Antes de nada, mis disculpas por escribir poco esta semana - pillé un catarro tremendo y me he pasado dos días durmiendo y mirando atónito las noticias. Voy a recuperar la cadencia habitual de dos o más artículos a la semana los próximos días.
Este sábado, como quien no quiere la cosa, el hombre más poderoso de la tierra decidió iluminar al mundo con una cita que explica su filosofía de gobierno:
Dudo mucho que Trump sepa el origen de la frase (que yo sepa, es de Napoleón Bonaparte) ni el destino final de quién la originó, pero es extraordinario que un hombre que ha jurado el cargo diciendo lo siguiente:
"I do solemnly swear (or affirm) that I will faithfully execute the Office of President of the United States, and will to the best of my ability, preserve, protect and defend the Constitution of the United States." (Juro/afirmo solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de Presidente de los Estados Unidos, y preservaré, protegeré y defenderé la constitución de Estados Unidos lo mejor que pueda)
Trump, una y otra vez, ha declarado ser un político autoritario que no cree en el estado de derecho y que ve la constitución y las leyes como un obstáculo para sus objetivos. Lo dijo durante toda la campaña electoral, y lo está diciendo ahora como jefe de estado y de gobierno. Como he escrito repetidamente, Trump es quien decía ser. Lo más extraordinario de estas tres primeras semanas de mandato es que sus acciones hayan tomado a nadie por sorpresa.
A mis enemigos, la ley
Hablando de citas históricas, el viejo chascarrillo en política latinoamericana de “A mis amigos todo; a mis enemigos la ley” (probablemente de Benito Juárez) me ha venido a la cabeza estos días con el caso Eric Adams, el alcalde de Nueva York.
Dejamos este señor hace unos días ahogado en escándalos de corrupción y baboseando lamentablemente a Trump para que le “arreglara” el problema. A cambio, en un ejemplo de oportunismo patético, Adams ayudaría las autoridades migratorias federales a deportar tantos inmigrantes como quisieran de su ciudad. El Departamento de Justicia, a principios de semana, aceptó el trato explícitamente, y pidió por carta a la fiscalía del distrito sur de Nueva York que retiraran los cargos.
La fiscal interina ahí era Danielle Sasson, una abogada conservadora (miembra de la Federalist Society, incluso) nombrada por el propio Trump. El jueves por la mañana, tras recibir la orden de Washington, les contestó por carta diciéndoles que Adams era obviamente corrupto y que la decisión de retirar cargos era política y absolutamente deshonesta. Si la fiscal general insistía en la orden, presentaba su dimisión. En el texto, Sasson acusaba a Emil Bove, el fiscal general adjunto en funciones, de haber negociado un quid pro quo con Adams.
Bove respondió por carta poco después, aceptando la dimisión de Sasson, e insistiendo que el motivo principal de su decisión de retirar cargos es que en su análisis la fiscalía había “atacado” a Adams por motivos políticos, y que necesitaban a Adams en el cargo sin distracciones para “proteger” la ciudad. También anunció que todos los fiscales que habían trabajado en el caso estaban suspendidos e iban a ser investigados. Acto seguido, pidió al segundo en la fiscalía de Nueva York, Hagan Scotten, quien había llevado el caso, que retirara los cargos. Scotten (también conservador) respondió a su vez con una carta aún más enfurecida enviando a Bove a la mierda y anunciando su dimisión.
Fue el primero de múltiples abogados y fiscales, tanto en el Departamento de Justicia como en la fiscalía. Bove pidió a una retahíla de letrados que fueran al juez a retirar los cargos, y media docena de ellos le dijeron que sus muertos, dimitieron, y se fueron de un portazo. El viernes por la mañana, Bove acabó por encerrar a dos docenas de abogados de la sección de integridad pública del departamento de justicia en una sala y diciéndoles que en una hora uno de ellos tenía que firmar la petición de retirar cargos para presentarla al juez, o todos serían despedidos de inmediato. Ed Sullivan, un letrado a punto de jubilarse, acabó por acatar la orden para evitar 23 dimisiones. Incluso con esas, Sullivan simplemente acabó secundando y enviando la comunicación, pero Emil Bove es quien tuvo que firmarla.
Esa misma mañana, Eric Adams era entrevistado en Fox News junto con Tom Homan, el “Zar” de temas migratorios de la administración Trump. La conversación es increíble. Adams repite todas las paranoias antiinmigración republicanas con entusiasmo. Homan, en un momento delirante, amenaza a Adams abiertamente con reabrir el caso si no “cumple” con lo pactado con ellos:
Esto quiere decir, en otras palabras, que Eric Adams ha decidido vender a los inmigrantes de su ciudad (que es, huelga decirlo, muy tolerante con la inmigración) a cambio de escapar de la justicia. Es, a todos los efectos, un títere de la administración Trump.
La buena noticia, por llamarla de algún modo, es que Adams tiene fecha de caducidad. Primero, porque la constitución de Nueva York otorga el poder al gobernador del estado de poder cesar al alcalde de la ciudad unilateralmente, así por las bravas1. La última vez que alguien usó esta cláusula fue en 1932, cuando un tal Franklin Delano Roosevelt (en esa época, gobernador de Nueva York) forzó la salida de Jimmy Walker. La gobernadora actual, Kathy Hochul, dice que se lo está pensando.
Si Hochul fuera demasiado cobarde como para despedir a este bufón patético y corrupto de la alcaldía, este noviembre hay elecciones en la ciudad. Las primarias demócratas (que es cuando realmente se decide al alcalde) son este verano. Adams sabe que va a perderlas sí o sí (es universalmente detestado), así que el rumor era que cambiaría de partido y se presentaría como republicano2. El alcalde ha negado que quiera hacerlo, pero a estas alturas su palabra vale entre poco o nada.
Lo divertido, además, es que habitualmente los jueces hacen caso a la fiscalía cuando retiran cargos, pero no están obligados a hacerlo. Así que la semana que viene quizás tengamos a un juez federal diciéndole a Bove que la acusación viene de un gran jurado y que más vale que sigan con el caso, o nombrará él un fiscal especial.
Pero en esta triste historia, la patética, lamentable figura de Eric Adams es lo de menos. Tenemos a un fiscal general y presidente de Estados Unidos utilizando la administración de justicia abiertamente con fines partidistas, y diciendo en voz alta que están dispuestos a tolerar corrupción entre aquellos que colaboren con ellos en sus draconianas medidas antiinmigración.
Aquel que salva su país no viola ninguna ley.
Desmantelando el estado
La otra historia esta semana, y probablemente la más importante, es la oleada de despidos indiscriminados dentro del gobierno federal. Elon Musk y sus secuaces en DOGE han ido, departamento por departamento, agencia por agencia, a “revisar” las cuentas, “analizar” procedimientos, y echar a patadas a tantos empleados públicos como sea posible. El viernes, funcionarios en múltiples agencias que llevan menos de dos años en su puesto (y siguen “en pruebas”) recibieron la notificación de que estaban despedidos.
A estas alturas es obvio que no hay racionalidad alguna en estas maniobras. Los comisarios políticos de Musk han desmantelado departamentos enteros que llevan cosas como investigación contra el cáncer, prevención de incendios forestales, agua potable, o seguridad informática en procesos electorales. De forma un tanto hilarante, incluso despidieron a un porcentaje considerable de la National Nuclear Security Administration, una oficina en el Departamento de Energía que vieron como un despilfarro. Resulta que esa es la agencia que se encarga, como indica su maldito nombre, de garantizar la seguridad del arsenal nuclear de Estados Unidos. Se han pasado el fin de semana intentando localizar a la desesperada a todo el mundo a quien echaron, porque su trabajo resulta ser de cierta importancia.
Aparte de echar a todo aquel que acaba de entrar en la administración, la cruzada Muskiana se ha cebado en todo aquello que suene a “DEI”, las iniciales en inglés de “diversidad, equidad, inclusión”. Cualquier cosa que suene a intentar reducir discriminación, ayudar a mujeres, o incluso recopilar datos sobre desigualdad por raza o género es visto como una afrenta a la meritocracia patriótica Trumpiana, y es inmediatamente disuelto, prohibido y los responsables apartados o despedidos.
Ante todas estas purgas, es importante recordar dos detalles importantes. Primero, el porcentaje de gasto federal (excluyendo defensa) destinado a salarios es minúsculo:
El gobierno federal americano tiene muy pocos funcionarios comparado con el gobierno central de otros países. Esto se debe, principalmente, a que en Estados Unidos los servicios públicos intensivos en mano de obra o bien están en manos de los estados y municipios (policía, educación) o en manos privadas (sanidad). Esa montaña de dinero en naranja es, sobre todo, pensiones, seguros médicos para ancianos (Medicare), y transferencias directas a individuos o estados (para sanidad, educación o infraestructuras). Uno podría fusilar mañana mismo la mitad de los funcionarios federales y el déficit público americano sólo disminuiría un 7,5%3. El objetivo explícito de Musk (una reducción de personal del 10%) sería un error de redondeo.
Así que estos despidos alocados no ahorran dinero en absoluto; lo único que hacen es reducir la ya de por sí limitada capacidad del gobierno federal para hacer su trabajo. Estados Unidos, a principios de año, tiene casi los mismos funcionarios federales que durante la administración Eisenhower, a pesar de que la población es más del doble que en 1955. Musk no está buscando eficiencias, sino está efectuando purgas ideológicas y destruyendo la capacidad de la burocracia para hacer su trabajo.
Segundo, no está nada claro que todos estos despidos sean legales. Medio país está llevando la administración a juicio. Si, como parece ser la intención de Musk (Trump no creo que se entere de nada), el objetivo es reducir gasto a base de volar por los aires la capacidad de muchas agencias de gestionar dinero, eso también sería completamente ilegal.
Aquel que salva su país no viola ninguna ley, sin embargo.
Quizás deberíamos haberles hecho caso.
Nazis
En política exterior, esta semana vimos al vicepresidente de Estados Unidos visitar Dachau, decir que el nazismo era terrible, y después dar lecciones a los europeos que debemos ser amables y acoger a partidos abiertamente nazis en nuestros gobiernos, o si no somos antidemocráticos.
Mientras tanto, Elon Musk ha celebrado el tuit de Trump con catorce banderitas americanas en su retuit:
El número catorce quizás sea un accidente. O quizás no. Que Musk diera dos saludos nazis el otro día era, probablemente, una casualidad también. La cuenta oficial de la Casa Blanca, mientras tanto:
Nada, nada totalitario. No sé qué dicen. Aquel que salva su país no viola ninguna ley quizás suene un poco fascista, pero oye, quizás los estamos malinterpretando.
La piel de plátano
Para el siguiente artículo: aunque todo esto parezca abrumador y demasiado, llevamos menos de un mes. Trump tiene la iniciativa, y está haciendo de todo, pero las administraciones presidenciales suelen parecer muy fuertes hasta que meten la pata en algo inesperado y se encallan. Para Biden fue la retirada de Afganistán en agosto del 2021; Trump tiene, de aquí unos días, un potencial cierre del gobierno federal, una negociación presupuestaria complicada, y el techo de la deuda.
Es perfectamente posible que los republicanos pifien las negociaciones, acaben a tortas entre ellos, y cierren el gobierno accidentalmente, ya que los demócratas esta vez no les prestarán un solo voto. Una vez te la pegas y pierdas tu aura invencible, es muy, muy difícil recuperar esa energía. El escenario “optimista” (incompetencia) sigue siendo perfectamente viable. Es más, si resulta ser lo que sucede, el primer tortazo aún está por caer.
Preocupación, sí, porque son unos chiflados. Pero la situación, al menos por ahora, es desesperada, pero no grave4.
Bolas extras
Dos artículos estupendos esta semana sobre la saga de la familia Murdoch y la pelea por suceder a Rupert al frente de News Corp, uno en el NYT, el otro en el Atlantic. La serie Succession no es que exagere demasiado.
Hay muy, muy pocas personas, aparte de Richard Nixon, más culpables de la situación de occidente y la emergencia del trumpismo que Rupert Murdoch. Su muerte hará que el mundo sea mejor, especialmente si el cretino de Lachlan Murdoch, su hijo predilecto y tan reaccionario como él, acaba perdiendo el control de su imperio.
Aparte, Bret Deveraux (alguien que tiene un blog fabuloso) explica en detalle el sistema de financiación federal de I+D, y cómo Musk lo está destrozando.
Sí, es un poder loquísimo. Las constituciones estatales americanas suelen tener cosas la mar de extrañas metidas en ellas.
Otra vez. Adams solía ser republicano.
No del PIB. Del total. El déficit fiscal el año pasado fue de más de 1,8 billones de dólares. La economía americana es gigantesca.
Y sí, esto es una referencia a mi chiste favorito sobre la Primera Guerra Mundial. Cuenta la leyenda que, tras una operación militar conjunta, un oficial prusiano envió un mensaje a su estado mayor diciendo que la situación era “grave, pero no desesperada”. El austríaco, mientras tanto, comunicó que la situación era “desesperada, pero no grave”.
Algo que se me había escapado: el tuit de Elon con las 14 banderitas lo publica a la 1:14 pm.
Casualidad sus muertos.
Buenas. Lector hace tiempo, suscriptor hace poco.
La cita de Benito Juárez la conocía atribuida a un ministro de Franco, no se si Martín Artajo, y ampliada: "Al amigo hasta el culo, al enemigo por el culo y al indiferente la legislación vigente".