Uno de los elementos persistentes de la carrera política de Donald Trump es que es poco menos que imposible seguir todos sus escándalos. Ya en la campaña del 2016 uno de sus estrategas de campaña, Steve Bannon, ganó cierta infamia al describir su teoría sobre la candidatura como “inundar la zona de mierda”: básicamente tener tantas polémicas, guerras dialécticas, insultos, casos de corrupción, pleitos y locuras sin precedentes copando portadas a la vez como para hacer imposible que nadie recordara nada.
La imagen de Trump, como personaje público, es alguien que siempre está siendo criticado por medio planeta sin cesar, pero que en vez de avergonzarse contraataca, desafiante, con burradas aún peores. Los escándalos constantes son, para sus seguidores, un ejemplo del odio que esa gente (las élites, los masones, los comunistas, los intelectuales, los globalistas, etcétera) sienten contra el verdadero paladín del pueblo.
Hay un escándalo de tiempos pretéritos, sin embargo, que en la cosmovisión de la derecha trumpista ocupa un lugar especial. Es un caso antiguo, sórdido, y que está en el centro de muchas de las teorías conspiranoicas de los vertederos más tóxicos de la derecha. Es también, una polémica que Trump y su entorno han explotado durante años: Jeffrey Epstein.
El degenerado de Wall Street
La historia de Jeffrey Epstein es sórdida, desagradable, confusa y repugnante, y mucho más larga de lo que puedo cubrir aquí sin provocar vómitos. Nacido en una familia de clase media en Brooklyn, Epstein fue profesor de matemáticas en un colegio privado en Manhattan antes de entrar a trabajar en Bear Sterns a finales de los setenta. Tenía cierto talento, aunque tuvo que dimitir tras ciertos “problemas contables”. En 1981 abrió una consultoría, y en 1988 un fondo de inversión.
Su gran golpe de suerte ocurrió cuando se encontró con Leslie Wexner, el dueño de la empresa de lencería femenina Victoria’s Secret, y se ganó su confianza ciega. Epstein manejó sus finanzas y se enriqueció considerablemente, invirtiendo su fortuna en cosas como CDOs (ups) en Bear Sterns (ups), entre otros pufos variados. La buena noticia para Epstein es que allá el 2007, cuando todas estas inversiones se fueron a hacer gárgaras, estaba ocupado en otros temas más importantes.
La mala es que el FBI le estaba investigando por ser el cerebro de una red de pedofilia y extorsión a gran escala.
Aquí es cuando la historia empieza a complicarse bastante, y es difícil separar realidad y leyenda. Los informes del FBI hablan de que Epstein abusó de decenas de chicas menores de edad. También, según recogen muchos artículos de prensa, que el tipo tenía cámaras ocultas tanto en su casa en Nueva York como en su mansión en una isla privada en el Caribe donde grababa las aventuras sexuales de muchos de sus amigos y conocidos con menores.
Quiénes eran esas amistades (o clientes, ya que probablemente pagaban por ello) es objeto de copiosa especulación, mitología y leyenda. Epstein era famoso, por aquel entonces, por ser “carismático”, “brillante”, y “una persona fascinante”, y conocía esencialmente a todo el mundo que era remotamente famoso o conocido en Nueva York, incluyendo políticos, banqueros, actores, cantantes y cualquier persona con poder e influencia que os podáis imaginar.
A finales del 2007, sin embargo, el fiscal federal en Florida, Alexander Acosta, llegó a un acuerdo judicial con los abogados de Epstein. De forma inexplicable, el FBI le dio inmunidad casi completa, en un acuerdo secreto que no fue comunicado a sus víctimas. Según Acosta, alguien le dijo que Epstein era “cosa de los servicios de inteligencia” y que lo dejara en paz. Los cargos se redujeron a dos delitos de prostitución, 18 meses de cárcel, e indemnizar a 36 víctimas. Un año después, Epstein fue condenado en Florida también por cargos menores, con una sentencia igualmente reducida. Aunque tras su liberación salieron a la luz más posibles crímenes de Epstein, la fiscal general de Florida entonces, Pam Bondi, rechazó investigar nada.
No fue hasta julio del 2019 cuando Epstein fue detenido de nuevo, esta vez en Nueva York. la policía encontró videos, fotos, y material delictivo variado; fue enviado a prisión sin fianza. El 23 de julio, en circunstancias que nunca fueron aclaradas por completo, fue atacado por otro preso que intentó asfixiarle, pero sobrevivió. Le trasladaron a otra celda, compartida con otro prisionero, y los guardias comprobarían su estado cada 30 minutos.
El 9 de agosto, su compañero de celda fue trasladado a otra prisión. Los guardias se quedaron dormidos durante tres horas, sin visitarle. Dos cámaras en el pasillo se estropearon esa noche.
A la mañana siguiente, Epstein fue encontrado sin vida en su celda. Según el departamento de justicia y el fiscal general, William Barr, se había suicidado.
Conspiraciones
No hace falta ser demasiado creativo o malpensado para inmediatamente imaginar toda clase de teorías de la conspiración sobre el caso Epstein. Quiénes eran sus amigos famosos, quién le estaba protegiendo, por qué fue detenido de nuevo el 2019, si fue realmente un suicidio o un asesinato.
Durante toda la campaña del 2016, los vertederos de internet conservadores hablaron sin cesar sobre la “amistad” de Bill Clinton con Epstein, así como de otros políticos demócratas. Este es el origen de todas las conspiraciones sobre la red de pedófilos internacional que ocultaba Hillary Clinton, las dementes lecturas de algunos de los correos electrónicos filtrados por Wikileaks, y el absurdo escándalo de Pizzagate, que acabó con un tarado liándose a tiros en una pizzeria en Washington DC porque había llegado a la conclusión que ahí se traficaba con menores.
Las teorías, inevitablemente, se extendieron a casi cualquier demócrata que quisieran, porque eso es lo bonito de las conspiraciones imaginarias, que llegan donde quieres. El grito de guerra de MAGA, durante años, ha sido pedir que “publiquen la lista” de clientes de Epstein, para desenmascarar todos los pervertidos y degenerados que dominan secretamente el gobierno de Estados Unidos.
Detalles
Lo que estos teóricos solían dejar de lado, no obstante, es que Donald Trump, según parece, era muy amigo de Epstein. Como todo lo que rodea el caso, la relación exacta entre ambos está bien poco clara. Trump, en una entrevista el 2002, dijo que conocía a Epstein desde 1987, y hay videos de los dos hombres de fiesta a principios de los noventa. En una larga entrevista que Epstein concedió a Michael Wolff, dijo que era su mejor amigo.
Alexander Acosta, el fiscal que llegó al acuerdo con Epstein el 2008, fue secretario de empleo en la primera administración Trump, y dimitió poco después de que Epstein fuera detenido por segunda vez. Pam Bondi, la fiscal general de Florida que renunció a presentar cargos durante años, es la fiscal general de Trump ahora mismo.
Lo bonito de ser un cultista de Trump es que estas cosas parecieron no importar a nadie; durante los últimos cuatro años el propio Trump, sus hijos, y medio universo MAGA se han dedicado a repetir hasta la extenuación que hay que “publicar la lista de Epstein”, preguntándose por qué Biden la ocultaba, y prometiendo que ellos le harían al llegar al poder.
Bueno, ganaron las elecciones.
No hay lista
Pam Bondi, junto a Kash Patel, el esperpéntico director del FBI, reabrieron, entre muchos y ruidosos aspavientos, la investigación sobre la muerte de Epstein. Anunciaron que iban a buscar, encontrar y publicar la lista de clientes. Se iba a hacer justicia. Sabríamos la verdad.
Meses después, el FBI anunciaba que, tras revisar el caso, lo de Epstein fue realmente un suicidio, y que iban a publicar el video de la única cámara del pasillo que funcionaba esa noche, sin editar. Pam Bondi, poco después, emitía un comunicado que la lista de clientes de Epstein no existía, y no podía ser publicada.
Reacciones
Lo habitual es que, cuando se trata de Trump, sus bases ignoran las malas noticias y cambios de opinión del jefe por completo. El líder dice A hoy, pero resulta que hoy es B. Eurasia ya no está en guerra con Oceanía, las palabras de Trump son nuestra fe, y listos.
El caso Epstein, sin embargo, ha sido recibido de forma distinta. La existencia de una gran conspiración pedófilo-globalista de las élites está en los cimientos de la paranoia histérica de gran parte de la derecha reaccionaria americana. Cientos, miles de vendehumos, influencers, blogueros, medios ultra, activistas y cretinos variados han construido toda una carrera sobre variaciones y devaneos de esta historia sórdida y grotesca. Epstein estaba en el centro de la cosmovisión de Q-Anon. Trump era parte del plan. Íbamos a saber la verdad ahora y descubrir todo, ¿y ahora nos dicen que no existe? ¿Y el “video” de la cárcel está editado y manipulado y le falta un minuto? ¿Pero esto qué es?
Por primera vez desde hace años (como mínimo, desde los días inmediatamente posteriores al 6 de enero del 2021, el asalto al Capitolio1), los líderes del trumpismo militante están indignados con el presidente. Muchos piden la cabeza de Pam Bondi por “traicionar” al movimiento y una investigación especial. Dan Bongino, el ex-podcaster (y conspiranoico entusiasta) director adjunto del FBI, ha amenazado con dimitir.
Lo curioso es que este malestar ha seguido durante toda la semana; tanto en X como en Truth Social, los “líderes” de MAGA, ultras variados y reaccionarios están criticando al presidente sin descanso. Los demócratas, por una vez, se han subido a la fiesta, preguntándose por qué no hay una lista y pidiendo que den explicaciones.
Demostrar lo imposible
Lo más cómico de todo este asunto, por supuesto, es que es muy posible que la lista no exista, y que Epstein fuera únicamente un pervertido, no un chantajista enajenado. Es perfectamente plausible que se suicidara. Que se fuera de rositas el 2007 simplemente era consecuencia de que tenía mucho dinero, abogados caros, y amigos influyentes, pero nada más que eso.
Pero claro, Bondi y el FBI están obligados a demostrar que algo no sucedió. Cualquiera que se ha peleado como un conspiranoico sabe que es básicamente imposible convencer a nadie llegados a este punto, y más cuando, ahora sí, todo el mundo parece acordarse de que Trump conocía a Epstein, este muere con Trump en el poder, y que quizás, sólo quizás, Pam Bondi tiene algún interés personal en que nada se haga público.
Porque a ver, todo este asunto quizás no sea más de lo que dicen que es, pero anda que no es fácil imaginar lo peor. Porque sórdido lo es de narices.
Consecuencias
Ahora es cuando viene eso de que digo que sí, un horror, gente muere, apocalipsis inminente, pero Trump se irá de rositas como siempre, claro.
O quizás esta vez, no. Porque si hay algo que es distinto aquí es que Trump parece estar genuinamente preocupado de toda la polémica. Este no es un mensaje demasiado normal:
No lo traduzco porque es histéricamente intraducible, pero no es demasiado convincente. Las respuestas son casi unánimes en enviar a parir a Bondi y llamar al presidente cobarde.
El caso Epstein es la clase de historia que “vive” en los márgenes de la política, entre opinadores que no hacen demasiado caso a leyes y presupuestos, pero sí a las historias y batallas asociadas. La idea de que Trump no es un aliado, sino un miembro más de la élite que encubre la corrupción, es peligrosa para su apoyo entre las bases más motivadas y feroces del partido, la clase de gente que ha cuadrado a legisladores temerosos de sufrir unas primarias.
Veremos cómo sigue, pero este es un escándalo que ha indignado a los republicanos más que a nadie. Es muy inusual estos días ver a Trump a la defensiva con su propio partido.
Que sea debido a una conspiración histérica de unos pocos chiflados, por supuesto, hace que sea especialmente delicioso.
Nota final:
Si os gusta Four Freedoms, os podéis suscribir con un 40% de descuento por un año estos días. Mucha gente se apuntó tras el último correo (¡gracias!), y espero que os animéis algunos más. Tendremos algún correo y tertulia sólo para suscriptores los próximos días.
E incluso entonces, muchos no le criticaron.
Quizá Elon Musk use esto contra Trump. Ya había insinuado algo ¿no?
No hay nada como tejer otra conspiración para seguir sin tener que dar explicaciones de la primera, como dices vamos a "inundarlo todo de mierda" y entre tanto malo olor, no se percibirá nada en concreto.