La revolución americana tiene lugar durante un pequeño, inusual espacio de la historia del pensamiento occidental entre el auge de la ilustración y la emergencia del nacionalismo.
Los padres fundadores de Estados Unidos son hombres de la ilustración, más o menos radicales, que piensan y redactan sus leyes partiendo de la tradición racionalista del siglo XVIII. A diferencia de revoluciones posteriores, escriben y luchan contra gente que habla el mismo idioma y tiene la misma cultura, y lo hacen antes de que el romanticismo convenza a los europeos de la importancia de la identidad nacional, y a sus dirigentes de la necesidad de construirla.
Esto ha hecho que Estados Unidos siempre se haya distinguido por su condición de ser un país basado en leyes y valores, en una idea. Desde su fundación, a finales del siglo XVIII, este es un lugar que se construye alrededor de sus instituciones, no una identidad étnica o nacional determinada. Lo que define la identidad del país son las ideas incluidas en los documentos que lo crearon, “live, liberty, and the pursuit of happiness”, el “we the people” y el bill of rights. Un patriota americano tradicional venera no la cultura, historia, o monumentos del país, sino los valores americanos1.
Dos patriotismos clásicos
Dentro de esta tradición patriótica americana siempre han existido dos corrientes opuestas sobre qué significan estos valores. Como explico en cierto libro, hay una versión “conservadora” de estas ideas que defiende que los valores recogidos en la constitución deben ser respetados e interpretados como están escritos, ya que los fundadores dieron con la verdadera esencia de la libertad y buen gobierno. Esto significa un gobierno limitado, estrictamente concentrado en preservar derechos individuales, sin interpretaciones extrañas de lo que eso significa que valgan.
En paralelo, existe la versión “liberal” (centro izquierda, en versión americana) que recalca la necesidad de construir una “more perfect union”, como recoge la misma constitución. Señalan que los propios fundadores concebían su obra como un proyecto inacabado, que sería mejorado y debatido por generaciones sucesivas. En esta visión, Estados Unidos es un país que siempre ha trabajado, de forma incansable, para expandir la definición de libertad, incluyendo nuevas gentes, derribando viejas barreras, y creando nuevos derechos.

Estas dos tradiciones son, por descontado, bastante más complejas de lo que uno puede contar en dos párrafos. Hay contextos en la que la izquierda defiende una visión estrictamente textual de los documentos fundadores, como al hablar de separación iglesia-estado o una concepción expansiva de ciudadanía. Hay políticos conservadores que han defendido expandir la definición de libertad, como Eisenhower o (a veces) Reagan.
Venga uno de donde venga, sin embargo, Estados Unidos es un lugar en que uno puede ser patriota - porque la patria no es el idioma, la comida o las costumbres, sino los valores del país. No es casualidad que los hijos de inmigrantes se alisten al ejército en mayor proporción que los nativos.
El tercero en la discordia
La llegada del trumpismo ha traído consigo lo que algunos observadores llaman una nueva idea de patriotismo en Estados Unidos. En esta visión, este es un país construido sobre un largo legado de cultura occidental y cristiana, con fuertes raíces anglosajonas. La constitución, declaración de independencia y demás son expresiones de una identidad cultural y nacional específicas, distintas y separadas al de otras naciones y culturas. La lengua, la cultura, las costumbres americanas son esenciales en explicar el país, y el patriotismo requiere honrar este legado.
No hace falta ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que esta idea no es realmente “nueva”. Es lo que en Europa llamaríamos un nacionalismo clásico de toda la vida, aunque en vez de mirar a Carlomagno, los nibelungos o a leyendas artúricas y esencias patrias de procedencia medieval, se tienen referentes escogidos al azar de medio occidente. En el fondo, sin embargo, es la misma tradición nacionalista clásica que te encontrarías en casi cualquier partido europeo de centroderecha de toda la vida, con variaciones más o menos ultras según el político o intelectual que hable sobre el tema.
Esto, por cierto, a los americanos les tiene bastante confundidos. Es fascinante ver a alguien habitualmente perspicaz como Ezra Klein entrevistar a Yoram Hazony, un tipo que suena como Xabier Arzalluz en un día inspirado, y tratarlo como un intelectual de primera que está diciendo cosas profundas. Cuando J.D. Vance repite algunas de esas ideas (que, repito, alguien como Aznar o De Gaulle podrían soltar cambiando cuatro gentilicios), le tratan como este pensador de MAGA, el hombre de las ideas dentro de la administración, aunque es simplemente nacionalismo de toda la vida2.
Racionalizaciones y consecuencias
Como suele suceder con Trump, el concepto de “nacionalismo conservador” (como se han venido a llamar esta gente) es algo que al presidente probablemente se le escapa por completo. Quizás la única virtud (relativa) de Trump es que una persona eminentemente práctica y muy poco dada a construcciones intelectuales obtusas3, y esta clase de devaneos ideológicos le importan más bien poco. Todo este debate, entrevistas, convenciones, y sesudos discursos de gente como J.D. Vance, Josh Hawley, Marco Rubio y otros republicanos ilustres en convenciones nacionalconservadoras tienen mucho de racionalizaciones a posteriori de las ideas políticas trumpianas, “inmigrantes caca” y “los aranceles lo arreglan todo”.
Esta era la ideología que más cuadraba para hacerle la pelota al amado líder, vamos. Trump no ha leído un libro de teoría política en su vida.
Que la ascensión del nacionalismo conservador dentro del partido republicano sea un accidente, no obstante, no la hace menos significativa. Trump es un tipo simplón que no se toma estas cosas en serio, pero la mayoría de los políticos sí lo hacen. J.D. Vance es alguien que se cree lo que dice, y el hecho de que esta clase de visión sobre qué es patriotismo y qué define Estados Unidos como país pueda acabar siendo dominante en el GOP tiene implicaciones políticas a largo plazo. América era, en muchos aspectos, una sociedad mucho más abierta e innovadora que la europea porque no eran nacionalistas, la raíz fundamental del auténtico superpoder del país, su enorme capacidad de asimilación de inmigrantes. Poner fin a esto tendrá consecuencias a largo plazo, empobreciendo el país.
Notas finales
Un par de notas finales. Esta será la única vez que pondré a Trump y Franklin Roosevelt bajo la misma idea, pero FDR era también bien poco amigo de grandes construcciones ideológicas. Siempre fue alguien esencialmente práctico que tenía el don de dar con el mensaje o palabras adecuadas para expresar mejor que nadie el patriotismo “liberal” clásico americano4. El armazón ideológico del New Deal es también fruto, en muchos casos, de racionalizaciones posteriores, no de una estrategia consciente.
Segundo, esto del nacional conservadurismo es inusual por ser una neura importada de Europa. Lo habitual estos días es que los americanos inventen algún concepto político espantoso o una neura ideológica malsana y los europeos la copien de mala manera. En este caso, la fascinación de algunos sectores frikis del GOP por Fidesz (y su popularización por parte de un oportunista en Fox News), han acabado contaminando el partido republicano por completo.
Así que la culpa es de la UE, por reírle las gracias a Orbán. Ya os vale.
Bolas extra:
Los aranceles indiscriminados para todos han entrado en vigor. No hay TACO.
Trump ha decidido ir a la guerra comercial con India, que tenía que ser el contrapeso a China. Nadie entiende por qué.
La otra importación extraña de Europa reciente es Aldi, una cadena de supermercados alemana que tiene superfans. En este caso, justificado; la mayoría de los supermercados aquí son mucho peores que los europeos. Aquí Mercadona se forraría.
Y sí, esto es la idea de “patriotismo constitucional” de Habermas.
No es ni siquiera nuevo en Estados Unidos. En los años 1920-1930s hubo una fuerte corriente nacionalista aislacionista, que acabó extinguiéndose en la Segunda Guerra Mundial. Y por supuesto, hay una fuerte tradición nativista anti inmigración como mínimo desde 1870, sino antes, y medio National Review eran grandes admiradores del franquismo durante los 1960s.
O que tiene la capacidad de abstracción de un niño de nueve años.
Era también mucho más inteligente que Trump, por supuesto.
Aldi es alemana
A quien le ves capacidades de hacerle sombra a Trump en estos momentos o de por lo menos inspirar una resistencia que muchos han dejado de lado de manera tan sumisa y docil?