El Supremo en la sombra
Desde su llegada al poder en enero, la administración Trump ha intentado despedir miles de funcionarios públicos.
Estados Unidos, sin embargo, solía ser un país normal, con leyes y separación de poderes, así que el presidente realmente no estaba autorizado a despedir a gente por las bravas. Para empezar, las decisiones presupuestarias están en manos del congreso, no del ejecutivo, y si los legisladores han aprobado una ley que dice que el gobierno tiene que gastarse millones en inspectores de hacienda, el gobierno tiene que ejecutar ese gasto. Por añadido, existen toda una serie de leyes que protegen a los empleados públicos de ser despedidos de forma arbitraria con el objetivo de garantizar su imparcialidad e independencia.
Pero, claro, solía. Donald Trump y sus secuaces en DOGE (incluyendo a Elon Musk, cuando eran amigos) empezaron primero por negarse a gastar dinero, continuaron con despidos masivos, y cuando la agencia independiente que protege los derechos de los funcionarios intentó bloquearlos, despidieron a los directores de esa agencia.
En la más pura tradición americana, todo acabó en los tribunales, y dado que todas estas acciones son abiertamente contrarias a la ley y décadas de jurisprudencia, fueron bloqueadas temporalmente. La administración recurrió a apelaciones, perdió otra vez, y recurrió al Supremo.
¡Oh, los de siempre!
El martes, el Supremo de los Estados Unidos dictó un auto de una página diciendo que no es cosa suya. O más concretamente, que el tribunal de distrito no puede bloquear la norma hasta que se haya litigado el caso, y que ellos no dirán nada hasta que se dicte sentencia. La administración puede despedir a todos los funcionarios que quiera, y si después decidimos que eso era contrario a la ley, pues ya lo arreglaremos. De momento, a la calle y ya.
Desde hace unos años (léase, desde que hay una mayoría conservadora) el supremo ha tomado por costumbre tomar decisiones en lo que se ha venido a llamar el shadow docket, o “agenda en la sombra”. El tribunal decide pronunciarse sobre un caso particular, habitualmente sobre un tema que está sujeto a una suspensión de una ley en un tribunal de rango inferior. En vez de tener una vista oral, escuchar a ambas partes y dictar una sentencia razonada, sin embargo, lo que hacer es sacar una resolución cortita sin firmar diciendo que alguna medida cautelar es válida o inválida, cargándose o dejando que una ley entre en vigor sin más.
Esto podría tener sentido en casos histéricamente inconstitucionales, pero por desgracia, no es lo que estamos viendo. El Supremo tiene la tremenda, persistente costumbre de levantar bloqueos de tribunales inferiores cuando quien se queja es la administración Trump (un 77% de los casos) y no utilizar el shadow docket cuando el presidente era Biden (10%).

Autorizando dictaduras
Eso de que el tribunal supremo es una cámara legislativa llena de gente disfrazada de juez no es una broma, nuevamente. La consecuencia inmediata, en este caso, es que Trump tiene vía libre para desmantelar sin restricción alguna cualquier departamento federal que le caiga mal, echando a todo el mundo menos a un bedel y un subsecretario al azar para cumplir con la parte de la ley que reza que el departamento debe existir.
En aquellos departamentos que no quieran desmantelar, la no-sentencia-por-ahora-y-podéis-litigar-años-hasta-que-me-moleste-a-decir-algo del supremo les permite hacer algo mucho más divertido, que es despedir a todos aquellos funcionarios que les caigan mal y contratar a tanta gente afín como les plazca.
Estoy seguro de que el departamento de justicia quedará hecho un primor. De momento ya están lanzando investigaciones criminales contra sus enemigos, como aquellos que osaron investigar la descarada intervención rusa en las elecciones del 2016.
El autoritarismo no va a llegar con tanques en la calle y prohibir elecciones. Llegará con una no-sentencia del supremo diciendo que aún no están por la labor de pronunciarse sobre si ilegalizar la oposición o enviar tropas a Los Ángeles es legal.
Cartas arancelarias
En el eterno sainete de la guerra comercial de Trump contra el mundo (que, como de costumbre, sigue en “vigor” porque los tribunales no han querido bloquear algo que Trump no tiene autoridad alguna para imponer sin el congreso), esta semana hemos tenido cartas. El presidente está escribiendo misivas a decenas de países diciéndoles que han sido muy malos, que son muy injustos, y que, si no se rinden de inmediato, les impondrá unos aranceles del copón.
Las cartas son casi todas idénticas, cambiando el nombre del país y a quien van dirigidas y el arancel que quiere imponer. También están plagadas de errores de redacción y faltas de ortografía, como un uso de mayúsculas y minúsculas completamente aleatorio, y están escritas con un tono entre estúpido e infantil inexplicable en un jefe de estado.

Ayer Trump escribió una carta distinta dirigida a Brasil. Para empezar, Brasil es uno de los escasos países con los que Estados Unidos tiene superávit comercial, así que los aranceles aquí, según la lógica trumpiana, deberían ser innecesarios. Eso no parece importarle lo más mínimo, y el lenguaje sobre barreras comerciales es exactamente el mismo, aunque la tasa impuesta es más alta, de un 50%.
La misiva, sin embargo, añade algo nuevo: Trump exige al presidente de Brasil que deje de regular las redes sociales (porque es “censura”) y que retiren los cargos contra Jair Bolsonaro, expresidente del país acusado de intentar dar un golpe de estado tras perder las elecciones.
Brasil, obviamente, les ha enviado a pastar, en no poca medida porque pueden hacerlo. Un 2% de las exportaciones del país van a Estados Unidos, así que un arancel les importa poco o nada.
Pero lo importante, en este caso, no es el fondo, sino el acto en sí. No sólo tenemos a un presidente de los Estados Unidos utilizando una autoridad que no tiene de forma arbitraria, sino que lo está haciendo contra una democracia en teoría aliada para exigirles que perdonen a su a amigo golpista, en el único caso en que no tienen déficit comercial.
Qué bien habla usted inglés
El presidente de Liberia estaba ayer de visita en la Casa Blanca. Trump lo elogia profusamente en un acto público sobre lo bien que habla inglés.
El idioma oficial de Liberia, un país básicamente fundado por esclavos “repatriados” de Estados Unidos durante el siglo XIX, es el inglés.
Y después nos preguntábamos si Biden estaba senil.
Mechahitler
La red social anteriormente conocida como Twitter tiene una IA llamada Grok. Este artilugio es el producto estrella de xAI, la otra empresa de Elon Musk que compró Twitter a Musk para sacársela de encima y cubrir las pérdidas con la burbuja del sector seguir innovando heroicamente.
A Musk le gusta trastear con Grok, pero suele quejarse que el bot es demasiado progresista y políticamente correcto. El cuatro de julio alguien absolutamente no llamado Elon Musk actualizó a Grok para hacerlo más molón y valiente. El lunes, Grok procedió a perder la cabeza por completo, alabar a Hitler, abogar por un segundo holocausto, acusar a los judíos de dominar Hollywood y toda clase de maldades y declararse abiertamente como MECHAHITLER.
La compañía le desconectó al cabo de unas horas, ligeramente avergonzados. La CEO de sigue-siendo-Twitter para mí dimitió ayer sin más, porque entre otras cosas Grok se dedicó a fantasear sobre cómo violarla en varios hilos durante su periodo neonazi.
Estoy seguro de que este es un magnífico comienzo de la andadura del nuevo partido de Elon Musk.
¿Somos los malos?
La cuenta oficial de Twitter del departamento de seguridad nacional ha puesto este meme hoy:
Esto se supone que era un chiste, pero veo que no:
Celebrando efemérides:
La ciudad más grande del país más rico de la tierra celebra hoy que una parte importante de su red de cercanías opera con trenes tirados por locomotoras diesel construidas hace sesenta años.
Todo en esta frase (locomotora, diesel, cercanías, sesenta años) es horripilante. Lo más increíble es que celebran lo fiables que son, con averías “sólo” cada 22.000 kilómetros. Los Civias de Renfe (la serie 462/3/4/5) tienen un tiempo entre averías mínimo de medio millón de kilómetros.
Nota final:
Four Freedoms es algo que escribo porque me gusta, pero el tiempo que le dedico (que es bastante) se justifica en gran medida gracias al apoyo de sus suscriptores. De media, un 10% de la gente suscrita a un boletín contribuye mensualmente; más si tienen mucho contenido tras candado, menos si, como yo, tienen casi todo en abierto.
Ahora mismo, andamos por el 7,3%. Tendríamos que ir un poco mejor, la verdad. Así que, para animaros un poco, este mes os podéis suscribir por un año con un 40% de descuento. Esto es, sólo $30. Gracias a Trump, el dólar está por los suelos así que viene a ser €26 euros.
Roger, hablando de trenes, seguro que no soy el unico que echa de menos tus articulos sobres trenes y transporte ferroviario. ¿Tienes pensado publicar alguno mas en el futuro?
Lo que está claro en cuanto a los aranceles anunciados para Brasil es que son claramente ilegales, cualquiera que sea la amplitud con que interpretemos las facultades del Presidente para implantarlos. Todos los casos contemplados, sin ninguna excepción, tienen un contenido o justificación económica -incluidos los que mas le gustan: 'National Security' e 'International Economic Emergency'-. Lo que no ocurre en este caso, como el mismo Trump explicita blanco sobre negro en su misiva. Lo que no termino de comprender, aún siendo Trump una persona con un trastorno de la personalidad narcisista, antisocial y paranoide, impulsivo, manipulador y con una 'relación ambigua con la realidad' (Copilot dixit), que ocurre con sus asesores. Claro que estos, como he leído, se comportan como 'a bunch of shoe-shine boys and yes-people', que parece fue para lo que se les seleccionó.