Toda persona que duerme en la calle tiene su historia.
El relato casi siempre empieza con una mala noticia inesperada; una pérdida de empleo a destiempo, o menos turnos en el trabajo y menores ingresos, una avería en el coche, malas compañías y una mala borrachera de más que acaba en despido, accidente, o algo peor. Llegan a fin de mes sin dinero para pagar el alquiler y se quedan atrás. La mala suerte se repite, los malos días en el trabajo persisten, o las borracheras se vuelven más comunes. Quizás es ahora cuando tienen la avería en el coche y no pueden ir a trabajar, o una enfermedad les deja sin ingresos ni ahorros. Otro mes sin pagar; o quizás llega el fin del contrato y se niega a renovarles. Sea como sea, acaban desahuciados.
En este punto, muchos no acaban en la calle; llaman a un amigo o familiar y se quedan unos días durmiendo en el sofá, quizás un par de semanas “hasta que la cosa mejore”. Tendrán más horas; el coche lo van a arreglar; están buscando otro piso. Alquilar tras un desahucio suele ser complicado, y más sin fianza; encontrar a alguien para compartir piso también. Acaban mudándose a casa de otro amigo; quizás pasan varias noches durmiendo en el coche entre una estancia y otra. Vivir con la inestabilidad, el miedo constante de no saber donde pasarás la noche genera una ansiedad atroz, insoportable; los albergues, por muy buena voluntad que pongan, son soluciones provisionales, humillantes. Según pasan las semanas, mantener un trabajo se hace más y más complicado, y salir del pozo cada vez más difícil.
Un problema en las dos costas
Estados Unidos tiene un problema atroz de personas sin techo en muchas regiones. En contra de lo que sucede habitualmente en las estadísticas sociales en este país, los estados del sur no son los más afectados por este problema; los lugares con más gente durmiendo en la calle están en las dos costas; en California, Oregón, Washington, Nueva York, Maine y Vermont, además de Hawaii.
La escala del problema es considerable. California tiene 46,6 personas sin hogar por cada 10.000 habitantes; Nueva York 52,71. Como comparación, la tasa global en España es de 8,72. California, por sí sola, tiene seis veces más indigentes que España.
Aunque vale la pena recalcar que la metodología para recoger estadísticas sobre sin techo es muy imprecisa, hay varias tendencias claras. Todo parece indicar que la cifra de personas indigentes crónicas lleva en aumento como mínimo desde el 2017, así como el porcentaje de estas que no duren en albergues. Sobre un 22% de los sin techo lo son de forma crónica. La mayoría son personas solas, pero sobre una cuarta parte son familias. Aquí tenéis un informe con multitud de detalles.
Causas y soluciones
Seguro que habréis escuchado toda clase de explicaciones sobre por qué acaba la gente en la calle, con gente hablando de salud mental, drogadicción, desigualdad o pobreza. Son todas erroneas; cada uno de estos elementos son consecuencias del problema no su causa.
Hay una explicación muy sencilla que explica por qué California tiene cinco veces más de personas en la calle que Texas: el coste de los alquileres.
California, Washington, Oregón, Nueva York y Hawaii son estados excepcionalmente caros. Vermont y Maine, mientras tanto, son algo más asequibles, pero tienen la distinción de que no construyen apenas vivienda nueva y vivieron un aumento de la población considerable tras la pandemia.
La conclusión, en todos los estudios, es siempre la misma. los estados que menos sufren este problema son los que tienen alquileres más asequibles. Estos incluyen básicamente dos tipos de lugares; o bien son zonas rurales que están perdiendo población (casi todo el centro y el sur del país) o son zonas que están creciendo en población y construyendo muchas viviendas para poder acomodarlas. Los cinco estados que tienen estas cifras tan extravagantes de indigentes son, para sorpresa de nadie en absoluto, lugares donde construir es increíblemente difícil, y donde la vivienda es tan cara que incluso están perdiendo población, sobre todo entre las clases medias.3
Y sí, construir más viviendas siempre baja el precio de la vivienda. La evidencia empírica en este sentido es abrumadora, y Estados Unidos está absolutamente repleto de demostraciones prácticas de este simple principio.
Tirando dinero
Para variar en Estados Unidos, los estados que más sufren este problema han adoptado toda clase de soluciones creativas para reducir el número de sin techo, evitando cuidadosamente atacar su causa. El estado de California se ha gastado más de 24.000 millones de dólares en los últimos cinco años para intentar arreglar el problema, el equivalente a darle $140.000 a cada una de las personas que se estima están en la calle en el estado. Nueve agencias han impulsado más de treinta programas distintos, y una auditoria reciente ha llegado a la conclusión de que nadie tiene ni la más remota idea sobre si funcionan o no.
Las dos medidas que creen que funcionan no son en absoluto sorprendentes: una consiste en albergar a los sin techo en hoteles reconvertidos hasta que pueden volver a alquilar por sí solos, el otro darle dinero directamente a personas en riesgo de desahucio. La mejor manera de evitar que la gente se quede sin casa es darles una habitación o dinero.
Si el despilfarro ineficaz os sorprende, la cosa va más alla. Muchas ciudades de California tienen sus propios programas para combatir este problema. San Francisco se gasta 1.100 millones al año en sus presupuestos para ello, sólo para fracasar de forma aún más espectacular en el empeño. Parte del problema es que la ciudad ha privatizado muchos de sus programas a ONGs que combinan niveles excepcionales de incompetencia, descontrol, y tener buenas conexiones políticas. Los Ángeles (mucho más grande), gasta una cantidad de dinero similar, así que al menos fracasan de manera un poco más eficiente.
Algo parecido se repite en Nueva York, donde la ciudad dedica 3.500 millones al año al tema. A diferencia de California, en la ciudad de la costa este al menos ese dinero se dedica a cosas más visibles como albergues, así que el porcentaje de sin techo que duermen en la calle es mucho menor. Algo necesario, por supuesto, porque los inviernos son mucho más duros.
Para ser justos, hay una divergencia real entre las dos costas en intentar arreglar el problema. Tras décadas de políticas urbanísticas restrictivas, California lleva varios años aprobando leyes que facilitan la construcción de nuevas viviendas, a menudo con densidades bastante altas. Los avances han sido modestos y a menudo marginales (y de momento no es que se esté construyendo demasiado), pero al menos entienden de dónde viene el problema. Nueva York, mientras tanto, fracasó por cuarto año consecutivo en sus intentos de aprobar leyes de cualquier tipo que aumenten la oferta de vivienda, porque Dios les libre de hacer algo coherente4.
Siempre la misma historia
En el fondo, siempre volvemos a lo mismo en este bendito país: la vivienda es un problema tremendo en muchos lugares, muchos estados están pésimamente gobernados, y es muy, muy cargante que los demócratas a veces no entiendan las cosas más sencillas. La incapacidad de construir viviendas allí donde hay demanda y ciudades capaces de generar riqueza está detrás de gran parte de las migraciones hacia Texas, Arizona, Florida y los estados del sur, que no tienen el más mínimo problema en construir vivienda a espuertas para acomodar a los recién llegados.
La construyen, por supuesto, en suburbios coche-céntricos con un impacto ambiental espantoso, porque eso es Texas, Florida, y el sur. Pero ese es otro tema.
Bolas extra
Luisiana ha aprobado una ley que obliga a que todas las aulas en los colegios públicos del estado tengan un póster o cartel con los diez mandamientos. Esto es una vulneración obvia de la separación iglesia-estado y claramente inconstitucional, pero desde cuando eso ha representado un problema para el GOP.
William English, un catedrático medio desconocido que ha escrito varios estudios sobre armas de fuego y su uso en autodefensa, es la persona más citada en sentencias judiciales invalidando leyes sobre de armas. Es muy probable que los datos de sus estudios sean completamente ficticios.
El Washington Post intentó nombrar como editor a un periodista inglés del Daily Telegraph que resultó tener varios escándalos detrás. Hoy ha renunciado al puesto. No creo que eso haga que se les pase a los medios americanos su complejo de inferioridad respecto a Fleet Street y la prensa británica.
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Las cifras varían un poco según agencia, según metodología. El sistema de recogida de datos está muy fragmentado, pero el problema principal es que es muy difícil hacer un censo.
La extrema variabilidad entre comunidades me hace sospechar de los datos, sin embargo; Euskadi anda por 31,5, mientras que Cataluña está en 4,2. Algo no cuadra.
Uno de los problemas de estar sin techo es que no tienes recursos para irte de California y mudarte a Kansas.
En Connecticut ni siquiera los activistas que se dedican a temas de vivienda parecen estar medio de acuerdo en que esta es la solución al problema, y no hablemos de los legisladores.
Muy interesante y necesario.
Lo primero el artículo que enlazas y los datos sobre las causas reales de los "sin techo" en Estados Unidos. Muchos indicadores, pero uno que claramente se desmarca del resto.
Lo segundo la frase con la que comienzas "Toda persona que duerme en la calle tiene su historia". Algo tan evidente, y tan menospreciado una y otra vez. ¿Cómo puede ser tan bárbara nuestra falta de empatía?
Según la oficina de censos americana, en una sola noche de 2023, aproximadamente 653.100 personas en EE.UU. experimentaron la falta de hogar, un 12% más que en 2022. El Suplemento Social y Económico Anual de la Encuesta de Población Actual informa de que la tasa oficial de pobreza en 2022 fue del 11,5%, no diferente estadísticamente de la de 2021.
La falta de vivienda en Estados Unidos es una crisis humanitaria y de salud pública urgente. Afecta a ciudades, suburbios y comunidades rurales de todos los estados. La vivienda es un determinante social de la salud, lo que significa que la falta de vivienda afecta negativamente a la salud general y a la esperanza de vida. Decenas de miles de personas mueren cada año, como se ve, como consecuencia de las peligrosas condiciones de vivir sin una vivienda, condiciones que se han visto exacerbadas por el aumento de las condiciones meteorológicas extremas debido al cambio climático. Las personas sin hogar mueren casi 30 años antes que el estadounidense medio, y a menudo de enfermedades fácilmente tratables.
Las personas con problemas de salud preexistentes también tienen más probabilidades de experimentar la falta de vivienda -especialmente la falta de vivienda no protegida- y tienen hasta siete veces más probabilidades de no estar aseguradas. Aunque las tasas de personas sin hogar son elevadas en el caso de las personas con problemas graves de salud mental o de consumo de sustancias, la mayoría de las personas sin hogar no tienen un problema grave de salud mental o de consumo de sustancias. Además, la gran mayoría de los estadounidenses con problemas de salud mental o de consumo de sustancias no experimentan la falta de hogar.
La falta de vivienda es una opción política, y la pandemia de COVID-19 demostró el poder de la prevención. Durante la pandemia, los gobiernos promulgaron moratorias para los desahucios, proporcionaron ayudas de emergencia para el alquiler, ampliaron las prestaciones por desempleo y el crédito fiscal por hijos, y dieron dinero en efectivo directamente a millones de estadounidenses con bajos ingresos. Como resultado, la pobreza se redujo en un 45%, se evitaron millones de desahucios y el número de personas sin hogar se mantuvo estable en un momento en el que se esperaba que se disparara.