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Venganzas y cacerías

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Roger Senserrich
sep 17, 2021
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Durante la campaña presidencial del 2016, nadie, aparte de los candidatos, dominó más el debate que James Comey, el entonces director del FBI.

Nombrado por Obama el 2013, Comey era republicano, como todos sus predecesores, porque el partido demócrata siempre ha tenido este inexplicable complejo de inferioridad que los lleva a nombrar a gente del partido contrario en esta clase de agencias1. Durante la campaña electoral, Comey se declaró enormemente preocupado por mantener la independencia de su departamento, prometiendo ser puntillosamente apartidista y no meterse en líos.

Esa fue una campaña electoral única en la historia del país porque ambos candidatos presidenciales estaban siendo investigados por el FBI. La candidata demócrata, Hillary Clinton, por la presunta posesión de documentos secretos en un servidor de correo electrónico privado durante sus años como secretaria de estado. El candidato republicano, Donald Trump, por tener a medio equipo de campaña y a sus propios hijos en contacto personal directo con múltiples individuos conectados a o empleados por los servicios de inteligencia rusos.

But her emails

Una de las investigaciones, la de Clinton, era una polémica artificial que nunca acabaría en una acusación formal. Comey, sin embargo, no sólo la retransmitió en directo, dando varias ruedas de prensa durante la campaña, sino que incluso acabó reabriéndola (con gran fanfarria) dos semanas antes de las elecciones - sólo para anunciar, dos días antes de las elecciones, que no habían encontrado nada.

La otra, sobre Trump, fue mantenida completamente en secreto. Comey se negó a confirmar que hubiera investigación alguna incluso en comparecencias secretas en el congreso. A pesar de los persistentes rumores sobre contactos con Rusia, nada salió a la luz hasta después de las elecciones.

Muchos comentaristas son de la opinión, y yo la comparto, que James Comey fue el factor determinante en la victoria de Trump por la mínima y de chiripa el 2016. Las dos “noticias” sobre los correos de Clinton justo antes de las elecciones le costaron los dos o tres puntos en estados clave que dieron el colegio electoral a Trump.

La conspiración inexplicable

Tras las elecciones, James Comey se reunió con Trump para explicarle la existencia de una investigación sobre la influencia rusa en su campaña. El presidente, según Comey, le exigió lealtad personal; él se negó. No fue hasta el 20 de marzo del 2017 cuando iba a confirmar públicamente en la cámara de representantes que Trump estaba siendo investigado. El presidente le despediría un mes y medio después, acusándole de montaje y traición.

Desde entonces, Donald Trump odia a James Comey. El presidente está convencido que el FBI y el deep state se inventó la trama rusa de arriba a abajo para deslegitimarle, y que toda la investigación durante la campaña formaba parte de una elaborada trama para sabotear su presidencia2. Comey es su enemigo. Durante la campaña del 2024, Trump prometió repetidamente que iba a investigarlo y meterle en la cárcel.

Venganzas

Recordaréis que el sábado Trump dio órdenes explícitas a su fiscal general de imputar a Comey de algún delito. La Casa Blanca acababa de forzar la dimisión de un fiscal de distrito que se negó a hacerlo, nombrando a una de sus abogadas personales para el puesto con la intención explícita y declarada de que fuera a por el ex-director del FBI.

Un sábado cualquiera

Un sábado cualquiera

Roger Senserrich
·
Sep 22
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Ayer por la noche, un gran jurado en Virginia acusaba formalmente a Comey de falso testimonio y obstrucción de una investigación del congreso. Los cargos se derivan de una comparecencia de Comey en el senado el 30 de septiembre del 2020. Ambos delitos hubieran prescrito el 30 de septiembre de este año.

El escrito de la acusación sólo ocupa dos páginas. La única firmante es Lindsey Halligan, la fiscal nombrada a dedo hace unos días3. Nadie más ha querido firmarlo. Halligan inicialmente quería tres cargos, pero el jurado ha rechazado uno de ellos. No soy abogado, pero lo que ha presentado la fiscalía es lamentable. Es obvio, porque el presidente de los Estados Unidos así lo dijo en público en su red social, que esta es una persecución política.

Esta no fue la única noticia sobre el presidente utilizando al departamento de justicia como arma política. Ayer también se hizo público que un alto cargo ha dado instrucciones para que se investigue a George Soros, un donante demócrata que está en el centro de todas las conspiraciones de la ultraderecha mundial, y dio una orden general de investigar a “grupos violentos”, en una escrito de una vaguedad espantosa. Siguen a los intentos de censura contra comediantes críticos de los últimos días, o la investigación contra otro enemigo jurado, John Bolton.

Como de costumbre, esto no es una sorpresa, porque esto es lo que Trump prometió que iba a hacer durante toda la campaña electoral. Los medios insistieron en tratar esas palabras como si estuviera bromeando, igual que todo lo que decía Trump en campaña.

Estaba hablando en serio.

Trump dijo que ejercería el poder como un líder autoritario, y eso es exactamente lo que está haciendo. En general, cuando un político dice algo espantosamente fascista e impopular, no lo hace como una jugada maestra maravillosa, un elaborado trolleo a los progres o una estrategia para atraer polémicas. Lo hace porque eso es lo que quiere hacer. Quizás algunos deberían tomar nota.

Comey sigue siendo inaguantable

La gran ironía, por supuesto, es que James Comey tiene el raro privilegio de ser un personaje absolutamente detestado por los demócratas por todo lo que hizo durante la campaña del 2016, y profundamente odiado por MAGA y el trumpismo, porque han construido esta conspiración maquiavélica incomprensible con él en centro. No os podéis ni imaginar lo cargante que me resulta la idea de tener que defender a Comey ahora mismo.

Su respuesta tras la imputación, por cierto, ha sido impecable:

Otras maldades

Como viene siendo habitual con Trump, el hecho que esté destruyendo la democracia y el estado de derecho resulta ser una distracción de todo el torrente de estupideces que está cometiendo simultáneamente en otros temas.

TikTok

Ayer, sin ir más lejos, el presidente firmaba la orden ejecutiva que transfiere la propiedad de TikTok a un grupo de oligarcas de Silicon Valley afines a precio de saldo (porque la empresa vale mucho más de 14.000 millones, lo siento). Los mayores accionistas serán Larry Ellison (de Oracle), los Murdoch, y un fondo de inversión de los Emiratos Árabes (que están “invirtiendo” en el negocio de criptomonedas de los Trump). Con ello, las tres principales redes sociales, Meta, TikTok, y Twitter, están en manos de neofascistas reaccionarios amigos del presidente, algo que no debería preocupar a nadie.

Aranceles

Con todo el mundo distraído con Comey, Trump ha impuesto aranceles del 100% sobre medicamentos no genéricos, 50% en armarios de cocina y espejos de baño (¿?), un 30% sobre muebles y un 25% en camiones importados. La ley invocada alega motivos de seguridad nacional, porque estoy seguro de que las cocinas del Ikea representan un riesgo extraordinario de adoctrinamiento socialdemócrata o algo peor.

Argentina

Trump también tuvo tiempo para autorizar que los contribuyentes americanos dediquen 20.000 millones de dólares en un rescate financiero a Argentina, porque ahora toca regalar dinero a ultras que hablen bien de él.

Glorificando crímenes de guerra

Y si no queréis acabar el día con un acto malvado completamente gratuito e innecesario, El secretario de defensa Pete Hegseth anunciaba ayer que todos los soldados que fueron condecorados en la batalla de Wounded Knee recuperarán sus medallas.

El problema es que Wounded Knee no fue una batalla. Fue una matanza en la que soldados americanos del 7º de caballería asesinaron a más de 200 indios Lakota en 1890. Para esta administración, héroes de guerra4.

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