Te buscaré en Groenlandia
Todas las secuencias han llegado a su conclusión y el tiempo no puede esperar
Es una lástima que los Zombies, uno de los grupos New Wave salidos de la Movida madrileña, no sean famosos en Estados Unidos, porque llevo varios días con esta canción metida en la cabeza.
Es el año de nuestro señor del 2025, y Groenlandia, la enorme isla en medio del Atlántico, se convirtió en uno de los principales temas de debate en este país, hasta que los terribles incendios en Los Ángeles la sacaron de los titulares.
Volveremos a California más adelante; antes quiero detenerme un segundo para recalcar que vivimos en el más estúpido de los mundos posibles, y que el presidente electo de los Estados Unidos es inexplicablemente estúpido.
Obsesiones expansionistas
Donald Trump siempre ha estado obsesionado, por un motivo que se me escapa, con Groenlandia. Ya durante su primer mandato, allá por el 2019, habló sobre su intención de comprar la isla, otro más de múltiples ciclos informativos absurdos de su presidencia. Por aquel entonces, el primer ministro danés respondió que no estaba en venta, tomándoselo como una broma. Los medios americanos se lo tomaron como una excentricidad más de alguien que soltaba la primera parida que se le pasaba por la cabeza. En el torrente de burradas que fue esa administración, al cabo de un par de días estábamos todos escandalizados con otra cosa1, así que la cosa fue más o menos olvidada, pero resulta que Trump no estaba bromeando.
La propuesta de comprar Groenlandia viene, como casi todas las ocurrencias de este señor, de un comentario más o menos alocado un millonario amigote suyo. El culpable, en este caso, es Ronald Lauder, heredero de la fortuna de Esteé Lauder. Trump pidió a su equipo de seguridad nacional que estudiara la idea, y un puñado de empleados se pasaron meses estudiándolo, e incluso sondearon al gobierno de Dinamarca al respecto. John Bolton, el asesor de seguridad nacional entonces, creía que la idea de comprar la isla era absurda, pero quería al menos expandir el acuerdo de defensa y quizás ampliar la presencia militar americana en la isla. Cuando se filtró la “opción compra”, los daneses se echaron atrás.
Así que la idea de comprar Groenlandia no es una ocurrencia aislada de un señor entrado en años confundido con la proyección Mercator que cree que es un territorio colosal. Trump realmente está obsesionado con adquirir ese territorio.
Oh, Canada
Lo que hace la saga groenlandesa realmente absurda es que Trump lleva varias semanas hablando alegremente sobre expansión territorial. Ha insistido, repetidamente, que Estados Unidos debe tomar posesión del Canal de Panamá de nuevo, por la fuerza si fuera necesario. Ha hablado repetidas veces sobre anexionar Canadá y convertir al país en el 51º estado de la unión. La primera vez parecía que era en broma, la segunda seguramente era broma, la tercera, cuarta, quinta y media docena posterior es algo más complicado decir si está hablando en serio, no tiene idea de lo que dice, está trolleando sin más al mundo o ha perdido cualquier contacto con la realidad.
La idea de anexionar Canada tampoco es nueva; según dicen, Trump “bromeó” con Trudeau sobre el tema varias veces durante su primer mandato. Trump, sin embargo, ha insistido varias veces cuando le han preguntado que está hablando completamente en serio, y aunque no piensa enviar al ejército a invadir al vecino del norte, usará sanciones económicas y aranceles para conseguirlo.
Lo del uso de la fuerza para invadir Panamá y/o Groenlandia no lo descarta, por cierto.
A estas alturas, es difícil saber exactamente qué está pasando por la cabeza de Trump. Los comentaristas y pagafantas republicanos, siempre deseosos de quedar bien con el amado líder, está divididos entre declarar que todos estos comentarios son un trolleo magistral del presidente electo (“greak joke, sir!”) o un ejemplo del genio munificente de la esfinge de la Casa Blanca, simulando locura para conseguir acuerdos comerciales más favorables ante su ira impredecible. Los más entusiastas, que los hay, han llegado a dedicar páginas y páginas sobre la imperiosa necesidad de enviar los marines a Nuuk mañana mismo en una jugada maestra geoestratégica absoluta. Fuera del universo MAGA, tenemos incluso unos cuantos analistas presuntamente cabales intentando racionalizar muy, muy fuerte los planes de Trump, hablando de la doctrina Monroe y no sé qué historias de dominación territorial.
Incluso estas interpretaciones favorables a Trump, no obstante, son increíblemente estúpidas. Un país civilizado, razonable y respetado no se lía a meter sanciones económicas a su aliado más cercano, ni va a la guerra con un miembro de la Unión Europea y aliado con un tratado de defensa mutua, ni invade un país aliado al azar para controlar una infraestructura. Como comentaba Bret Devereaux hace unos días, una de las certezas más incontestables en relaciones internacionales al menos desde 1914 es que un país no puede ganar una guerra industrial. El coste del conflicto es, inevitablemente, más alto que el de no combatir. Meterte en un juego de suma negativa contra aliados es de una idiotez infinita.
Dado que Trump insiste, una y otra vez, que no está bromeando, creo que la hipótesis más sensata para interpretar toda esta historia es que el hombre es un imbécil sin sentido alguno de cómo funciona el mundo. Trump no tiene un plan brillante o elaborado, o una estrategia a gran escala, o nada por el estilo. El tipo realmente sigue pensando como si dirigiera una inmobiliaria.
En palabras del propio Trump en “The Divider: Trump in the White House, 2017-2021” el libro de Peter Baker y Susan Glasser citado aquí:
“Les dije, ¿y por qué no tenemos eso? Miras el mapa. Yo soy un promotor inmobiliario. Ves una esquina y dices, tengo que comprar esa tienda para el edificio que estoy construyendo. No es tan distinto.
Me encantan los mapas. Siempre he dicho “mira al tamaño de ese lugar. Es enorme. Debería ser parte de Estados Unidos.2”
No sé qué narices esperamos de un genio de este calibre3.
Incendios
Los Ángeles está sufriendo una terrible, atroz oleada de incendios que ha quemado miles de casas en alguno de los barrios más caros y exclusivos del planeta. Es una catástrofe fruto de la combinación de meses de sequía y unos vientos huracanados desde el este que llevan el aire seco de los desiertos del interior a la costa. El cambio climático está detrás de la inusitada intensidad de la sequía, los vientos y los incendios.
El partido republicano (con Trump a la cabeza) ha decidido que el culpable es la política medioambiental de California, que ha prohibido que los bomberos gasten agua para no dañar una especie protegida de pececitos. Aunque los bomberos realmente se han quedado sin agua (el sistema de suministro de Los Ángeles4 no está dimensionado para una tragedia de este calibre), todo apunta que la administración Trump responderá a toda esta tragedia quemando más combustibles fósiles, que es lo que les pide el cuerpo, y empeorando el problema.
Mal urbanismo
Hay dos medidas de política medioambiental, no obstante, que sí han hecho que estos incendios sean tan increíblemente devastadores. El primero, y obvio, es el urbanismo; Pacific Palisades, la zona de Los Ángeles donde hemos visto la mayor destrucción, es un suburbio de mansiones y viviendas unifamiliares enormes de baja densidad de población que cubre una zona montañosa al lado de la costa. Están en una zona en la que los incendios forestales son habituales, donde construir cualquier cosa era mala idea.
El segundo problema son las casas en sí. No es sólo el hecho de que sean de madera, sino que no están diseñadas para ser resistentes a incendios. Este artículo explica muy bien los motivos; las regulaciones de urbanismo y el código de edificación crean barrios y edificios vulnerables.
De bomberos y el incendio en sí, en este caso, hay poco que hablar. Una vez tienes vientos de más de 100 kilómetros por hora, humedad cero y decenas de casas ardiendo por todo un vecindario con cenizas y ascuas incendiando edificios, poco pueden hacer.
Aseguradoras
La otra historia relevante, y que dejaré para otro artículo, es el mercado de seguros en Estados Unidos. Hace unos meses State Farm, una de las aseguradoras más grandes del país, anunció que iba a cancelar miles de pólizas en la región. El estado había impuesto regulaciones obligando a las compañías a cubrir incendios, y State Farm, tras analizar el riesgo, decidió que las enormes, carísimas mansiones en Malibu y Pacific Palisades representaban un peligro inaceptable para su solvencia.
State Farm, obviamente, acertó de llenó, y sus accionistas estarán contentos. Las aseguradoras entienden mejor que nadie los riesgos del cambio climático, y están haciendo todo lo que pueden para minimizar su exposición a catástrofes.
Desde el punto de vista de políticas públicas, este es un problema complicado. Por un lado, los costes del cambio climático tienen que ser pagados por alguien, y es natural que el coste de vivir en un bosque propenso a incendios forestales incluya ese posible riesgo. Por otro, la gente que tiene mansiones en Malibu es la clase de millonarios que tienen poder político, y seguramente van a llorar y vociferar para que el estado le subvencione esa decisión a costa del resto de contribuyentes.
Existe un seguro público federal contra inundaciones que lleva años perdiendo dinero debido a los huracanes e inundaciones cada vez más frecuentes. Hay también miles de viviendas que han sido reconstruidas varias veces con dinero público salido de este programa. Es un problema que no hará más que empeorar.
Por cierto, nunca me acabaré de acostumbrar a la escala de este país. La distancia de New Haven a Los Ángeles es casi la misma que entre Madrid y Grozni.
Específicamente: dos días después Trump acusó de desleales a cualquier judío que votara demócrata (repitiendo un argumento antisemita), y declaró ser “el elegido” por Dios apenas una semana más tarde.
Lo de la proyección Mercator no era broma. Groenlandia es enorme (unas cuatro veces España), pero tiene 56.000 habitantes, la mitad que Alcobendas.
Además, todos sabemos que Canadá debería pedir su ingreso en la Unión Europea.
Ni el de ningún otro lugar.
Que mania que tienen con construir casas de madera los USA. Lo cual estaria bien si al menos utilizaran madera ignifuga o anclaran bien las casas al suelo. Ademas en el caso que comentas de los incendios de esta semana no es por falta de dinero.
Roger, espero que tu al menos si que vivas en una buena y acogedora casa de paredes firmes.
Apetece leer artículo sobre el hecho que los bomberos (o gran parte) sean voluntarios