración que parecen esperar es una especie de peronismo a la americana; un gobierno con dejes autoritarios y abiertamente antiinmigración, pero con una política económica centrista.
En el otro lado de la escala tenemos a los tecnorevolucionarios, el sector más “techbro” de MAGA, con Musk al frente. Esta gente está hipnotizada por el Departamento de Eficiencia Gubernamental liderado por el hombre más rico del planeta y sus ambiciosas proclamas para revolucionar la administración y el gobierno americano, despidiendo millones de empleados federales. Todos ellos parecen vivir en la fantasía de que la (comparativamente minúscula) administración pública americana puede y debe ser demolida, junto a decenas de programas sociales y billones de dólares en gasto público. Están esperando ansiosos a que Trump llegue al poder e implemente una política de shock salvaje, estilo gobierno neoliberal latinoamericano (ficticio), a medio camino entre una utopía minarquista cyberpunk, que incluirá, por supuesto, la deportación de millones de inmigrantes.
Estas dos “visiones” son, obviamente, completamente incompatibles entre sí, más allá del nativismo desaforado de ambas. Dice bastante del talento político de Trump que dos facciones tan completamente opuestas estén convencidas de que el presidente está de acuerdo con sus ideas. Dice mucho de la radical, persistente estupidez de estas dos facciones que sean incapaces de entender que Trump está mintiéndole a alguien, sin sospechar que quizás están haciendo el pardillo.
Si miras a quién está nombrando Trump a cargos de responsabilidad estos días, lo más probable es que esté engañando a ambos grupos.
Nombramientos normales…
El ejemplo más claro de esta tendencia es Scott Bessent, la elección de Trump para secretario del Tesoro. Bessent es el propietario de Key Square Capital Management, un hedge fund fundado en 2015. Politólogo educado en Yale, hizo carrera trabajando para George Soros (es uno de los autores del épico pelotazo contra la libra esterlina en 1992) antes de montar su propio chiringuito. Aunque ha hablado en favor de los aranceles, es partidario de implantarlos de forma estratégica y limitada. Bessent no es un populista económico, ni es un chiflado ansioso de volar el gobierno por los aires; es una criatura de Wall Street de lo más convencional.
El resto de la administración tiene nombramientos similares. Lori Chavez-DeRemener, en Trabajo; Scott Turner1, en Vivienda; Doug Burgum, en Interior; o Sean Duffy2, en Transporte son gente más o menos distinguida, pero no dejan de ser republicanos bastante convencionales. Ninguno de ellos tiene una pasión ideológica pronunciada sobre el tema que van a gestionar, señal inequívoca de que a Trump esto de gobernar le importa un pimiento. En otra muestra de desidia, el único tipo que sí ha hablado sin cesar sobre un tema en concreto es el nuevo secretario de Energía, Chris Wright, un veterano de la industria petrolera que quiere producir más combustibles fósiles. Por suerte o por desgracia, las competencias sobre extracción de recursos naturales recaen en Interior; el Departamento de Energía es minúsculo y básicamente sólo se dedica a regular el sector nuclear, incluyendo el arsenal atómico del país3.
…y radicales
Trump sólo ha nombrado a gente con un marcado perfil político en las dos áreas que le preocupan: seguridad nacional e inmigración. En inmigración tenemos a Stephen Miller y Thomas Homan, dos fanáticos racistas. En seguridad nacional, Trump estaba convencido durante su primer mandato de que el deep state estaba saboteando su presidencia, ya fuera con investigaciones o pesquisas legales, ya fuera desobedeciendo o subvirtiendo sus órdenes. Esa percepción es casi correcta; los servicios de inteligencia realmente estaban investigando a Trump porque el buen hombre no hacía más que “coincidir” con espías rusos, y el Pentágono realmente interpretó muchas de sus directivas de forma creativa porque eran increíblemente estúpidas. Así que Trump ha decidido nombrar a gente completamente fuera de la órbita del Pentágono en Defensa (Hegseth) e Inteligencia (Gabbard), y una gobernadora trumpista en Seguridad Nacional (Noem).
La guinda en esta serie de indocumentados dementes era, por supuesto, Matt Gaetz, el chiflado fanático que tantas tardes de gloria nos había dado con sus maniobras de sabotaje psicóticas en la Cámara de Representantes. Sus múltiples escándalos sexuales y más que probables acusaciones de pedofilia, aparte del odio declarado de casi todo el partido, lo hicieron del todo inviable, y acabó por renunciar al nombramiento.
Su sustituta es ciertamente mejor (porque con lo de la pedofilia el umbral está muy bajo), pero es igual de peculiar: Pam Bondi, exfiscal general de Florida. A Bondi quizás la recordéis como un personaje secundario en la primera campaña de Trump, allá por 2016. Por aquellas fechas, su departamento estaba investigando por fraude al entonces candidato republicano por ese chiringuito infame llamado Trump University. Trump, a través de su fundación, donó 25.000 dólares a la campaña de Bondi (el fiscal general es un cargo electo en Florida) y le cedió el uso de Mar-A-Lago para una gala para recaudar fondos; Bondi decidió abandonar la investigación poco después. Este comportamiento abiertamente deshonesto (cuando no corrupto) la descartó para un nombramiento durante el primer mandato, pero tras la reelección de Trump parece que todo vale.
Absurdidades
Quedan dos áreas, digamos, “peculiares” de nombramientos. En salud pública, Trump ha nombrado al degenerado de RFK Jr. en Sanidad. El resto de los cargos en esta área son casi igual de absurdos: Mehmet Oz, un doctor televisivo (que perdió unas elecciones al Senado en Pensilvania en 2022), en Medicare; Dave Weldon, otro antivacunas, en la CDC; Martin Makary, comentarista de Fox, en la FDA; y Janette Nesheiwat, también de Fox News (la gran cantera de esta administración), como surgeon general (cirujana general, quien lleva las campañas de salud pública). Trump guarda un profundo rencor al establishment médico tras la pandemia, y está convencido de que los confinamientos y la “desinformación” sobre el coronavirus le sabotearon la campaña. Así que, como respuesta, ha colocado un montón de patanes indocumentados antivacunas en casi todas las agencias.
Dejamos para el final el DOGE, o “Department of Government Efficiency”, el chiringuito de Elon Musk y Vivek Ramaswamy para “modernizar” el gobierno federal y reducir billones de dólares en gasto público. Su gran promesa es eliminar cientos de miles de puestos en la burocracia y ahorrar montañas de dinero. Parece bastante obvio que Musk nunca se ha preocupado por mirar la estructura de costes del gobierno federal, una administración que sólo dedica un 4,3% a gastos de personal. Un 0,6% de la población trabaja para el gobierno, una cifra que está en mínimos históricos4. Los empleados federales, además, suelen tener sueldos inferiores a los del sector privado, así que ni siquiera puedes ahorrar demasiado recortando salarios.
La realidad es que el gobierno federal de los Estados Unidos es uno de los ejemplos más claros de “compañía de seguros con tanques” en las administraciones públicas occidentales. La inmensa mayoría del gasto se dedica a pensiones (21%), transferencias directas (8%) y sanidad (33%, repartido entre Medicare, Medicaid y veteranos). La otra partida relevante es defensa (18%). Es indudable que existen ineficiencias, porque en un presupuesto de más de cuatro billones siempre habrá algo de despilfarro. Pero la inmensa mayoría del dinero son servicios puros, y recortar cualquiera de ellos es increíblemente difícil. Trump no pudo ni siquiera eliminar la (comparativamente pequeña) reforma de la sanidad de Obama en su primer mandato, y es dudoso que tenga los votos para grandes hachazos en el Congreso.
Mi sospecha es que Trump, o la gente que está llevando este tema en la transición, saben que Musk y Vivek están diciendo chorradas y haciendo postureo, pero que todo este invento es un comité de fantasía. DOGE no será un departamento “real” autorizado por el Congreso, y no tendrá más autoridad que lo fuerte que chillen sus responsables. El insulto final, me parece, es la decisión de nombrar a la idiota terminal de Marjorie Taylor Greene, la única persona más detestada que Matt Gaetz, como líder del “comité especial de la Cámara de Representantes” para la eficiencia gubernamental. MTG es profundamente idiota, y una señal clara de que toda esta iniciativa es un teatro para palurdos y gente que ve demasiadas horas de Fox News, pero nada que vaya a impulsar cambios reales.
Prioridades y cargos
Resumiendo: ahora mismo creo que Trump va a ser un republicano “normal” en casi todos los temas. Al igual que durante su primer mandato, recortará impuestos a los ricos y eliminará regulaciones al azar, pero no irá mucho más allá. Las excepciones serán inmigración y seguridad nacional, donde será tan fascista como decía ser. En sanidad ha dado las llaves a un puñado de patanes que probablemente no sean capaces de hacer nada aparte de sabotear la salud pública del país durante generaciones.
¿Es esto bueno o malo? La primera administración de Trump fue un desastre, así que “más de lo mismo, pero con más fachas” no es bueno en absoluto. La esperanza, otra vez, es que sean demasiado incompetentes como para romper nada de forma irremediable antes de las midterms, y que el estado mental de Trump no degenere demasiado.
Bola extra
Por cierto, os habréis dado cuenta de que no he mencionado a J.D. Vance. Es vicepresidente, y como tal, no cuenta para nada. Su trabajo es estar por Washington en caso de que el jefe se muera. Su único encargo estos días fue hablar con senadores para convencerles de que votaran a favor de Gaetz y Hegseth. De momento Gaetz ya ha palmado, y Hegseth, que parece tener una violación en su historial, va camino de meterse en problemas.
El sector del automóvil está suplicando a Trump que mantenga las regulaciones en favor de los coches eléctricos.
La ley de cambio climático de Biden será difícil de derogar - casi toda la inversión en energía limpia es en estados republicanos.
Trump insistió toda la campaña que él no tenía nada que ver con lo del Project 2025. Su administración está llena de gente que participó en ese informe.
Trump tiene la curiosa obsesión de nombrar a afroamericanos a este departamento, cuyo nombre completo es “vivienda y asuntos urbanos”.
Alguien que empezó su carrera pública en Real World Boston, un reality en la MTV.
El departamento fue creado por Carter, en 1977. Inexplicablemente, también incluye toda la investigación en genética del país; el genoma humano fue un proyecto de esta gente.
La mayoría del empleo público está a nivel municipal, ya que son quienes llevan educación y seguridad ciudadana. Los estados están en segundo lugar. El gobierno federal siempre ha sido pequeño; en 1960 empleaba un 1% de la población.
Aunque no forma parte de los nombramientos, el personaje más peligroso de la corte del payaso es Peter Thiel, un alemán que ya no es alemán sino americano con ciudadanía neozelandesa que ha estado en Nueva Zelanda 11 días en toda su puta vida (algo que debería vetarle tener la nacionalidad). Este anormal, que se inyecta sangre de gente joven y tiene un búnker en propiedad en Nueva Zelanda no es muy difícil intuir las razones (de su cabeza), fue el empleador de Vance y con toda probabilidad su padrino. Si JFK Jr es un pirao, este tío es Calígula versión Robert Graves.
Trump es el mismo de hace cuatro años. Este tìo dejó de crecer a los 6 años de forma emocional y a los 13 de forma racional. Debe tener algún síndrome sin identificar porque ser un sinvergüenza, un caradura, un chorizo y un majadero está al alcance de cualquiera, pero reunir esas cualidades con las de bufón, es que Mussolini se dejó las cachas intentándolo y ni de coña. Y dicho sea de paso, Perón se vanagloriaba de tener palabra y honrarla, es sólo que "Perón tarda, pero cumple", sus propias palabras. Este tío la palabra la usa como armamento termobárico.
Muy buen articulo, igual me sorprende que uses el peronismo cuando podes poner de ejemplo a FDR, que es lo más peronista que tuvo eeuu, en mi opinión. Pero se entiende el punto de los dos Trump que pueden gobernar. No coincido con tu menosprecio a RFK, una persona que incluso estuvo en la mira de Obama para nombrarlo en salud, una persona que luchó y le ganó un jucio a Monsanto y que quiere implementar regulaciones alimentarias como las hay en la UE. No me parece un desquiciado. Saludos