El otro día hablaba sobre el triste, plañidero debate interno del partido demócrata, y sus intentos por construir un mensaje alternativo a la presidencia de Trump, una línea de oposición clara.
Por aquel entonces, las facciones del partido dudaban si era mejor oponerse a todo, alarmados ante el autoritarismo creciente de Trump, concentrarse en unos pocos temas específicos, como economía, inflación, y recortes en servicios públicos o esperar que el presidente metiera la gamba espectacularmente él solito para pasar al ataque.
Las peleas internas continúan, porque estamos hablando del partido demócrata y lo de atizarse entre ellos es lo que más les divierte. Lo único que ha cambiado es que ya nadie pide paciencia y calma, porque Trump ya se ha preocupado él solito de asustar al personal con deportaciones salvajes y aranceles. Hoy no hablaremos tanto de esos desastres, sino sobre cómo un partido americano en la oposición se organiza (es un decir) y construye una estrategia de oposición clara. También por qué, en este punto en concreto, los demócratas tienen algunas desventajas estructurales considerables.
Partidos que no existen
Algo que repito una y otra vez, y que desarrollo en detalle en el libro, pero que es increíblemente importante en política americana: los partidos políticos no existen. Al menos, no existen como algo que sea reconocible para un observador europeo, con quizás la única excepción (y muy relativa) de Francia.
Supongamos que, en un ataque de fervor cívico, el año que viene quiero ser candidato demócrata a legislador estatal en mi distrito. Aunque las reglas y plazos exactos varían de un estado a otro, lo único que tengo que hacer para aparecer en la papeleta de primarias es recoger unos pocos centenares de firmas de votantes registrados y un poco de papeleo. Una vez cumplidos estos requisitos, es cosa de ganar las primarias (en las que votan, con suerte, un par de millares de votantes) y las generales.
La historia es un poco más complicada en los márgenes (puedo buscar el apoyo del comité local del partido para aparecer como candidato “oficial” en las primarias, tengo que recaudar fondos, etcétera), pero mi autonomía como candidato es casi completa. Nadie ha decidido si estoy en listas o no, ni me he tenido que comer militancia, agrupaciones locales1 y delegados. El papel del partido demócrata “institucional”, el comité del partido, es organizar las primarias2 y ejercer como marca que agrupa a candidatos-no-de-derechas, pero poco más.
Esta estructura se repite, con variaciones menores, en todos los niveles de la política americana. Las élites del partido (donantes, otros cargos electos, notables locales, alcaldes…) tienen cierta capacidad de influir en las primarias, especialmente reclutando candidatos, pero no “dirigen” nada. Cuando un senador o congresista jura el cargo en Washington, quizás deba favores o lealtad a otros líderes de la formación, pero no está sometido a relación jerárquica alguna. La única manera de echarlos es vía primarias.
Organizar el caos
A efectos prácticos, esto quiere decir que en Estados Unidos no existe un “líder del partido” como tal.
Ken Martin, el director del Comité Nacional Demócrata, es un don nadie que tiene como principal trabajo recaudar dinero, hacer encuestas, llevar las bases de datos del partido y canalizar fondos a candidatos en elecciones competitivas. Incluso con los recursos a su disposición, la mayoría de las donaciones van directas a las campañas de los candidatos. El partido ayuda, pero no “gana” elecciones.
El líder de la minoría demócrata en la cámara de representantes y senado tiene capacidad de asignar legisladores a comités desagradables si se portan mal, pero dado que no controlan el congreso, tampoco es que nadie del partido pueda sacar leyes adelante. El reglamento parlamentario no ayuda; en la cámara baja, el Speaker tiene un control enorme sobre la agenda; en la cámara alta, los senadores tienen tanta autonomía que un legislador puede ir bastante por libre sin que puedan llamarle al redil, y gracias a los mandatos de seis años, las potenciales primarias suelen estar muy lejos.
Si tener algo parecido a disciplina en el congreso es complicado, coordinar mensajes con las decenas de gobernadores, fiscales generales, tesoreros, secretarios del estado y cargos electos por todo el país es sencillamente imposible. Tenemos cientos de tipos escogidos de forma independiente, y nadie que pueda ejercer de líder nacional. El único cargo electo que es votado por todo el país es el presidente, y las primarias del 2028 quedan lejísimos.
Incentivos divergentes
Cualquier político demócrata, en un contexto así, tiene que buscar un equilibrio entre dos prioridades. La primera, su reelección, así que tiene que hacer caso a su distrito o estado. En un país tan diverso, lo que te hace ganar elecciones en Nebraska tiene poco que ver con lo que te hace ganar en Nueva York, así que tendrás a gente con mensajes muy distintos.
Segundo, un político casi siempre estará también pensando en su carrera a medio plazo. Si eres representante, esto puede ser una mezcla entre ganar antigüedad y buena prensa dentro del grupo parlamentario para llegar a presidir un comité importante. También puede ser hacer postureo para presentarte a senador cuando haya una vacante, gobernador de tu estado, o algún cargo en el ejecutivo. Si eres senador, el postureo será parecido, pero con la diferencia que tu siguiente paso es secretario de estado, vicepresidente o la presidencia. Los gobernadores suelen tener ideas parecidas.
Sus maniobras, declaraciones y estrategia serán distintas dependiendo de tus prioridades, pero a menudo entrarán en conflicto con dar una respuesta unificada en oposición al presidente. Los políticos americanos a menudo se hacen famosos siendo heterodoxos, llevando la contraria a sus jefes (ficticios). Los incentivos para ser originales y ocurrentes son enormes. Si le sumamos la creciente fragmentación de los medios de comunicación, que hacen que todo el mundo pueda encontrar un altavoz (o ponerse uno él mismo en YouTube), la cacofonía es inevitable.
Ventajas republicanas
Esta estructura de incentivos es parecida en ambos partidos, pero los republicanos suelen ser mucho más disciplinados en su mensaje que los demócratas cuando están en la oposición. Lo fueron tanto con el obstruccionismo radical del Tea Party bajo Obama como hablando de inmigración y subidas de precios con Biden, sin apenas disensiones internas. Los conservadores montaron campañas muy efectivas casi de inmediato.
Lo que marca la diferencia, creo, es Fox News. Aunque la audiencia de la cadena es relativamente pequeña (sobre los dos millones en prime time), concentra a los activistas más motivados del partido, y tiene una capacidad tremenda para guiar y fijar la agenda política del movimiento conservador.
Básicamente, lo que cubre Fox es lo que interesa a las bases del partido, así que, si un político republicano quiere vivir tranquilo y sin primarias, lo primero que tiene que hacer es repetir lo que dicen en Fox. Si quiere hacer carrera más allá de donde está, tiene que salir en Fox, y para ello, tiene que decir lo que la audiencia quiere escuchar, que es lo que la cadena les vende. Fox actúa de alfa y omega en las carreras políticas del partido, y tiene un papel central para unificar su mensaje.
Esto no significa, por cierto, que Fox News “domine” el partido republicano. Tras el intento de golpe de estado del 2021, la cadena hizo un esfuerzo para intentar sacarse de encima a Trump y reducir su influencia en el partido. Se distanciaron de sus teorías de la conspiración, echaron a Tucker Carlson3, y buscaron dar voz a una nueva generación de republicanos. El expresidente, sin embargo, seguía siendo inmensamente popular entre las bases, así que Fox acabó por oponerse a su segundo impeachment, y poco a poco readoptar su mensaje. Los republicanos fueron incapaces de presentar una alternativa viable a Trump en parte porque eran idiotas, pero el papel de Fox News relegitimándole fue crucial.
Los demócratas no tienen nada parecido a Fox News. MSNBC es medio progresista, pero representa una pequeña fracción de las bases4, y tiene una audiencia limitada. Los medios tradicionales (NPR, New York Times…) se dedican al periodismo, no a la agitación del personal; no son medios de partido. No existe un ecosistema demócrata de influencers, y los que hay nunca se ponen de acuerdo en nada. A pesar de que los republicanos son, ahora mismo, tan o más ideológicamente diversos que los demócratas, la existencia del “embudo” de Fox hace que se reagrupen en consignas y mensajes con mucha más facilidad.
Ruidocracia
Volvemos, entonces, a lo que comentaba cuando daba la primera quiniela para las primarias del 2028: los demócratas tienen muchos mensajeros y mensajes. Tienen la suerte de que tienen un banquillo bastante bueno, y que se enfrentan a un presidente capaz de unificar al partido en contra suya. Las mismas instituciones americanas, sin embargo, hacen que hablar con una voz sea increíblemente complicado.
Bola extra: Hegseth
Supongo que os acordaréis del inenarrable Peter Hegseth, el expresentador de Fox News inexplicablemente nombrado secretario de defensa. Os acordaréis también de ese escándalo que tuvo a buenas de protagonizar hacer una temporada sobre un chat de Signal en el que compartió planes militares secretos con un periodista.
Ayer descubrimos que Hegseth también compartió planes militares secretos en otro chat con su mujer, su hermano, su abogado, y algunos colegas, así alegremente. Muchos de ellos no tienen ni de broma acceso a información clasificada; su mujer ni siquiera trabaja en el Pentágono.
En los últimos días Hegseth ha despedido a varios asesores por “filtraciones”; otros han dimitido. Uno de ellos, John Ullyot, le dedicaba un artículo de opinión en Politico diciendo que el Pentágono era un “caos” y “disfuncional”, pidiendo a Trump que lo eche. El tipo lleva tres meses en el cargo.
Bolas extra variadas:
La Casa Blanca quiere desmantelar el Departamento de Estado casi por completo, porque lo de la diplomacia es para perdedores o algo así.
Peter Navarro, el asesor de Trump que más cree en los aranceles, y que está completamente chiflado.
Lisa Murkowski, senadora republicana por Alaska, dice tener miedo de criticar al presidente, porque teme “represalias”.
Por supuesto, estar en el comité local del partido ayuda para recoger firmas y que te conozca gente, y en unas primarias con tan poca participación más. Pero no es necesario.
Y su papel en eso es bastante limitado, porque las autoridades estatales han acabado por administrar y pagar por el proceso.
Cuando hablé de su defenestración comenté que Carlson seguramente perdería bastante poder e influencia, porque fuera de Fox hace mucho frío. No andaba equivocado. La única periodista defenestrada por la cadena que parece haberse hecho un hueco con un medio propio ha sido Megyn Kelly.
Gafapastas y señores de mediana edad nostálgicos de El Ala Oeste indignados.
Que te parece todo el ruido montado en torno a las opiniones de David Hogg de montar primarias democratas en los distritos seguros? Vas hacer un articulo especial sobre la muerte del papa Francisco, lo que implica en la política estadounidense y su ultima reunion con J.D Vance?
Gracias