Denegar, defender, deponer
Un asesinato en Nueva York, una investigación policial, y gente horrorizada
El miércoles 4 de diciembre, a las 6:45 de la mañana, Brian Thompson se acercó al hotel Hilton en la 6º avenida de Manhattan, en el corazón de la ciudad de Nueva York. Ese día, Thompson iba a pronunciar un discurso en una jornada para inversores y analistas de United Healthcare, la enorme compañía de seguros médicos de la que era consejero delegado.
Nunca llegó a hacerlo. Un hombre encapuchado le estaba esperando a un lado de la entrada. El primer disparo, utilizando una pistola silenciada, le dio en el tobillo; el segundo o el tercero en la espalda. Aturdido, Thompson se giró para ver al asesino, pero estaba herido de muerte. Acabó sentado en el suelo, agonizante, su espalda contra la pared.
El hombre encapuchado se le acercó, le apuntó de nuevo, y le dejó morir en la acera. Cruzó la calle, se subió en una bicicleta, y desapareció en las calles de la ciudad.
En los casquillos de las tres balas que mataron a Brian Thompson había escrita una palabra: “deny” (denegar), “defend” (defender) y “depose” (deponer). Cada una de ellas se refiere a una táctica empleada por las aseguradoras médicas para denegar pagos a pacientes que están recibiendo tratamiento. Denegar es, básicamente, decir “no” por defecto, forzando al cliente a apelar la decisión. Defender es poner pegas a cualquier decisión que hayan tomado, forzando al cliente a ir a juicio. Deponer se refiere a deposiciones judiciales; hacer que el caso sea lo más largo y caro posible para imponer costes prohibitivos al cliente.
El asesino estaba dejando bien claro el motivo de sus acciones.
Un crimen inusual
Que el consejero delegado de una de las empresas más grandes de Estados Unidos (140.000 empleados, 281.000 millones de ingresos anuales) sea abatido a balazos en una zona céntrica de la ciudad más grande del país no es algo que suceda todos los días. Que su muerte, capturada en video por las cámaras de seguridad del hotel, sea a manos de un pistolero que le estaba esperando para matarle lo es aún más. Estados Unidos es un país peligroso comparado con cualquier lugar de Europa, pero alguien con un salario anual de más de diez millones de dólares nunca se enfrenta a estas cosas. Los CEOs, la élite, viven en un mundo en el que la violencia no existe.
Desde el primer momento, a nadie se le escapó que Thompson no era un ejecutivo normal. Las aseguradoras médicas son una de las empresas más detestadas de Estados Unidos; enormes, colosales burocracias con beneficios gigantescos obsesionadas con el papeleo que ganan más dinero como menos cuiden a sus pacientes. United Healthcare es infame, desde hace años, por ser una de las más agresivas sometiendo a sus clientes a toda clase de trabas y cancelaciones. Era muy, muy fácil imaginar qué clase de historia o suceso podía hacer que alguien odiara a la compañía. Es un crimen con 49 millones de posibles sospechosos.
Folk hero
El homicidio de un ejecutivo en Manhattan podría ser una historia aislada, pero lo interesante ha sido la reacción posterior. Los comentarios en redes sociales que seguían a cualquier noticia sobre el suceso eran abrumadoramente hostiles a Thompson. Tras pequeñas acotaciones de “matar a alguien nunca es aceptable”, veías palabras de compresión hacia el asesino, cuando no alabanzas. El humor macabro, negrísimo, ha proliferado; en un subreddit de enfermería, alguien escribió una “denegación de tratamiento médico” escrito en el estilo de una aseguradora mofándose sin piedad del suceso. La conversación en medio Twitter y BlueSky se puede resumir en “fuck that guy”; he visto ruedas de prensa de Batasuna con más tacto y consideración por las víctimas. La hostilidad, además, parece ser casi universal; muchos comentaristas y yotubers conservadores se quejaban atónitos que aparentemente gran parte de su audiencia estaban aplaudiendo a un asesino.
Empeorando las cosas, el suceso ha venido seguido por dos elementos que lo han hecho aún más presente. El primero, el propio asesino, que resulta ser increíblemente guapo:
El NYPD (el departamento de policía de Nueva York, para los que nunca habéis visto una serie) publicó estas dos imágenes del presunto homicida, tomadas por la cámara de seguridad del hostal donde se hospedaba. La reacción unánime de internet es que este tipo es sexy, algo que no ha hecho más que agrandar su leyenda.
A su aspecto físico se le añade además un talento por los gestos dramáticos. Tras dejar su mensaje en el casquillo de sus balas, el pistolero en su huida se dirigió a Central Park, donde las cámaras le perdieron el rastro. Allí abandonó su mochila, que el NYPD se pasó varios días buscando como posesos. Lo único que contenía era una chaqueta y un montón de billetes de Monopoly.
El segundo factor es que el NYPD parece estar completamente perdido sobre todo lo que rodea el caso. Tienen una imagen del sospechoso, y creen que llegó a la ciudad diez días antes del crimen, en un autobús de línea procedente de Atlanta1. No parecen tener la más remota idea de cómo se llama el tipo, ni del arma homicida (aún no la han encontrado, ni saben qué clase de pistola era), ni dónde dejó la bicicleta. De forma un tanto ridícula, el alcalde de la ciudad, el expolicía y notorio patán Eric Adams, ha declarado que no hacen público el nombre del sospechoso para no “darle pistas”, como si el buen hombre no supiera cómo se llama.
El NYPD es una agencia carísima (casi 11.000 millones de dólares de presupuesto2), cómicamente incompetente y alegremente detestada por los habitantes de la ciudad, y verlos dar palos de ciego sin cesar buscando al apuesto asesino se ha convertido en un pasatiempo nacional. Cuando, a lo largo del fin de semana, reconocieron que habían reconstruido la ruta del sospechoso desde el Hilton hasta la estación de autobuses de la calle 178, donde le perdieron la pista, y seguramente este había abandonado la ciudad (y el estado), no fue más que una confirmación de su fracaso.
El homicida es, ahora mismo, un héroe de culto, alguien que ha conseguido que la chaqueta que llevaba en la imagen del hostal esté agotada en todas las tiendas, al igual que su mochila. Incluso el NYT, que siempre suele ser comedido en esto de dar pie a gente que admira a homicidas, hablaba de que el sospechoso era un folk hero, un “héroe popular”. La habitual ola de detectives aficionados que suelen seguir un suceso así es casi inexistente; nadie parece querer encontrarle.
Ecos del pasado
Esto no es normal. Estados Unidos es la clase de país en el que la mano dura con el crimen es un clamor unánime; dejando de lado los homicidios “en defensa propia” de los frikis obsesionados con la segunda enmienda, un asesinato nunca es aplaudido. El de Thompson, sin embargo, casi lo están celebrando. Cuando algún comentarista escribe una sesuda columna en el NYT diciendo que hay que ser comedidos, o que la violencia es preocupante, es recibida con desprecio. No dudo por un momento que la minoría de hiperventilados escribiendo estas cosas son eso, una minoría. Leyendo y escuchando a gente esta semana, no obstante, la retórica suena más cercana al pistolerismo de principios del siglo XX que a una democracia avanzada.
No tengo ni la más remota idea sobre si este será un suceso aislado; lo más probable es que así sea. Las aseguradoras médicas no parecen tenerlas todas consigo, y los nombres de sus ejecutivos han desaparecido de sus páginas de internet con una rapidez pasmosa. Muchas empresas se han apresurado a contratar guardaespaldas a sus plutocráticas majestades que dirigen sus destinos. Los expertos se lamentan de que esta clase de precauciones sean necesarias, y lo triste de vivir en una sociedad tan violenta. Os podéis imaginar todo el debate sobre “causas”, “efectos” y “consecuencias” que han seguido a estos comentarios.
El rencor, cuando no odio, contra “el sistema”, aquí y en otras industrias, no es accidental. Estados Unidos tiene industrias enteras dedicadas única y exclusivamente a crujir y explotar a los más vulnerables, y cuando se están ahogando, meterles una manguera en la boca y cobrarles por el privilegio. El cabreo del americano medio es profundo en ocasiones, y lo sorprendente es que esto no haya sucedido antes.
En los días anteriores al New Deal, Estados Unidos, como muchos lugares del mundo, era un lugar en el que una huelga podía acabar con decenas de muertos y una disputa salarial a balazos. El New Deal (y los estados de bienestar), la negociación colectiva y los sindicatos hicieron que esa clase de violencia desapareciera. Muchos plutócratas parecen haber olvidado por qué sus antecesores acabaron por aceptar esas instituciones entonces, aparte de por justicia social.
En un país con más armas de fuego que habitantes, no es para estar tranquilo.
Una industria disfuncional
Vaya por delante: he escrito sobre las aseguradoras, y casi todo lo que dice sobre ellas es cierto. Aunque no son la única causa de que la sanidad americana sea tan cara, son una parte importante de que sea tan injusta y arbitraria.
Las aseguradoras médicas, por cierto, existen sin un contrapeso real en el sistema de salud americano por una omisión en la reforma de la sanidad de Obama. La idea original es que la ley crearía una “public option”, un seguro público federal simplificado y sin ánimo de lucro que ofrecería una alternativa a las privadas, forzando los precios a la baja. La ley necesita sesenta votos en el senado, sin embargo, y los demócratas (que tenían sesenta entonces) no podían permitirse perder a nadie. Eso permitió a Joe Lieberman, senador por Connecticut, exigir que eliminaran la “public option” a cambio de su voto.
Connecticut era la sede de dos de las tres mayores aseguradoras médicas de Estados Unidos por aquel entonces. Ambas donaron millones de dólares a la campaña de Lieberman el 2006, cuando sobrevivió a unas primarias contra Ned Lamont3.
Bolas extra
Trump dice que va a encarcelar a sus enemigos e indultar a los que asaltaron el Capitolio el 6 de enero del 2021. Pero después que si exagero.
La policía estatal de Nueva Jersey fue acusada por un comité de expertos de ser horrendamente racista poniendo multas de tráfico. La respuesta de los policías fue dejar de poner multas (un 80% menos) durante meses como protesta.
La policía en Estados Unidos esclarece apenas un 52% de los homicidios cometidos. La tasa de resolución en España está por encima del 90%. Sí, tienen muchos más homicidios (seis veces más por cápita), pero la policía americana es increíblemente incompetente.
Un inmigrante de 17 años fue apuñalado el jueves por un grupo de hombres que le increparon, pidiéndole que hable en inglés. El NYPD no ha encontrado tampoco a los autores. La noticia no ha sido cubierta en el NYT, ni en CNN, ni en el resto de medios locales ni siquiera con una fracción de la intensidad que la muerte de Thompson. Ser CEO hace que tu muerte tenga prioridad.
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