Primary Colors (I): Trump y los siete enanitos
Los candidatos que quieren derrocar a Trump
Las primarias republicanas tienen, por fin, un número medio decente de candidatos declarados, así que ya va siendo hora de hacer el tradicional repaso a los favoritos. O más concretamente, a los pobres diablos que creen que pueden derrotar a Donald Trump, que es, ahora mismo, el líder destacado en los sondeos.
Como de costumbre, voy a distribuir los candidatos en cuatro categorías diferenciadas. En un primer nivel está Trump, que es indiscutiblemente el centro de gravedad / cenagal pútrido e infecto que todo lo atrapa de esta campaña. En un segundo nivel están aquellos candidatos que son una alternativa medio viable a Trump, es decir, que uno puede imaginarse que tienen alguna posibilidad. Un peldaño por debajo están los soñadores, gente que aunque no son políticos horribles, necesitan una pequeña constelación de milagros no ya para ganar a Trump, sino para que ni siquiera puedas imaginártelos ganando. Finalmente, tenemos el fondo del armario, la inevitable panda de frikis, tarados, iluminados, flipados y vividores sedientos de gloria que están aquí para salir por la tele, la juerga y la diversión, pero que nadie cree que puedan ganar.
Empecemos.
El favorito: Trump
No creo que haga falta hablar demasiado sobre él; le dediqué un artículo ya sobre si es ni siquiera posible que pierda.
Trump es un cretino amoral, rencoroso, indisciplinado, corrupto, autoritario, soez que terminó su mandato enviando una masa enfurecida a linchar su vicepresidente en un intento de golpe de estado, y estas son sus virtudes. Es alguien que nunca debería estar remotamente cerca de la Casa Blanca, pero que va líder (¡líder!) destacado (¡destacado!) en los sondeos.
Alternativas (medio) viables: Ron DeSantis
Pobre Ron DeSantis. Tras su gran victoria electoral en Florida el año pasado, siendo reelegido gobernador de forma abrumadora, todos los medios americanos, sin excepción, le proclamaron como la gran alternativa a Trump. Era un político conservador con ínfulas populistas que se había impuesto en uno de los grandes estados bisagra del país, alguien que había emergido durante la pandemia como el populista ferviente defensor de la libertad. Un trumpista, pero sin la enorme montaña de basura fétida del expresidente.
Iba a ser el candidato. Había que seguirle de cerca. Era el futuro.
Lo que nadie se esperaba (excepto los cuatro frikis que le habían escuchado hablar en público) es que DeSantis era, por un lado, un republicano reaccionario sin sentido del humor alguno, mucho más conservador que Trump, y por otro, era mucho menos carismático que el expresidente. DeSantis era un republicano de lo más normal, obsesionado con prohibir el aborto, retirar libros de bibliotecas, desmantelar universidades, patear a quienes menos tienen y desmantelar programas sociales. Es, además, un tipo espantosamente aburrido, con una voz bastante irritante. No es un mal político (ha conseguido llegar a gobernador en Florida, algo que no es fácil), pero no tiene nada que ver con las fantasías heroicas que se montaron algunos.
Una vez que han empezado las primarias, y los medios han empezado a cubrir a DeSantis, su trayectoria en los sondeos ha sido a la baja. Empezó el año sobre el 30% del voto, a 14-15 puntos de Trump. El pobre anda ahora sobre el 21%, a treinta puntitos del expresidente. La buena noticia (relativa) para DeSantis es que al menos ha dejado de caer, y tras tocar fondo a mediados de mayo, se ha recuperado un poco. La mala, claro está, es que sigue a treinta puntos de Trump.
Es perfectamente posible que DeSantis acabe ganando. Trump no deja de ser un tipo con media docena de casos de corrupción y/o intento de derrocar el régimen político existente en los tribunales, y DeSantis no es mal político; simplemente necesita una estrategia medio sensata y suerte. Pero lo tiene difícil.
Los soñadores: Pence, Haley, Ramaswamy, Scott
Este es un pelotón la mar de cargado, y un reflejo del nutrido banquillo de líderes sin seguidores que tiene el GOP actual. Es muy difícil que esta gente gane, pero ahí están, a lo suyo, a ver si suena la flauta.
Mike Pence: ex-vicepresidente, señor blanco de mediana edad con el carisma de una acelga, y persona a la que su jefe intentó que un grupo de tarados le cortaran en pedacitos muy, muy pequeños hace año y medio. Pence es evangélico, muy religioso, muy conservador, y básicamente detestado por los trumpistas, que le ven como un traidor, y por los no-trumpistas, que creen que es un pagafantas. Entre sus mayores logros esta campaña está su extraordinaria aversión a criticar al hombre que tuvo a una muchedumbre pidiendo que lo ahorcaran, y atraer sobre un 5% del voto en los sondeos porque la gente reconoce su nombre1.
Nikki Haley: ex-gobernadora de Carolina del Norte, ex-embajadora de Trump ante las Naciones Unidas, esta mujer de ascendencia india era vista como el futuro del partido hace unos años. Fue una gobernadora pragmática, que habló abiertamente sobre racismo, capaz de construir una nueva coalición más abierta a los cambios del país. Tras la victoria de Trump el 2016, sin embargo, se pasó al trumpismo, y todos esos mensajes de cambio se convirtieron en la habitual devoción al jefe. En esta campaña Haley ha intentado abandonar la sombra de Trump y volver a un mensaje renovador, pero su cómica incapacidad para criticar al ex-presidente en voz alta o responder a preguntas básicas sobre sus propias opiniones le han lastrado bastante. Es una lástima, porque pre-Trump apuntaba maneras; ahora se arrastra en el 4% de apoyo en los sondeos.
Tim Scott: senador por Carolina del Norte desde hace 10 años, negro e increíblemente carismático, Scott es esa clase de político que el todo suma menos que sus partes. Aunque sobre el papel combina muchos elementos deseables en un candidato (viene de un estado bisagra, creció en la pobreza, inteligente, gran orador, políticamente más flexible el resto de su partido), se ha visto atrapado también en esta doble trampa que atenaza a medio GOP: no se atreve a criticar a Trump, y no sabe si quiere diferenciarse de él por la izquierda o por la derecha. Es una lástima, porque en un partido menos disfuncional y con una estrategia más decidida andaría mucho mejor que ese anémico 2% que tiene ahora.
Vivek Ramaswamy: he dudado si poner a este buen hombre aquí o en una categoría inferior. Ramaswany es un emprendedor hijo de inmigrantes indios que hizo su fortuna en la industria farmacéutica. Es un tipo brillante, buen orador y con buena presencia televisiva, ciertamente, pero en el fondo es un don nadie, un tipo de 37 años sin experiencia política alguna más allá de salir mucho por Fox News. Su única conexión relevante con el mundillo es su amistad con el inefable Peter Thiel, uno de nuestros villanos favoritos. El hecho de que alguien con tan poco cartel, sin embargo, haya conseguido que se hable tanto de él (Tucker Carlson le adora) y que está algo por encima de Scott en los sondeos (3%, un punto entero por encima) le salva de ser un chiste.
Categoria especial: Chris Christie
El exgobernador de Nueva Jersey merece una mención especial. Christie fracasó espectacularmente como candidato el 2016 en una campaña que combinó abundante incompetencia con total de falta de apoyo real por sus ideas y propuestas políticas dentro del GOP (moderado del noreste que no se preocupa por guerras culturales y está a favor del aborto). Aunque es un tipo hábil ante las cámaras, efectista y francamente entretenido cuando se pone a opinar de cualquier cosa, tiene más apoyo entre la prensa (que nunca resiste un buen titular) que entre las bases.
Christie ha entrado en estas primarias, sin embargo, diciendo explícitamente que tiene dos objetivos. Su objetivo secundario es ser el candidato republicano a la presidencia. Su objetivo principal es evitar que Trump sea candidato a toda costa. En un partido en el que nadie critica a Trump, Christie ha lanzado su campaña básicamente soltando mamporros al ex-presidente, hablando sobre cómo Jared e Ivanka están poco menos que a sueldo de los saudíes.
El pequeño problema para Christie es que para empezar, era muy amigo de Trump, y se pasó toda su presidencia haciéndole la pelota. Estaba tan cercano al presidente, de hecho, que este le contagió de COVID cuando preparaban los debates el 2020, casi matándole (Mike Pence no es el único candidato al que Trump casi ha matado, curiosamente), así que es un mensajero imperfecto.
Aún así… Christie es un garrulo de cuidado, pero es muy bueno en esto de demoler a contrincantes. En el 2016, poco menos que abrió en canal a Marco Rubio en New Hampshire, en uno de los momentos más brutales en un debate que he visto nunca:
Por supuesto, el pequeño problema es que Christie decidió ir a por Rubio en ese debate, en vez de ir a por Trump, que es quien terminó ganando.
Lo divertido es que Rubio quedó tan traumatizado que el pobre andaba ayer por Twitter explicando al mundo que no, no fue tan malo y su campaña fue maravillosamente bien después hasta conseguir un meritorio tercer puesto. Es muy posible que nunca llegue a ser presidente precisamente por estos ocho minutos de debate, así que yo también estaría un poco sensible cuando me recuerdan esta clase de historias.
Dudo mucho que Christie puede ganar. Aún así, todo candidato que dice tener como prioridad ser un agente del caos y cortarle las piernas a alguien que odia merece mi respeto.
Casos perdidos
Hay unos cuantos.
Asa Hutchinson: gobernador de Arkansas. También lo era Bill Clinton, pero ese al menos tenía carisma. Hutchinson es más bien aburrido, aunque al menos tiene la decencia de criticar a Trump abiertamente.
John Antony Castro: un contable especializado en impuestos que se ha presentado a casi todo, tanto como demócrata como republicano.
Steve Laffey: ex-alcalde de una ciudad de 82.000 habitantes en Rhode Island. Es el autor de un libro titulado “Primary Mistake: How the Washington Republican Establishment Lost Everything in 2006 (and Sabotaged My Senatorial Campaign)”. Es un misterio sobre cómo después de ver su carrera fuera saboteada por un cabal de élites de Washington ahora pueda llegar a la presidencia, pero veremos.
John Bolton: el bigote más militarista de América, del que hablé aquí.
Rick Perry: ex-gobernador de Texas, ex-secretario de energía bajo Trump, y único candidato que tiene un momento en un debate de primarias aún más humillante que el de Marco Rubio. Si se presenta (no ha declarado aún) es posible que pueda ascender al tercer escalón, pero lo tiene difícil.
Candidatos potenciales
Hay tres candidadosa que quizás no sean del todo malos, pero que aún no se han decidido a dar el paso, y es posible que se queden fuera.
Greg Abbott, gobernador de Texas. Muy conservador, bastante hábil políticamente, no del todo alejado de las bases.
Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, una versión muy mejorada de Sarah Palin; populista, atractiva, conservadora, y vivaz, pero mucho más curtida y mucho más inteligente. En su contra es que Dakota del Sur es, literalmente, ninguna parte, y los gobernadores, incluso cuando vienen de estados grandes, suelen ser arrollados por la prensa nacional cuando se meten en campaña.
Glenn Youngkin, gobernador de Virginia, alguien con imagen de moderado que habla mucho pero que dudo que dé el paso.
Abbott y Noem podrían ser candidatos peligrosos para Trump si hicieran las cosas bien, pero no sé si al nivel de DeSantis. Youngkin es categoría tres, con suerte.
Resumiendo: ¿hay partido?
Ahora mismo, me temo que no. El partido republicano tiene muy poco banquillo. La suerte (relativa) es que el peor enemigo de Trump suele ser el mismo Trump, y queda mucha, mucha campaña.
La predicción no cambia: Trump es el favorito.
Es la primera vez en la historia del país que un VP se presenta en unas primarias contra un presidente, por cierto. Así que es una candidatura histórica.
Es RFK un potencial rival o no?
Y por el partido demócrata? Solo Biden?