Trump y América Latina
Allá donde la ignorancia topa con la incompetencia, y el desconocimiento
Nada como vivir en Estados Unidos para ver a tu país desaparecer. Este viejo chascarrillo sobre la prensa americana sigue siendo cierto, y lo es especialmente en todo lo que hace referencia al resto del continente. Los medios generalistas americanos cubren, con suerte, Israel, México, alguna curiosidad europea y la familia real británica; el resto del planeta, incluyendo a sus vecinos en este continente, solo aparece en caso de guerra, desastre natural o algún turista americano secuestrado, asesinado o devorado por un animal exótico.
Los tres mundos de América Latina
Esto hace que los debates sobre política exterior en América Latina se dividan esencialmente en cuatro bloques distintos. Tenemos, por un lado, a México, que, como Estado vecino, socio comercial y fuente de todos los males del país en la cosmografía del trumpismo, está en la agenda política constantemente. Panamá entraría en el mismo paquete, debido a la (inexplicable) obsesión de este buen hombre por el canal. El segundo bloque es Cuba y Venezuela, que, por motivos históricos variados (y el peso electoral de Florida), son objeto de debates histéricos ocasionales, seguidos por una continuación sin fin de una política exterior absurda. La importancia de Venezuela ha disminuido tras el hundimiento de PDVSA, pero sigue siendo objeto de polémicas ocasionales.
El tercer bloque, me temo, es todo lo demás. Si está al sur de Chiapas o Yucatán, de no mediar una tragedia horrible, golpe de Estado o algo peor, nada aparece en los medios, así que no hay apenas debate público. Bolsonaro y Milei generaron cierta curiosidad cuando sus excentricidades se cruzaron con las desventuras de Trump, pero poco más.
Elaborando la política exterior
La política exterior americana, en términos generales, tiene una dinámica distinta a la política doméstica. En temas nacionales, el presidente puede marcar la agenda, pero es el Congreso quien tiene la voz cantante en aprobar legislación y adoptar medidas y cambios a largo plazo. En política exterior, sin embargo, es el presidente quien ocupa un puesto preeminente, con el Congreso (especialmente el Senado) ejerciendo de órgano semiconsultivo. El Congreso, en última instancia, controla los presupuestos, pero es increíblemente inusual que lleve la contraria al Ejecutivo en gasto militar.
La ignorancia general sobre América Latina suele dejar la política exterior en manos del establishment de Washington, basado en años de consenso implícito entre demócratas y republicanos. Cambiar de presidente no acostumbra a cambiar demasiado las cosas porque es algo que no está politizado: las diferencias entre los partidos son bastante limitadas, y nadie fuera de Washington tiene demasiado interés en modificar la situación.
El presidente de Estados Unidos es un hombre bastante ocupado. Cambiar la actitud o estrategia exterior de una región es algo que requiere una cantidad de tiempo y esfuerzo considerables: hay papeleo, burocracias, asignaciones y mucho trabajo para vender los cambios al establishment en Washington y a la opinión pública. La Casa Blanca solo va a dedicar la limitada y escasa atención del presidente a estos cambios en regiones que sean prioritarias, porque el Ejecutivo solo tiene tiempo de meterse en unos pocos fregados cada semana.
Atención imperial
Para América Latina, esto significa dos cosas. Primero, México y Panamá van a tener cuatro años más absolutamente horrendos en los que serán el foco de atención de Trump sin cesar. Segundo, el resto del continente debería esconderse durante los próximos cuatro años.
México
En el caso de México, el presidente está obsesionado con la inmigración y amenazas fronterizas fantasiosas, así que van a estar constantemente hablando, negociando, incordiando y, en el peor de los casos, bombardeando México ocasionalmente durante su mandato. El Congreso, en su infinita sabiduría, delegó la autoridad de imponer aranceles al Ejecutivo casi por completo. Dudo que el uso errático de este instrumento durante las últimas semanas sea sostenible a medio plazo, pero este es un botón que Trump puede pulsar en cualquier momento. Las relaciones comerciales e institucionales entre ambos países van a sufrir una inestabilidad constante.
Empeorando las cosas, Trump parece tener ideas y sensaciones, pero no tiene estrategia, planes u objetivos claros. Quiere reducir la inmigración (que estaba en mínimos incluso antes de que jurara el cargo) y reducir el contrabando de drogas (un problema de demanda más que de oferta), y quiere que industrias con fábricas al sur de la frontera vuelvan a Estados Unidos. Su administración, no obstante, no sabe qué pedir cuando negocia, porque lo que exige o bien son medidas ya en vigor, cosas fuera del control de las autoridades mexicanas o imposibilidades económicas. Los aranceles (ahora en vigor, ahora en pausa) han venido acompañados de diatribas trumpianas, pero sin una hoja de exigencias que las respalde. Las dos veces que han sido aplazados fueron, primero, por una llamada de teléfono en la que Claudia Sheinbaum prometió a Trump cosas que ya estaban haciendo, y segundo, por las súplicas de GM, Ford y Stellantis para que no volaran por los aires la industria automovilística.
Por ahora (pero este artículo estará obsoleto en cuanto a Trump le entre otro ataque de fervor mercantilista), los aranceles parecen estar congelados parcialmente en una forma casi racional. Los bienes que estaban cubiertos por el US-Mexico-Canada Agreement (USMCA), el tratado sucesor de NAFTA negociado por el mismo Trump, siguen bajo las condiciones firmadas en ese acuerdo. El resto de los bienes paga un 25%. Este régimen, no obstante, estará en vigor hasta el 2 de abril, cuando Trump ha prometido imponer las tasas a todos los bienes de nuevo. A no ser que vuelva a cambiar de opinión.
Panamá
Lo que sucederá en Panamá es aún más impredecible. Trump está hablando como un imperialista convencido e insiste en que quiere recuperar el canal. Como todo lo que sucede en ese vertedero tóxico de comentarios de Twitter que es su cerebro, no está del todo claro qué tontería conspiranoica cree Trump exactamente; no sabemos si es la compra de los puertos por una empresa china, alguna amenaza militar indefinida o una lectura idiota sobre la devolución del canal. Si fuera lo primero, BlackRock “recuperó” los puertos para Estados Unidos hace unos días, y quizás eso valga. Si su modelo mental es una chorrada distinta, seguirán pidiendo absurdidades.
El resto del continente
Para el resto de América Latina, hay buenas y malas noticias. Venezuela y Cuba, sujetas a la tradicionalmente estúpida política exterior antisocialista a ultranza de Estados Unidos, seguirán como están ahora: mal. El resto del continente, al menos por ahora, puede contar con una continuación del statu quo, siempre y cuando no haga nada que atraiga la atención del presidente. A Trump le importa un comino lo que suceda allí abajo, y dudo mucho que decida dedicar su tiempo a ninguna iniciativa relevante, más allá de atizar a Venezuela de vez en cuando con alguna exigencia idiota. Para los líderes del continente, lo mejor que pueden hacer es estarse muy, muy callados, no atraer ninguna atención y confiar en que la ignorancia y desidia de este buen hombre los mantenga fuera de sus iras.
El riesgo con esta gente es Twitter. Si Elon Musk, Pete Hegseth, Tulsi Gabbard, J.D. Vance o el propio Trump leen sobre algún escándalo woke-comunista-DEI-criminal-masónico-antigringo en algún lugar de Latinoamérica en esa infausta red social y se lo creen (y esta gente se traga cualquier cosa), no os extrañe que un país aleatorio pase a ser el monotema durante meses. Por absurdo que parezca, es casi más importante hacerle la pelota a los influencers del mundo MAGA estos días (y a Musk, el propietario de su principal altavoz) que hacer diplomacia tradicional. Trump no solo desconfía del Departamento de Estado, sino que está (cómo no) buscando cómo desmantelarlo.
Si todo lo escrito arriba os parece demasiado estúpido para ser verdad, os quiero dar mi más sincera bienvenida a la administración Trump y a Estados Unidos en el año de nuestro Señor 2025. Estamos hablando de un tipo que está intentando “rescatar” a los granjeros blancos oprimidos de Sudáfrica porque su amiguete Musk, un inmigrante de ese país nostálgico del apartheid, le ha contado toda clase de burradas sobre el tema. Si dentro de unos meses se pone a amenazar con sanciones y bombardeos contra Uruguay por su persecución de los descendientes de honestos refugiados alemanes llegados en 1945 por sus creencias políticas y religiosas, basándose en algo que ha leído en internet, no sería una sorpresa.
Bolas extra
Si os preguntáis por qué la administración Trump quiere abolir el departamento de educación, el NYT tiene un buen artículo sobre el tema. Resumiendo: es wokeeeee.
El día que Elon Musk puso en venta unas instalaciones secretas de la CIA sin querer. DOGE quiere hacer eso tan divertido que hacen muchos inversores privados de vender las oficinas de una empresa que estan restructurando y alquilarlas para “ahorrar” dinero.
DOGE quiere despedir al 75% de los empleados del departamento del Pentágono que se dedica a evitar que armas químicas, biológicas y nucleares caigan en manos equivocadas. Qué puede salir mal.
Un bonito artículo sobre cómo instituciones y políticos críticos con Trump están permaneciendo en silencio por miedo a represalias, algo muy normal en una democracia.
Escribí esto en el 2020, y ha envejecido la mar de bien:
Por cierto, si estáis interesados que escriba más sobre Estados Unidos y sus relaciones con América Latina, avisad. No todo va a ser Rusia y Ucrania.
A mí también me interesaría mucho saber más de la relación del trumpismo con Latinoamérica. Es consistente la relación entre MAGA y Milei y las ultraderechas latinoamericanas? Es previsible un nivel de implicación similar al que tienen en Europa? Les interesa realmente? Y, mirando hacia dentro, qué hay de la relación de MAGA y los hispanos? Están tan descolocados como parece estarlo Marco Rubio? (porfa, un buen repaso de los tuyos a ese personaje tan patético). Cómo viven los opositores venezolanos en USA (que tanto presumían de su conexión con Trump) la actual situación de indiferencia/traición/dejados a su suerte?
Gracias por el artículo!
A mí me gustaría más de esta temática, desde luego 👍🏼