La última vez que hablé del posible cierre del gobierno federal fue a principios de mes, cuando explicaba como Ezra Klein, uno de los columnistas de referencia del partido demócrata, se declaraba partidario de que los demócratas se negaran a pactar con Trump.
Hoy martes a medianoche el gobierno federal se quedará, oficialmente, sin autoridad presupuestaria del Congreso para seguir operando. La ausencia de fondos asignados por los legisladores hará que el ejecutivo cierre sus puertas. Los únicos empleados federales que seguirán trabajando serán aquellos designados como servicios esenciales, como el FBI, controladores aéreos, fuerzas armadas, y gente vigilando reactores nucleares. El resto se quedarán en casa. Nadie recibirá su salario; las nóminas se quedarán sin pagar.
Los programas sociales como pensiones, Medicare, SNAP y demás seguirán operando1, pero si alguien tiene algún problema, nadie cogerá el teléfono. En las oficinas de la seguridad social sólo quedarán los informáticos vigilando que el sistema no se rompa. La agencia tributaria seguirá cobrando impuestos (pero no haciendo inspecciones fiscales) y el tesoro pagando facturas y los intereses de la deuda, pero nada más.
Y todo esto sucederá porque, primero, el sistema legislativo de este país es una antigüedad completa y no saben qué es “prorrogar presupuestos”, y segundo, porque demócratas y republicanos no sólo son incapaces de llegar a un acuerdo; es que no quieren.
El dichoso senado
Lo recuerdo cada vez, pero otra vez, para los despistados: los presupuestos necesitan ser aprobados por las dos cámaras. El senado, por una serie de burradas y tradiciones que no vienen al caso, requiere una mayoría de tres quintos para cerrar el debate y poder llevar algo a votación.

Los republicanos sólo tienen 53 senadores, así que necesitan siete votos demócratas. La única manera de evitar un cierre es un acuerdo entre ambos partidos. Eso es lo que no parece que tenga visos de suceder mañana.
Negociando… ¿qué?
El principal problema al que se enfrentan los líderes de ambos partidos es que, incomprensiblemente, nadie parece saber sobre qué quieren debatir o qué pedir del otro bando.
Los republicanos
Empecemos por la administración Trump y el partido republicano. En un universo normal el presidente de los Estados Unidos no quiere enviar a millones de empleados a casa sin cobrar, ni quiere ser el jefe de un ejecutivo que no puede implementar nada porque no hay presupuestos. En esta dimensión extraña y bizarra en la que vivimos estos días, la Casa Blanca parece estar buscando activamente el cierre del gobierno federal.
Durante la última semana, la oficina presupuestaria de la Casa Blanca ha estado enviando a los departamentos y agencias a lo largo y ancho del ejecutivo instrucciones sobre qué hacer cuando se queden sin dinero, y los planes de la administración asociados. Habitualmente, cuando hay un cierre, el gobierno suspende a sus empleados temporalmente; esta vez Russ Vought, su director, ha dicho que se preparen para despedir a todos aquellos trabajadores que sean considerados no esenciales y eliminen sus puestos de forma permanente.
Esto puede parecer una locura, hasta el punto de que la mayoría de los medios la están tratando como una estrategia de negociación, no una medida real. Como es habitual en la administración Trump, sin embargo, esta maniobra es algo que Russ Vought lleva años defendiendo, formaba parte del paquete de estrategias del Proyecto 2025, el programa electoral no oficial del GOP, y es muy probable que sea perfectamente legal.
Es decir: si alguien estaba prestando atención, esto es lo que dicen que quieren hacer. El hecho de que sea una medida extraordinaria, indiscriminada y casi seguro increíblemente impopular no parece importarles demasiado, ni aquí ni en el resto de fascistadas que prometieron y que nadie se tomó en serio.
Quizás demoler a medio gobierno federal a la tremenda sea demasiado, más que nada porque el resto de los miembros del gabinete de Trump quizás quieren hacer algo desde el gobierno, de vez en cuando. Pero a estas alturas creer que los kamikazes trumpistas no hablan en serio o esperar que algún republicano contradiga al presidente es una fantasía.
Los demócratas
Ante esta amenaza, los líderes demócratas en el Congreso, Chuck Schumer (senado) y Hakeem Jeffries (cámara de representantes) acudieron ayer a la Casa Blanca para intentar cerrar un acuerdo. Uno esperaría que, ante la posibilidad de un cierre de gobierno impopular que puede ir acompañado por una oleada devastadora de despidos, el partido construyera una lista de exigencias coherentes, bien diseñadas, y populares, que incluyen un compromiso firme por parte de la Casa Blanca de respetar las leyes y no hacer recortes o subir aranceles de forma unilateral, usurpando los poderes del Congreso.
Digamos que no han conseguido hacerlo.
Hasta donde yo sé, y mira que estoy obsesionado con estos temas, Schumer y Jeffries quieren “proteger la sanidad” y estarían dispuestos a firmar algo si los republicanos aceptan no eliminar una serie de créditos fiscales a seguros médicos subvencionados bajo la Affordable Care Act que expiran el año que viene.
Es un tema sin duda muy importante para los tres o cuatro millones de familias que usan ese programa. Es también un mensaje delirante con el que meterse en una guerra presupuestaria contra un ejecutivo cada vez más autoritario que tiene por costumbre ignorar la ley por completo, perseguir a sus enemigos, y enviar a paramilitares a ciudades a secuestrar a gente al azar por las calles para deportarles.
Donald Trump se ha tomado sus demandas completamente en serio. Esto es lo que colgaba ayer en su red social tras su reunión con ellos:
El presidente:
Si la historia no es lo suficiente deprimente hasta ahora, hay señales relativamente claras que a Trump todo esto le importa un comino. Cada vez que le preguntan algo sobre los presupuestos, el hombre genuinamente no parece tener ni idea de lo que está hablando, ni parece entender qué recortes de sanidad los demócratas quieren revertir. El tipo parece estar dejando que Vought haga la que quiera, y está muy ocupado haciendo todo lo que le pide Netanyahu, enviando tropas federales a ciudades al azar y posteando deepfakes de teorías de conspiración al azar.
Vought está construyendo, una barrabasada autoritaria tras otra, su sueño de una presidencia omnipotente y libre de ataduras. Trump quiere usar ese poder para castigar a gente que le cae mal y poco más. No diré eso de que Stephen Miller, Vance y el resto de las criaturas del pantano ejercen el poder a espaldas de un Trump inocente, porque los cosacos siguen estando a las órdenes del zar.
Pero que Trump no está demasiado, digamos, despierto, es cada vez más obvio.
¿Y ahora qué?
Ni idea.
No sé si Vought habla en serio. Si ese es el caso, no dudo que los demócratas acaben avanzando hacia la retaguardia a una velocidad de vértigo, porque no tienen ni idea sobre cómo defender nada. Si los republicanos tuvieran sentido del humor, aún acabarían exigiendo que votaran más recortes a cambio de no destruir medio gobierno federal.
Si Vought no habla en serio, o si el resto del gabinete (y partido republicano) deciden que destruir el estado hasta sus cimientos es quizás mala idea, el cierre seguramente se alargue un poco. Los demócratas acabarán por rendirse, porque primero son demócratas, y segundo porque tienen “mantener créditos fiscales para seguros médicos en el mercado individual regulado” como grito de guerra, un mensaje no especialmente potente.
En el improbable caso de que los demócratas resistan un ratito y Trump no quiera ser visto como débil por tener el gobierno cerrado, no me extrañaría que los republicanos decidan cambiar las normas del senado y permitir que los presupuestos sean aprobados con 51 votos. Ese sería, creo, el resultado menos malo posible; el filibuster es una reliquia autoimpuesta que hace el país ingobernable. A largo plazo, su desaparición hara más bien que mal.
Por descontado, hay otros resultados posibles. Los demócratas son muy creativos para humillarse de la forma más inútil posible, y la administración Trump es perfectamente capaz de romper más cosas. La agenda de Vought y MAGA es increíblemente impopular, así que hay un universo posible en que los demócratas dan con la tecla para hacer que el cierre federal acabe haciendo daño al presidente. Por desgracia, lo que pedía a Klein hace unas semanas (un cierre, pero con un mensaje claro para hablar sobre los excesos de la administración) se ha convertido en un sainete.
Lo más tristes es que no estoy seguro si un contacto excesivo con consultores y encuestadores ha hecho que los demócratas estén aterrados de defender sus principios, o si realmente no tienen ninguno. Pero enfrentarse a un régimen autoritario gritando “créditos fiscales” con entusiasmo y energía es francamente patético.
Bolas extra:
Eric Adams, el peor alcalde de Nueva York, ha retirado su candidatura a la alcaldía. Eso deja a Mamdani, Cuomo, y al friki con boina como los únicos candidatos. Mamdani sigue siendo el favorito.
El plan de paz de Trump para Gaza incluye, inexplicablemente, nombrar a Tony Blair como virrey, o algo parecido.
El apoyo de los americanos a Israel, mientras tanto, se está hundiendo en los sondeos. Netanyahu ha conseguido que Israel pase a ser un tema partidista; los demócratas están muy en contra de su gobierno. Las consecuencias a largo plazo de esta estrategia es un Israel completamente aislado.
Google decide rendirse y pagar $24,5 millones a Trump por echarle de YouTube tras dar un golpe de estado. Este es otro caso que la empresa habría ganado con facilidad en los tribunales, pero es más fácil y provechoso sobornar al presidente.
Las investigaciones federales contra narcotráfico han caído a mínimos históricos porque Trump tiene a todo el gobierno federal deportando gente.
Hoy es el último día para subscribirse a Four Freedoms con un 40% de descuento y entrar en el sorteo de la editorial de una copia de “Por qué se rompió Estados Unidos: Populismo y polarización en la era Trump”.
Quiero agradecer, por cierto, a los nuevos subscriptores, y a todos los que lleváis meses o años apoyando este proyecto. Por primera vez desde que empecé, más de un 10% de lectores está subscrito al boletín. Motiva muchísimo.
Legalmente, porque o bien se financian a través de un fondo separado, que no forma parte de los presupuestos generales, o porque el gasto ha sido autorizado en otra ley distinta. Sí, es un galimatías.