El segundo mandato de Trump ha empezado con el predecible cúmulo de incompetencias, excentricidades, surrealismo y corrupción, aderezado por la extravagante presencia del hombre más rico de la Tierra. Aunque ha habido algunas sorpresas (Musk tiene mucho más poder de lo que casi nadie se esperaba), cualquiera que estuviera prestando atención sabía lo que se venía.
Entre el nutrido colectivo que no estaba escuchando a Trump o tomándose lo que decía en serio se incluye un grupo que debería haberlo hecho, pero que resulta ser espantosamente incompetente en su trabajo: el Partido Demócrata. Los consultores, expertos y estrategas que se pasaron la campaña refunfuñando que Kamala Harris no debía hablar sobre el peligro que representaba Trump para la democracia americana lo hacían porque nunca creyeron que Trump fuera nada excepcional. Su mediocre, letárgica, predecible y anquilosada estrategia electoral, dividida a partes iguales entre eliminar cualquier atisbo de energía, creatividad o entusiasmo en las bases y crear el mensaje centrista más inofensivo posible, era fruto de una profunda convicción de que estas eran unas elecciones normales contra un oponente racional, no una potencial emergencia.
Trump es ahora presidente, y si algo ha quedado claro es que no había nada de normal en su candidatura. Los genios del establishment demócrata, los mismos que fueron capaces de autoconvencerse de que Joe Biden era un candidato viable, están ahora perdidos, confusos y aturdidos, intentando encontrar una respuesta.
Se enfrentan a tres problemas principales. El primero, y más sencillo, es encontrar un mensaje efectivo desde la oposición. Esto requiere analizar el problema, desarrollar una respuesta efectiva y encontrar líderes y candidatos capaces de defenderla. Segundo, tienen que ser capaces de responder a la dinámica institucional de partidos descentralizados y falta de liderazgo claro, algo que requiere consenso y disciplina. Tercero, y el más difícil de todos, tienen que reconstruir su propio partido, renovando sus líderes, la forma en que reclutan candidatos y su relación con las bases.
Me temo que cubrir todo esto dará para varios artículos, pero quizás vale la pena echar un somero vistazo a los tres componentes.
Mensaje
Encontrar un mensaje efectivo contra Donald Trump es complicado, pero es un problema más o menos manejable. Para empezar, el presidente siempre ha sido impopular; los demócratas no están intentando destruir la imagen de Abraham Lincoln o Dwight Eisenhower, sino de alguien a quien ya derrotaron en 2020 y que siempre ha vivido rodeado de escándalos. Hizo falta muchísima incompetencia para perder las elecciones el año pasado con un 4% de paro y la economía creciendo, e incluso con todas esas pifias se quedaron a apenas un punto.
Con el presidente camino de destruir todo el sistema de alianzas del país, acabar con servicios públicos esenciales y empotrar la economía contra un muro, dar con un argumentario para las legislativas de 2026 no debería ser difícil. Dado que hablamos del Partido Demócrata, sin embargo, la leal oposición se las ha apañado para pifiarla.
Ahora mismo podemos hablar de tres “teorías” o mensajes circulando por el partido. Por un lado, tenemos a los “alarmados”, aquellos que creen que la mejor estrategia es oponerse al presidente en términos maximalistas, hablando e insistiendo en todo lo que está rompiendo, su creciente autoritarismo y los riesgos para las libertades y la prosperidad del país. No es un mensaje unificado, y hay un debate considerable sobre qué desastres priorizar en las críticas y qué lenguaje utilizar.
En este grupo hay desde gobernadores y legisladores relativamente moderados (Pritzker, Murphy) hasta gente del ala izquierda del partido (AOC), pasando por algunos refugiados del Partido Republicano (Liz Cheney, Bill Kristol), que son más vehementes contra Trump que casi cualquier demócrata.
El segundo grupo son los “materialistas”, el sector del partido que defiende centrarse en cuestiones concretas sobre bienestar económico. Están obsesionados con el precio de los huevos (se ha duplicado por culpa de la gripe aviar) y los efectos concretos de aranceles, despidos y recortes en servicios públicos. Creen que el partido debe rehuir meterse en berenjenales culturales (y rendirse, de facto, en derechos trans) y volver a lo básico, a lo concreto, dejando los aspavientos sobre dictadura, oligarquía o putinismo en segundo plano.
Este es el argumento dominante entre el establishment del partido. Creen que Harris habló demasiado sobre temas woke y que deben tener un discurso más duro contra la inmigración y los excesos de la izquierda. Es la gloriosa estrategia abrazada por los demócratas en 2024 y la muy cautelosa campaña de Harris, pero parecen haberlo olvidado.
El tercer grupo son los “pacientes”, aquellos que opinan que la estrategia adecuada es esperar a que Trump cometa errores costosos para atacarle de forma efectiva. Dado que los republicanos controlan todos los resortes del poder, una vez que la incontenible incompetencia del trumpismo provoque una crisis, estarán ahí para aprovecharla. Esta es la teoría de algunos notables del partido (James Carville ha sido el más explícito) y de los líderes demócratas en el Congreso, que han estado reservando su capital político para las luchas presupuestarias que vienen.
Mi sensación, por supuesto, es que los “alarmados” tienen razón y que la única forma de recuperar la iniciativa política es luchar por recuperarla. Siempre he creído (y hay bastante evidencia empírica al respecto) que los partidos políticos tienen un papel fundamental en crear opinión pública; la rendición prematura que defienden los “materialistas” es profundamente irresponsable. También estoy convencido de que los demócratas se han convertido en un partido casi reaccionario en muchos aspectos y, como señalaba Ezra Klein ayer, deben apostar por una agenda realmente de progreso y crecimiento económico.
Dar con el mensaje exacto, por cierto, debe ir más allá de encuestas, focus groups y demás parafernalia consultoril. Esta clase de herramientas son muy útiles, pero te dicen qué creen los votantes ahora y qué quieren escuchar. Desafortunadamente, sabemos que lo que los votantes dicen querer no siempre sigue de cerca cómo votan en realidad. Y dado que parte del trabajo de un partido político es cambiar la opinión pública, adoptar la posición más popular hoy no siempre resulta ser la mejor estrategia para ganar elecciones el año que viene.
Y si no os creéis lo de los partidos influyendo en la opinión pública, aquí tenéis un ejemplo glorioso sobre la valoración de Zelenski según afiliación partidista tras esa reunión en la Casa Blanca:
Estructuras y líderes
Hablaré con más detalle sobre ambos temas en otros artículos; no quiero alargarme mucho más. Un par de notas, sin embargo.
Sobre estructura institucional, recordar otra vez que los partidos americanos son franquicias/coaliciones descentralizadas, no jerarquías. Dado que el único cargo electo nacional es la presidencia, el partido que no la controla no tiene una figura comparable a quien seguir. Los líderes legislativos en el Congreso son un pobre sustituto incluso cuando controlan una de las cámaras, ya que los integrantes de su grupo parlamentario no son escogidos en listas que pueden controlar, sino en campañas casi independientes.
Para construir estos mensajes hace falta líderes competentes en el Congreso, algo de lo que los demócratas carecen. Para otro artículo dejo también el proceso de selección de élites dentro del partido, la creciente gerontocracia del establishment y posibles soluciones al problema.
Y eso los lleve a perder de nuevo en 2028, muy sorprendidos de que los votantes sigan detestando al partido.
Bolas extra:
Elon Musk y sus muchachos están creando un software para automatizar los despidos de empleados federales, porque esta es la clase de innovación que necesita el gobierno.
En Bulwark (una publicación editada por exrepublicanos casi en exclusiva) se analiza cómo Citizen’s United, la sentencia del Supremo que rompió las leyes de financiación electoral, está en el origen de Trump y Musk.
La administración Trump anda tan ricamente retirando cientos de millones de dólares en financiación a Columbia por no reprimir las protestas pro-palestina con suficiente vehemencia.
Hablando de líderes republicanos efectivos, una buena entrevista a Mitch McConnell, uno de los principales culpables de absolutamente todo.
Mitch McConnell, un 10 en efectividad y en ser un cabron. Todo sea que no palmen mas jueces del supremo y no amplien aun mas su mayoria en este. Pero tiene pinta de que el legado de este hombre va a perdurar demasiado tiempo.
Respecto a Kamala, diria que intento un poco de las tres teorias que comentas, pero no utilizo ninguna bien y realmente estaba difunta desde que Biden renuncio tan tarde y no hubo una sucesion normal en el partido democrata. El hecho de que los democratas perdieran por un punto, no quita de que aun asi tendrian que haber ganado por un par de puntos para ganar la presidencia.
Espero con ganas que los democratas puedan encontrar a un buen candidato para presidente. Porque desde luego les hace falta
Los cambios de rumbo, volantazos, o si se prefiere, cambios de paradigma social profundos, ni sin aleatorios ni salen de la nada. Los cambios que introdujo Nixon, enormes, ya venían rumiándose desde al menos una década antes, los de Reagan, igual, el cambio que intentó introducir Cheney (el verdadero presidente, y no en la sombra precisamente) fracasó en gran parte. Yo creo que a estas alturas podemos decir que el GOP se ha convertido en el tonto útil del sistema y por eso es lo que es, y quitando a Bush padre, ha tenido un zoo de presidentes cuanto menos pintorescos. Los demócratas son los mandilones, cuando acceden, aparentemente de carambola, al turno que les toca, de ninguna manera revierten ni tocan casi nada (ajustes finos todo lo màs), incluso con Clinton se allanó aún más el camino a las desregulación financiera.
Todos estos volantazos, pensemos en Nixon dinamitando Bretton Woods, a priori nadie sabe cómo van a ir. Hablamos de un país que considera meterse en guerras como Vietnam una idea de puta madre (y *muchísima* gente predijo correctamente todos los resultados), es normal que un personaje como Thiel ande colocando sus Thielpitufos como minas por la administración mientras Bozo nombra subnormales y luego aún tenemos la figura del espontàneo, que no se sabe ni de dónde cojones sale.
Si nos atenemos a los resultados históricos, parece lógico que los Demócratas se tienten porque nadie sabe exactamente por donde van a empezar a caer las hostias, pero creo que Roger tiene razón, alguien, que se busquen a quien quieran, para variar, debería empezar a llamar a las cosas por su nombre.