La administración Trump lleva varias semanas haciendo toda clase de memeces que asustan a los mercados, en su aparente paseo aleatorio por un catálogo de malas ideas económicas. Entre aranceles, proclamas indignadas y recortes imposibles, sin embargo, hubo un comentario presidencial que provocó más sudores fríos que cualquier arancel: la amenaza, por parte de Trump, de destituir a Jerome Powel, presidente de la Reserva Federal.
De políticos y monedas
Hay mucha literatura académica sobre bancos centrales y política monetaria ahí fuera, y no voy a repasarla1. El consenso general, fruto de más de dos siglos de experiencia en crisis financieras, cambiarias, y fiscales, es que dar a los políticos el control sobre la política monetaria suele ser una idea espantosa, básicamente porque suelen ser incapaces de evitar caer en la tentación de imprimir moneda para salir de atolladeros. Aunque los banqueros centrales excesivamente independientes pueden también crear problemas (cof , cof), en general es mejor que estos sean tecnócratas independientes con objetivos claros y marcados.
La mera idea de que un patán errático e insensato como Trump pasara a controlar directa o indirectamente el precio del dinero en Estados Unidos es, por supuesto, lo último que necesitaba el dólar, así que la reacción de los mercados es comprensible. El presidente se ha desdicho de sus comentarios, algo que fue recibido con regocijo en Wall Street.
El alivio de los inversores, como todo lo que tiene que ver con Trump, me parece muy prematuro. El carácter ciclotímico del personaje significa que un cambio de opinión no sea en absoluto descartable, especialmente en un tema en el que su postura siempre ha sido la de buscar más control sobre el banco central. Más allá de sus palabras, las maniobras de su propia administración sugieren que sus comentarios distan mucho de ser una ocurrencia, y que están preparando el terreno para poder echarle.

Reguladores independientes
En teoría, un presidente de los Estados Unidos no puede destituir al presidente de la Reserva Federal. La ley que regula el banco central, escrita en 1913, establece que su presidente y los miembros del consejo son reguladores independientes que sólo pueden ser cesados bajo una serie de causas justificadas, como cometer algún delito o tener una conducta poco ética. Aunque la Casa Blanca nomina a su banquero central, el hecho de que no pueda despedirle garantiza que sus acciones no se vean sometidas a presiones o interferencias políticas.
Como de costumbre en Estados Unidos, la constitución no dice nada sobre si el Congreso puede crear una institución de esta clase. La Reserva Federal, como muchos otros reguladores independientes creados antes y después mediante ley, forma parte del poder ejecutivo. No está claro quién tiene autoridad final sobre ella.
En 1933, Franklin D. Roosevelt decidió “preguntar”. El presidente esos días estaba un poco harto de que una agencia llena de tipos nominados por sus predecesores republicanos, la Comisión Federal de Comercio (FTC, en inglés) se dedicara a torpedearle propuestas del New Deal. Tras pedirle educadamente un par de veces a William Humphrey, uno de sus miembros, que dimitiera, decidió despedirle por las bravas. El tipo lo llevó a los tribunales, y el caso llegó al Supremo dos años después, con Humphrey ya fallecido.
La sentencia del tribunal fue unánime: el congreso había delegado en la FTC poderes regulatorios (en la sentencia, “casi-judiciales o legislativos”) y, por lo tanto, sus funciones eran equivalentes o derivadas de las potestades del legislativo. Eso conllevaba que las normas sobre destituciones y nombramientos del consejo de la FTC podían ser dictadas por el congreso, y Roosevelt no tenía autoridad para despedirle.
Dejemos de lado que esta sentencia (Humphrey Executor, porque quien la acabó litigando fueron los herederos de Humphrey) representaba un alegre cambio por las bravas de otra anterior de 1926. Sobre este precedente se sostiene la independencia de la Fed, que en teoría hace imposible que Trump destituya a Powell.
Activismo judicial
Por ahora. En los últimos años, un movimiento organizado de jueces y juristas conservadores (¿os acordáis de la Federalist Society? Esa gente2) están avanzando el concepto legal llamado “teoría del ejecutivo unitario” que defiende una lectura de la constitución en la que el presidente tiene autoridad exclusiva sobre el ejecutivo. Bajo su punto de vista, el presidente puede nombrar y despedir a quien quiera en el gobierno sin restricción alguna. En sus versiones más extremas, este tendría, además, casi plena discrecionalidad en las áreas de su competencia.
El partido republicano, en su gloriosa esquizofrenia político-filosófica, detesta la existencia de lo que ellos llaman el “estado burocrático” o “estado regulador”, la sopa de letras de agencias federales que vigilan mercados, protegen el medio ambiente, y crean normativas sobre seguridad alimentaria y todas estas cosas comunistoides. Su solución ante esta escalada de opresión gubernamental es darle todo el poder al presidente, dotándole de plena capacidad para despedir a todos esos burócratas engreídos que insisten en pasteurizar la leche y no poner plomo en la gasolina.
Y llevan años litigando sobre el tema.
Su primera victoria judicial llegó en el 2020, en un caso conocido como Seila Law contra Agencia de Protección Financiera del Consumidor. La CFPB (por sus siglas en inglés) es regulador creado el 2011 como parte del paquete de reformas tras la gran recesión. Su cometido era evitar que aparecieran productos y servicios financieros con condiciones abusivas como las hipotecas basura que acabaron por demoler el sistema bancario el 2008.
La CFPB, por supuesto, es detestada por Wall Street y la enorme industria de timadores adyacentes, así que ha estado, desde su origen, bajo asedio judicial. En el 2020, el Supremo tuvo que pronunciarse sobre si el presidente podía destituir al director de la agencia por las bravas. La sentencia revierte parcialmente Humphrey Executor; el tribunal dice que sí, pero sólo porque el CFPB tiene un director único, no un consejo de dirección.
Si eso os parece una solución extraña, no andáis equivocados. Es una sentencia rarísima, que lee precedentes de forma un tanto estrafalaria, y que crea una distinción entre agencias con un director o un consejo básicamente artificial. Pero eso de que las sentencias tienen que ser coherentes o sensatas es un poco un cuento para niños.
Atacando al pasado
Una vez Trump vuelve al poder, su administración inmediatamente se pone a destituir a consejeros de reguladores que le resultan molestos, como la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB). Si nos atendemos al precedente Humphrey, estos ceses son ilegales, así que la cosa acaba en los tribunales. La administración pierde, porque la jurisprudencia es clara, pero recurren al Supremo, con la intención explícita de argumentar que la cláusula que limita el poder del presidente es inconstitucional.
Y es ahí, precisamente, donde está el asunto: el Supremo ha decidido admitir a trámite el recurso, y se espera que dicten sentencia antes del verano. Aunque nadie en la Casa Blanca lo está diciendo en voz alta, revertir Humphrey Executor significa, de no mediar una sentencia del Supremo increíblemente creativa, desmantelar de facto la independencia de la Reserva Federal, ya que Trump podría destituir al consejo en pleno si así le apeteciera.
Dado que darle las llaves de la política monetaria a Trump quizás sea una idea demasiado estúpida incluso para este tribunal (aunque son los mismos que le dieron una inmunidad casi absoluta), no me extrañaría nada que los jueces conservadores se las arreglaran para encontrar un precedente histórico de los padres fundadores creando un proto-banco central independiente, o algo parecido. Este artículo tiene algunas ideas sobre el tema. El Supremo nunca ha tenido demasiados reparos en tomar una decisión primero y buscar argumentos legales fantasiosos para justificarse después (léase: inmunidad presidencial), y no dudo en su capacidad para inventarse algo.
No nos engañemos, sin embargo: Trump quizás diga ahora que no quiere tomar el control directo de la política monetaria del país, pero sus abogados están trabajando muy duro para darles los instrumentos para hacerlo. Y durante años, ha dicho abiertamente que esa es su intención. No es para estar tranquilo.
Bolas extra
El plan de paz de Trump para Ucrania es forzar la rendición de Ucrania.
Trump ha decidido que el Departamento de Justicia va a interpretar los derechos civiles de una forma tan estrafalaria que media agencia ha dimitido.
La ley de derechos civiles de 1964, por cierto, la van a reinterpretar de la forma más racista posible. Esta orden ejecutiva es delirante.
En un alarde de corrupción desaforada, Trump invitará a cenar a la Casa Blanca a los mayores compradores de su criptomoneda. Es un pelotazo extraordinario; casi pedir sobornos a viva voz.
Trump es cada vez más impopular, incluso en temas como inmigración.
En parte porque hace veinte años que no la miro, no voy a negarlo.
Y ¿qué credibilidad va a tener quien nomine en año y pico? Todo esto puede salpicar todo el proceso
"El consenso general, fruto de más de dos siglos de experiencia en crisis financieras, cambiarias, y fiscales, es que dar a los políticos el control sobre la política monetaria suele ser una idea espantosa"
Los bancos centrales independientes son un dogma del neoliberalismo, pero bueno.
La izquierda americana ha absorbido devotamente los principios del reaganismo y acabará haciendo los mismo con los del trumpismo.