Gawker apareció por internet a finales del 2002, una de las publicaciones nacidas tras el primer petardazo de las puntocom. Su fundador, Nick Denton, era un veterano del Financial Times que quería escribir algo parecido a una página de cotilleos y famosetes, sólo que con amplias dosis de sarcasmo y una obsesiva dedicación a cazar hipócritas. Copiando el estilo de los primerizos blogs de la época, la página rápidamente adquirió una audiencia fiel, y Denton creó una serie de medios adjuntos (Deadspin, Gizmodo, Kotaku, Jalopnik…) que acabaron por definir toda una era de internet.
Armarios y plutócratas
Allá por el 2007, Gawker publicó una noticia que causo cierto revuelo en Silicon Valley: Peter Thiel es gay. La algarabía no porque fuera una sorpresa (era un secreto a voces) sino porque un medio pusiera esto por escrito; Thiel era alguien que odiaba esta clase de noticias sobre su vida privada:
Hablamos del 2007, cuando Thiel era un señor que vivía a las afueras de San Francisco. Que te sacaran del armario a rastras era (y sigue siendo) algo como mínimo irrespetuoso, cuando no insultante, por mucho que ser homosexual no representara una muerte civil como una o dos décadas antes. El tipo tenía toda la razón del mundo para estar tremendamente cabreado con Denton, y dudo mucho que fuera una experiencia agradable.
Thiel, sin embargo, no es que se lo tomara mal. Tras llamar a Denton de todo (acusándole de ser un terrorista) juró venganza.
La cuestión es que Peter Thiel no es alguien que hace las cosas a medias, ni un tipo impaciente que pone denuncias al azar. Se enfada, pero no pierde los nervios. Planifica. Espera. Y como buen genio del mal que es, porque Peter Thiel es un malvado de tebeo de primera categoría, esperó hasta octubre del 2012, cuando Gawker publicó otra de sus infames exclusivas.
Entra Hulk Hogan
Ese día fue cuando colgaron en su portada un video de dos minutos en el que Gene Bollea, profesionalmente conocido como Hulk Hogan, mantenía relaciones sexuales con Heather Clem, la mujer de Bubba the Love Sponge, un DJ de Florida.
Como suele suceder en estos casos, la primera reacción de Hogan fue llamar a su abogado y ponerle un pleito a Gawker. Su estrategia legal, por desgracia, fue bastante torpe, demandando a Denton ante un tribunal federal por vulneración de derechos de autor al estar distribuyendo una “película” que era propiedad intelectual de Hogan. El juez no pareció tomarse ese argumento legal demasiado en serio, denegando un par de mociones preliminares sin ni siquiera ordenar a Gawker retirar el video.
Todo parecía indicar que el caso acabaría en otro juicio fácil sobre primera enmienda que Gawker ganaría fácilmente, pero Hogan cambió de estrategia. Acompañado de una falange de abogados salidos de la nada, cerraron el caso en el tribunal federal y demandaron a Gawker en un tribunal estatal de Florida. Allí acusaron a Gawker de invasión de privacidad, vulneración de derechos personales y provocar daños y estrés emocional de forma intencionada.
El nuevo equipo legal de Hogan no sólo estaba mucho más preparado y parecía tener muchos más recursos, sino que además se negó por completo a negociar nada. Habitualmente, en casos de este estilo, las partes llegan a un acuerdo extrajudicial para ahorrarse una vista oral en la que el famoso tiene que ver su vida privada aireada públicamente. Hogan, sin embargo, quería llegar a juicio, quería poner la evidencia ante un jurado, y quería que Gawker pagara por todo el daño que habían provocado.
El veredicto fue brutal: en abril del 2016, Gawker fue condenado a pagar $140 millones a Hogan en daños y perjuicios, una cifra tan enorme que envió la empresa a la bancarrota. Denton se vio obligado a vender su compañía a Univisión1; Gawker dejó de publicarse. Con la empresa arruinada y ahogados en recursos judiciales, Hogan acabó por recibir $31 millones.
No fue hasta unos días después del veredicto que salió a la luz quién estaba pagando los abogados de Hulk Hogan. Durante casi una década, Peter Thiel había estado reclutando un equipo de abogados a la espera de que apareciera el caso perfecto para ir a por la yugular de Gawker. En su cruzada contra Denton (“no es venganza, es disuasión”), el tipo se gastó diez millones de dólares a fondo perdido para llevar la demanda hasta sus últimas consecuencias.
Hulkmania y su legado
Hulk Hogan murió en Florida2 este pasado jueves a los 71 años. Por supuesto, había alcanzado la fama mucho antes de filmar videos pornográficos.
Hogan se metió en esto del wrestling (pressing catch, en la incomprensible traducción de Telecinco) a finales de los setenta. Su salto a la fama vino por su aparición en la inenarrable Rocky III, y no tardó en convertirse en una de las estrellas del circo de la World Wrestling Federation.

Desde Europa es difícil hacerse una idea de lo increíblemente popular que fue (y sigue siendo) el wrestling en Estados Unidos. Este espectáculo hortera, semi cómico, machote y violento es tiene millones de seguidores por todo el país. Es un espectáculo de masas, que incluso ahora, en esta época de audiencias fragmentadas y nichos televisivos, sigue atrayendo enormes cantidades de público y generando estrellas conocidas.
El aficionado al wrestling más célebre, sin duda, es Donald Trump, que incluso participó en varias peleas y numeritos (¡esos videos de Trump dando puñetazos a Vince McMahon no son IA!), y que siempre se ha declarado un admirador y amigo de Hogan. Hulk le devolvió su admiración con un sentido (por llamarle de algún modo) discurso (también por llamarle de algún modo) en la convención republicana el año pasado:
Lagrimita. Que emoción. En fin.
¿Destruir la democracia?
Os preguntaréis, supongo, por qué estoy acusando a este buen hombre de ser el culpable del ocaso del imperio americano y la decadencia de su sistema democrático. Es probable que no sea el culpable directo, pero de Hulk Hogan nacen dos tendencias en la política americana preocupantes que explican, en parte, dónde estamos metidos estos días.
Estrategias de demolición fascistas
Tenemos, por un lado, la destrucción de Gawker, o de forma más precisa, la emergencia de Peter Thiel y su cohorte de tech bros en la política americana. Aunque Thiel siempre había sido un poco especialito, el caso Gawker fue el primer paso hacia su radicalización. Hogan fue un instrumento teñido y bigotudo en su senda de venganza, no el culpable de su deriva hacia supervillano3, pero el asunto acabó presagiando la bizarra, surrealista alianza entre los horteras y machotes de la machosfera y los oligarcas de Silicon Valley.
La estrategia Gawker, además, ha resultado ser un prototipo para lo que vendría después. La administración Trump está utilizando tácticas similares, pero con todo el gobierno federal detrás, para obligar a empresas e instituciones a obedecerle.
Elon Musk, Thiel, y otros potentados han replicado el modelo para silenciar a críticos una y otra vez. Musk, sin ir más lejos, está a un paso de destruir Media Matters, una ONG que tuvo la osadía de señalar que en Twitter aparecían tuits de marcas anunciándose junto a proclamas neonazis.
Algo que sucede de forma rutinaria todavía, por supuesto; la respuesta del gobierno federal ha sido investigar a los anunciantes para intentar averiguar si no poner tu publicidad en una página nazi es un boicot ilegal.
La política como espectáculo
El otro punto es algo más sutil, pero quizás más importante: la política americana, en muchos aspectos, ha adoptado el lenguaje y los rituales del wrestling, su condición de espectáculo y entretenimiento.
Creo que a la primera persona que leí hablar en este sentido fue Oliver Willis, pero es una idea que se remonta a Josh Marshal, allá por las presidenciales del 20044.
Trump es una criatura televisiva, por encima de todo, alguien que adora el wrestling y que ha hecho carrera en reality shows. Su concepción de la política y su instinto por crear conflictos y atraer la atención están directamente derivados de los rituales y tradiciones de este espectáculo. La infame, caótica y surrealista campaña presidencial del 2016, con Trump abrumando a sus oponentes a base de meterse en todos los charcos, anteponer el conflicto ante todo y cortejar a atraer el odio de los medios eran estrategias de famoseo, la clase de maniobras que un “malote” del wrestling utilizaría dentro y fuera del ring.
El cretinismo, la estupidez constante de Trump quizás sean sinceros (esto es, realmente es un cretino), pero su explotación como arma de comunicación política son descendientes directos de la era dorada del wrestling, Hulk Hogan, y la profunda admiración de Trump por ese mundo.
Quizás Hulk Hogan realmente no es el causante de la involución democrática del país más poderoso de la tierra. Pero su legado e influencia cultural son mucho más importantes de lo que parecen.
Bolas extra:
Una empresa controlada en parte por Peter Thiel acaba de recibir la autorización para poder empezar a enriquecer uranio. Es decir, que le estamos dando a Thiel la posibilidad de fabricar armas nucleares. Qué puede salir mal.
El número dos del departamento de justicia y antiguo abogado de Trump, Todd Blanche, se ha reunido dos veces con Ghislaine Maxwell, la cómplice de Epstein, en prisión. El contenido de las conversaciones no ha trascendido, pero el temor (comprensible) es que le haya ofrecido un indulto a cambio de su silencio.
Trump y sus mariachis están acusando de nuevo a Obama de traición. Es una repetición de conspiranoias pasadas. Todo para que no se hable de Epstein.
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En vista de lo mal que va el dolar, ¿$30 que són, cinco drácmas?
Por $135 millones. Denton perdió la empresa, pero pobre, lo que se dice pobre, no es.
Hogan siendo esencialmente la idea platónica de Florida Man.
Y oye, sacó $31 millones de la broma. Tampoco está mal.
Su “teoría de la bofetada” sigue siendo uno de los mejores artículos de comunicación política que he leído.
Roger, aunque queda bastante, molaría que alguna vez comentaras que perspectivas tienen los demócratas en las midterms
Hola, Roger. Información anecdótica. El término Pressing Catch no se lo inventó Tele5 de la nada. El origen es la modalidad de lucha "catch-as-catch-can" en UK en el s. XIX. En España y especialmente en Valencia se popularizó el término 'Catch' para designar a la lucha libre en los 50. Lo del añadido 'Pressing' fue lógico dado la abundancia de 'presas' que los luchadores hacen al contrario. Saludos!