Hará cosa de un mes, en una de esas batallas presupuestarias absurdas que tiene el partido republicano consigo mismo para no cerrar el gobierno federal, los líderes del congreso y la Casa Blanca decidieron dejar para más tarde cuatro temas importantes en los que todos estaban de acuerdo. Tanto demócratas como republicanos querían enviar más ayuda militar a Ucrania e Israel, reforzar la asistencia de defensa a Taiwan y más dinero para reducir la inmigración en la frontera con México. Todo era cuestión de ponerlo todo en una ley de gasto separada, negociar cuatro detalles, y cumplir tanto con las obligaciones con los aliados de América como poner coto a la oleda de llegadas en el sur del país.
La Casa Blanca, entonces, preparó una propuesta para enviarla al senado: 61.000 millones de dólares para Ucrania, 14.000 para Israel, y 14.000 para la frontera e inmigración, además de 22.000 millones para aliados de Estados Unidos en el Pacífico y algo de ayuda humanitaria a Gaza. En total, 111.000 millones. Los republicanos cogieron el documento, lo leyeron atentanmente, y respondieron que Israel, Taiwan y Ucrania les caen estupendamente bien y se mueren de ganas para ayudarles, pero que hasta que Biden acceda a sus exigencias sobre reforma migratoria, no van a votar nada.
Sería una lástima que a los ucranianos les pasara algo malo, ¿verdad? Pobrecitos.
El problema en la frontera
Durante décadas, el principal problema en la frontera con México era la llegada de inmigrantes que intentaban entrar de forma clandestina al país. Una vez entraban en Estados Unidos, intentaban mudarse a alguna ciudad grande y relativamente permisiva, donde vivían sin papeles. La mayoría pagaban impuestos (en Estados Unidos puedes pedir al gobierno un número de identificación fiscal sin demostrar ciudadanía), trabajaban duro y echaban raíces, participando en esta casa de locos que es América. La cifra exacta de inmigrantes indocumentados no está del todo clara, pero ronda los 12-14 millones.
Allá por el 2013-2014, sin embargo, hubo un cambio de tendencia importante: un número creciente de inmigrantes llegaban a la frontera con México, se entregaban a las autoridades, y solicitaban asilo:
No está del todo claro sobre el por qué de este cambio de tendencia; no hubo cambio alguno en leyes migratorias durante el segundo mandato de Obama, y el único intento de reformar el sistema fue víctima de un filibuster en el senado. Se habla de un posible aumento en los niveles de violencia en Centroamérica, o México, o incluso Venezuela. Fuera lo que fuera, entre el 2013 y el 2016 las peticiones de asilo casi se duplican, y la tendencia se acelera dramáticamente durante la administración Trump hasta el cierre casi completo de la frontera durante la pandemia.
Los inmigrantes que solicitan asilo, cuando son detenidos por las autoridades, no pueden ser expulsados del país de inmediato. Estados Unidos, cumpliendo con tratados internacionales y la legislación federal vigente, debe revisar cada una de las peticiones, y juez de inmigración es quien debe tomar la decisión final. Una persona que está reclamando el derecho de asilo no ha cometido ningún delito, así que legalmente no puede ser detenida indefinidamente; incluso si pudieran, el gobierno federal no tiene centros de acogida suficiente para hacerlo. Lo que sucede, entonces, es que los inmigrantes son procesados por el sistema, se les da una fecha para su cita judicial para resolver el caso, y se les deja en libertad con un permiso de residencial provisional.
En el año 2019, hubo más de 216.000 peticiones de asilo. El gobierno federal concedió 18.863. En el sistema, había 632.223 casos pendientes. Esto quiere decir que entrar y pedir asilo suele ser un buen sistema para poder permanecer en el país durante años antes de que el juez te llame - a menudo, un tiempo suficiente como para haber conseguido la residencia por arraigo, familia, o algún otro método.
La administración Trump respondió a este cambio interpretando la ley de modo que cualquier persona que cruzara la frontera ilegalmente para pedir asilo fuera acusada del delito (técnicamente, una falta) de entrada ilegal, y tras ser procesado, pudiera ser expulsado de inmediato. El problema para la administración es que una resolución judicial prohíbe detener más de veinte días a familias con hijos, así que la efectividad de la medida fue limitada.
La alternativa para muchos inmigrantes fue, simplemente, plantarse en los puntos fronterizos y pedir asilo allí directamente. La ley, en esos casos, también requería que el solicitante fuera recibido y procesado. La administración Trump respondió creando un protocolo específico que obligaba a los inmigrantes a permanecer en México hasta que tuvieran una cita con el juez. Durante la pandemia, recurrieron a una ley de salud pública para denegar cualquier entrada en la frontera de forma automática.
Biden ha hecho algunos cambios en esta normativa, pero sigue siendo casi igual de draconiana. La nueva administración alargó las medidas post-pandemia tanto como pudo, y después las sustituyó con una prohibición de entrada a asilo a no ser que el inmigrante hubiera pedido una cita previa usando una app (lista de espera de dos meses) o le hubieran denegado una petición de asilo en otro país. Los inmigrantes rápidamente se han adaptado al nuevo sistema, y las peticiones de asilo siguen a niveles altísimos.
Un problema político
A pesar de que la crisis empezó hace diez años y que fue la administración Trump la que perdió el control por completo tras años de calma en la frontera, los demócratas han sido incapaces de quitarse de encima la imagen de que los republicanos son mucho más machotes y antiinmigrantes1, y tienen un problema político grave entre manos. Cuando los republicanos, hace dos semanas, le pidieron a la Casa Blanca un paquete de medidas duras y estrictas para controlar la frontera, la respuesta de Biden fue que sí, que lo que quieran, que estaba dispuesto a firmar. Chuck Schumer, el líder demócrata en el senado, incluso les pidió que ofrecieran una enmienda a la ley con todas sus ideas y que votarían con entusiasmo.
Los republicanos, sin embargo, no ofrecieron nada, y exigieron que Biden enviara una propuesta. El presidente, según dice, les ha dado un documento que tiene a toda la izquierda demócrata indignada, pero el GOP sigue diciendo que no. Quieren más, y deben seguir negociando.
Así que no hay dinero para la frontera, no hay dinero para Israel, y no hay dinero para Ucrania. Con el congreso a punto de irse de vacaciones navideñas, es muy posible que no se apruebe nada hasta enero.
Bloqueando por deporte
Hace un mes, decía, todas las partes estaban de acuerdo que era necesario aprobar estas cuatro partidas presupuestarias y reformar el sistema de asilo. Ahora mismo, todos los implicados siguen diciendo en voz alta que quieren arreglar estos cuatro problemas de una tacada, pero la ley no está saliendo adelante.
Siguiendo la tradición del GOP, el bloqueo se debe a la habitual combinación entre maldad, malicia, incompetencia y cinismo que caracteriza al partido estos días.Sabemos, primero, que un sector importante del partido está en política no para solucionar nada, sino por los LOLes. A ellos lo que les pone es sabotear cosas y después acusar a Joe Biden de querer destruir América. A esto se le suma un cálculo racional de que arreglar el problema, en este caso, puede que sea políticamente contraproducente para el GOP. Si los votantes creen que los demócratas son horribles en política migratoria, darle una victoria a Biden en este aspecto es un regalo innecesario, y más aún si la ley resultante acaba indignando a la izquierda de su partido y permitiéndole alardear de centrista.
La Casa Blanca entiende esta dinámica perfectamente, y por eso decidieron acoplar Ucrania, Israel e inmigración bajo una sola ley. Lo que no se esperaban, no obstante, es que un sector más que considerable del GOP haya decidido que Ucrania les importa un pimiento y que ya les va bien que Putin gane la guerra - incluyendo a su más que probable candidato presidencial. Varios republicanos se han reunido con Viktor Orban y hablan abiertamente de forzar a que Ucrania deje de luchar. Biden tiene toda la razón del mundo cuando dice que Rusia está la mar de contento con la actitud del GOP estos días: el que había sido el partido de los halcones antirusos furibundos prefiere forzar una derrota política a su presidente que ayudar a un aliado que sufre una agresión militar.
El congreso de los Estados Unidos es un lugar donde los bloqueos más absurdos ocurren con extraordinaria frecuencia. Este embolado tiene la particular característica de estar centrado en cuatro medidas que todo el mundo sabe que tienen mayorías más que suficientes en ambas cámaras para ser aprobadas, pero que no son sometidas a votación porque los líderes republicanos están aterrados de la reacción de sus bases y no quieren ayudar al presidente.
De momento, los negociadores en el senado insisten que un acuerdo es posible y que las conversaciones están avanzando en la dirección correcta (y Chris Murphy, el senador que está llevando el tema, suele ser fiable). Biden ha conseguido sacar adelante varios acuerdos en apariencia imposibles, y no me sorprendería que consiguiera otro. Los republicanos, a pesar de los pesares, siguen teniendo un núcleo duro de gente que les gusta esto de bombardear cosas, y sus bases tampoco les van a permitir que ante la oportunidad de cerrar la frontera (o algo parecido) sus líderes se nieguen a aceptar un acuerdo. No estoy nada seguro, eso sí, que acaben por aprobar algo, y mucho menos antes de navidades.
El congreso nunca ha sido una institución demasiado funcional, me temo.
Bolas extra
Si os fijáis, por cierto, nadie está hablando sobre Israel en todo este debate. Está más que claro que el paquete de ayudas es casi simbólico, y que los israelíes seguirán haciendo lo que les plazca les envíen dinero o no.
Los republicanos han lanzado una investigación por impeachment contra Biden, aunque ellos mismos admiten que no tienen pruebas que haya cometido crimen alguno.
El senado ha aprobado una ley de gasto de defensa (para el resto del presupuesto, no Ucrania, Israel y demás) que omite todas las paranoias antiaborto que exigen los conservadores en la cámara de representantes. Será aprobada, casi seguro, con votos demócratas. La coalición vive.
Trump está intentando retrasar el juicio por su intento de golpe de estado por todos los medios posibles. Han presentando un recurso alegando que no puede ser acusado de delito alguno porque sus actos formaban parte de su actividad como presidente, y eso le da inmunidad. El fiscal ha respondido pidiendo que el supremo resuelva el recurso directamente por procedimiento de urgencia. De momento, el caso está paralizado.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Four Freedoms para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.