Compás de espera
Estados Unidos contempla una nueva presidencia de Trump, mientras se distrae con otras historias
Estas dos últimas semanas me las he pasado viajando, primero a una conferencia en Austin, Texas, después a otra en Atlanta, Georgia. Ambos eventos eran bastante diferentes, tanto en tamaño como en agenda. En una había una mayoría de gente proveniente de organizaciones no gubernamentales de todo el país, algún que otro think tank y fundaciones; en la otra una mezcla de legisladores estatales, activistas y lobistas.
Los asistentes a estas reuniones no eran, por descontado, en absoluto representativos del sentir general del país o de la opinión pública en Estados Unidos. Trabajo en una organización de “verdadera izquierda”, así que estamos hablando de militantes, voluntarios, y senadores y representantes estatales progresistas. Este era un contubernio de “los grupos” de los que tanto se ha hablado estos días; por mucho que en Working Families Party nos esforcemos en intentar centrar a todo el mundo en ganar elecciones, la izquierda siempre tiene sus cosas.
El sentir general de las conversaciones era, como os podéis imaginar, ligeramente fúnebre. Nadie estaba realmente sorprendido de que Trump ganara, como sucedió el 2016. Dado que era un artículo de fe entre la izquierda demócrata que Kamala Harris era una candidata relativamente floja y que el partido demócrata ha abandonado a sus bases tradicionales, su derrota fue más o menos esperada.
Estos días, en corrillos, comidas, paneles y charlas hubo disecciones de los resultados, lamentos y quejas sobre errores pasados, presentes y futuros. Hubo humor negro, igual que comentarios con sordina sobre cierto empleado de una aseguradora médica y su sexy asesino italiano. Hay preocupación, miedo incluso, en muchos lugares, especialmente entre los activistas que trabajan en temas migratorios. Lo que me sorprendió, no obstante, fue una cierta calma plomiza, decepcionada, fatalista en muchas voces. Hay temor, y todo el mundo anda preparando como loco su agenda de trabajo para esos dieciocho meses cruciales que abrirán la presidencia.
Lejos de la ira y los gritos del 2016, sin embargo, el tono era de resignación.
Lo que viene
En esta clase de reuniones con gente de medio país, las conversaciones más interesantes (al menos para mi malsana curiosidad) siempre son con los activistas y políticos que vienen del sur del país. Lo son, por un lado, porque acabas descubriendo cosas realmente espeluznantes, como que los legisladores en Louisiana no tienen asesores pagados de ningún tipo, así que lo que acaba sucediendo es que tienen becarios literalmente patrocinados por gente que ha donado a sus campañas1. En este caso, sin embargo, hubo un comentario que escuché más de una vez que me pareció más relevante que nunca: la agenda 2025 y el programa de gobierno de Trump no es nada nuevo; es simplemente lo que los republicanos llevan impulsando en los estados que controlan desde hace años.
Pongamos, por ejemplo, la larga retahíla de promesas semi autoritarias de Trump durante la campaña electoral, y sus múltiples comentarios salidos de tono desde las elecciones. Es improbable, como he comentado otras veces, que el nuevo ejecutivo haga un movimiento abiertamente dictatorial estilo disolver el Congreso o aplazar elecciones. La “costumbre” republicana (y la tradición política local) sugiere que veremos maniobras parecidas a lo que el GOP está intentando hacer en Carolina del Norte estos días.
Trump ganó Carolina del Norte 51-48. Las elecciones estatales, sin embargo, fueron considerablemente peores para el GOP, el candidato republicano a gobernador perdió 55-40 (este era el tipo que era abiertamente nazi, por si se os ha olvidado), y los demócratas sacaron más votos en las legislativas, imponiéndose 51-48. Los republicanos perdieron diez puntos respecto al 2022. Esto se tradujo en el siguiente reparto de poder en el legislativo: los republicanos pasaron de tener una mayoría de 72-48 en la cámara de representantes a dominarla 71-49. En el senado, el reparto se mantuvo idéntico, 30-20. Es un gerrymandering absolutamente antológico.
Defendiendo lo indefendible
Os preguntaréis cómo diablos esta clase de resultados electorales es remotamente legal. Como sucede en muchos estados, en Carolina del Norte es el legislativo quien dibuja los distritos electorales cada diez años, con el censo. En el 2010, tras las desastrosas primeras midterms de Obama, los republicanos se dibujaron un mapa esencialmente indestructible que les ha dado una supermayoría casi perpetua. Su “victoria” del 2020 les sirvió para reforzarla aún más. Como es tradición en estos casos, el mapa fue llevado a los tribunales, y allí es donde entra el supremo de Carolina del Norte, compuesto por jueces electos. Los republicanos tienen una mayoría 5-2 en la corte, y llegaron a la conclusión que era del todo legal.
Fue recurrido al supremo federal, por vulnerar de forma flagrante la Voting Rights Act de 1965. Por desgracia, la corte lleva años pegándole patadas a esa ley, declarando artículos inconstitucionales según el humor que tengan. Vieron el mapa de Carolina del Norte, los argumentos de ambas partes, y dijeron (otra vez) eso tan divertido de que la constitución ni garantiza el derecho a voto, ni que las elecciones sean representativas de nada, y lo dieron por bueno.
Nada nuevo de esa “cámara legislativa de tercera lectura” de la que tanto hablo en el libro. Pero si eres un votante demócrata en Carolina del Norte, esto de votar es casi simbólico.
El problema para los legisladores con ganas de hacer de las elecciones algo irrelevante es que uno no puede hacer de gerrymander a unas elecciones a gobernador, ya que vota todo el estado2. Si las bases de tu partido deciden nominar como candidato, con el aplauso entusiasta de Trump, a un señor que se autoproclamaba un nazi negro al que le gustaría tener esclavos (literalmente lo que dijo el candidato del GOP en Carolina del Norte), la ley electoral no va a poder salvarle. Aunque los republicanos van a tener amplias mayorías (je) legislativas, el gobernador será demócrata, y eso quiere decir que podrá tomar decisiones, vetar leyes horrendas, y básicamente no dejarles hacer lo que les plazca.
O quizás no. En una maniobra tan chusquera como poco original (porque el GOP ha hecho lo mismo en otros estados3), los legisladores de Carolina del Norte han aprobado un montón de leyes retirando competencias al gobernador, fiscal general, y superintendente de educación entrantes, los tres demócratas, no sea que les dé por seguir los dictados de la mayoría, dar voz al electorado o algo peor. El gobernador saliente, también demócrata, vetó las propuestas, pero el gerrymandering es tan estupendo que tienen los votos para levantarlo sin problema este año. La perderán cuando el nuevo legislador entrante demócrata llegue a la cámara baja, pero entonces ya será demasiado tarde.
Los efectos del gerrymandering, además, van más allá de lo que pueda hacer el gobierno estatal. El mapa de escaños al congreso también entraba en el paquete. En el 2022, la delegación del estado tenía un empate a siete; tras rediseño creativo de mapas, el GOP tiene ahora una mayoría de 10-4. Este cambio, en solitario, ha permitido a los republicanos mantener su mayoría en la cámara baja.
Democradura
No hay un “golpe”, no hay violencia, no hay ruido de sables. Lo único que tenemos es a un partido explotando salvajemente una norma constitucional absurda con el apoyo tácito de los tribunales, que deciden que leyes en vigor desde hace casi sesenta años han dejado de ser válidas porque patatas. La administración Trump no va a “vulnerar” leyes; simplemente harán lo que les dé la gana, con la expectativa razonable de que el supremo les reirá todas las gracias.
Eso se extenderá, previsiblemente, a las anunciadas investigaciones contra toda una serie de políticos y periodistas que Trump considera “enemigos”, y de las que Kash Patel, el probable nuevo director del FBI, es un creyente entusiasta. Esa vieja expresión latinoamericana "para mis amigos, todo; a mis enemigos, la ley" quizás sea un poco demasiado familiar los próximos meses. Y lo de los periodistas no es broma - es más, ha empezado incluso antes de que lleguen al poder.
Esa, al menos, parece ser la intención. La duda que sigo teniendo es si Trump y sus mariachis son lo suficiente competentes para ejecutar algo así de forma sostenida. Las nominaciones de patanes insensatos para puestos de responsabilidad (Gaetz, Gabbard, RFK Jr., Hegseth, el propio Patel) quizás sean demasiado estúpidas incluso para este GOP. Nominar a un tarado como RFK Jr., que ha flirteado con retirar la vacuna contra la polio, quizás sea demasiado para alguien como Mitch McConnell, que sufrió la enfermedad antes de que existiera el medicamento. Estamos ante una carrera gloriosa enfrentando a maldad contra incompetencia, sin un claro favorito.
Un futuro dudoso
Volviendo a los estados del sur, los que llevan años “disfrutando” de la agenda del GOP, el ganador más habitual parece ser el desgobierno. Como he comentado mil veces, los estados del sur son más pobres, menos productivos, más peligrosos, insalubres, y desiguales que el resto del país. Operan en un régimen de partido único porque los republicanos sacan mayorías abrumadoras; cuando estas peligran, sus sistemas políticos se convierten en sainetes como el de Carolina del Norte.
Tenemos dos años por delante en los que la política americana va a ser aún más disfuncional que de costumbre.
Bolas extra
Kamala Harris insinúa que va a presentarse a gobernadora de California el 2026. El último vicepresidente en caer derrotado en unas presidenciales que volvió a California con la misma intención fue Richard Nixon. Perdió, dijo abandonar la política, y seis años después era presidente.
Pillaron al asesino del CEO de una asegurada. El tipo se llama Luigi Mangione, siguiendo la gloriosa tradición americana de tener tipos con apellido italiano chiflados cometiendo actos de violencia política. Viene de familia rica, republicana, y resulta que era más conservador que socialista.
Es hilarante ver a montones de columnistas americanos ofendidos por la idea de que Luigi (que es realmente guapo) se haya convertido en un (anti)héroe popular. Esta gente no debe saber de John Dillinger, haber visto Bonnie & Clyde, o las decenas de películas sobre atracadores de bancos durante la gran depresión.
En Nueva Jersey hay una especie de psicosis colectiva con avistamientos de drones misteriosos.
Y es literal: una empresa o persona adinerada paga el sueldo de un becario durante el periodo de sesiones. No llevan camisetas con publicidad, pero casi.
Hay algunos estados con elecciones a dos vueltas y alguno ha intentado crear un “colegio electoral” por condados, pero nadie se ha atrevido a ir tan lejos aún.
Wisconsin, como explico en el libro, es el ejemplo más gonzo. Los demócratas se han pasado años intentando recuperar una mayoría en el supremo que al fin ilegalizó el gerrymander parcialmente. El problema es que perdieron el voto popular esta vez.
Me ha encantado, como siempre. Igual que el libro, enhorabuena.
De hoy he echado de menos que hablaras más de las dos convenciones a las que fuiste. Un saludo.
A lo mejor soy insistente pero, ¿en la era de internet es tan complicado incluir enlaces de ida y vuelta para las notas? Para ver a qué frase corresponden muchas de ellas, hay que volver atrás, y buscar el numerito. Cosa que yo no hago, y sospecho que muchos otros suscriptores tampoco. Con lo cual, para mí están de más