Salvando a NASCAR de sí misma
Michael Jordan, MVP del motor
Los orígenes
La National Association for Stock Car Auto Racing, o NASCAR, siempre ha sido un anacronismo, empezando por su propio origen. Cuenta la leyenda, a buen seguro embellecida durante años, que el deporte empezó en los años veinte, en las carreras informales entre contrabandistas (y la policía) durante la ley seca. Cuando la venta de alcohol fue de nuevo legalizada, muchos conductores siguieron compitiendo entre ellos con sus coches modificados tanto para evadir impuestos transportando moonshine, como entre ellos, en carreras más o menos organizadas.
No fue hasta 1947 cuando un mecánico llamado Bill France decidió que era hora de poner un poco de orden. Las carreras de “coches de fábrica” (stock cars) modificados eran populares, pero estaban dominadas por promotores de moralidad dudosa que solían desaparecer con el dinero y dejar a los conductores a la estacada. France propuso a un grupo de equipos y promotores montar una competición organizada y regulada en una legendaria reunión en Daytona. En 1948, nacía NASCAR.

Desde el principio, NASCAR siempre combinó una cierta mística de clase obrera, enfermos del motor, y gente turbia. Su primer comisionado fue Erwin “Cannonball” Baker, el tipo que se hizo famoso con la primera Cannonball Run. Los coches al principio eran modelos estrictamente de serie, con muy pocas modificaciones; las temporadas eran larguísimas (con hasta sesenta carreras al año), a menudo en circuitos de tierra o grava ovales en recintos feriales en pequeñas ciudades del sur.
A mediados de los sesenta, un cambio de reglas permitió que se pudiera competir con cualquier coche con una producción de al menos 500 unidades, lo que llevó a los fabricantes a vender ediciones especiales enloquecidas para competir mejor. No fue hasta los ochenta cuando los diseños empiezan a divergir de los vehículos que uno puede comprar en el concesionario, en parte porque NASCAR insistió en mantener motores de ocho cilindros con carburador en escena. A partir de los noventa, pasan a ser chasis específicos para competición, y en 2007, un coche estandarizado para todos los equipos.

Aunque la popularidad de NASCAR ha ido creciendo hasta ser las carreras más populares del país (gracias a la colaboración de IndyCar, espantosamente mal dirigida), sigue siendo un deporte esencialmente sureño y del Midwest; de las 36 carreras en el calendario (30 ovales, 6 “normales”), sólo hay cuatro circuitos en el noreste y dos en el oeste del país. Es también un deporte temperamental y culturalmente conservador, asociado a los valores tradicionales y la vieja América rural y eterna. Un poco como los toros, pero motorizados.
La familia
Lo que distingue a NASCAR de otras ligas profesionales americanas es que siempre ha sido el patrimonio de la familia France. Es un negocio dinástico. Bill France, su fundador, pasó la dirección de la liga a su hijo, Bill France Jr., que a su vez se la pasó a su nieto, Brian France, que tuvo que dimitir (por conducir borracho) y ceder la dirección a Jim France, otro de los hijos del fundador y CEO actual de la organización. Los France, aparte de controlar la liga, eran también los propietarios de muchos de los circuitos (13), antes de “venderlos” a la propia NASCAR.
La NFL, NHL, NBA y MLB son ligas profesionales, dirigidas por un comisionado escogido por los equipos participantes. NASCAR es propiedad de Bill France (54% de sus acciones) y Lesa Frances Kennedy (su sobrina, 46%). Aunque a menudo se habla de ellos como una “dictadura benevolente” que ha llevado a este deporte a cotas de popularidad inusitadas, no deja de ser un chiringuito familiar. Tras su pico de audiencia y popularidad a principios de siglo, las audiencias llevan años sufriendo caídas considerables (un 14% este año), con la Fórmula 1 ganando espectadores a un ritmo demencial y acercándose peligrosamente.
A diferencia de otras ligas profesionales, los equipos que competían en NASCAR no tenían franquicias o licencias permanentes, sino contratos por un periodo de tiempo limitado. NASCAR no estaba obligada a renovar las franquicias, que eran renegociadas cada cierto tiempo. Los equipos tenían que pagar por el privilegio de acceder a una, y recibían ingresos que a menudo eran inferiores a su coste, dependiendo de su capacidad para atraer patrocinadores para poder operar. Dado que las franquicias no eran permanentes, su valor de mercado era relativamente bajo; los France podían echarte del deporte cuando quisieran, al fin y al cabo, y los equipos no tenían poder alguno.
El rebelde: Michael Jordan
Fue entonces cuando llegó Michael Jordan.
Sí, ese Michael Jordan, el mejor jugador de baloncesto de la historia. Jordan se crió en Carolina del Norte, y siempre ha sido un enfermo del motor. En 2020 el buen hombre compró un equipo de NASCAR, a pesar de que todo el mundo le decía que nunca nadie ha ganado dinero en ese deporte aparte de los conductores y la familia France (sus asesores le dijeron que como mucho sacaría 900.000 dólares al año). Pero el tipo es un obsesivo y resulta que fichó bien; ganando carreras y comprando otras licencias para tener más coches compitiendo.
El año pasado, NASCAR tuvo una de sus rondas de renovación de licencias, con los habituales términos abusivos que eran del agrado de la familia France. Michael Jordan, sin embargo, junto con otro equipo, decidió no tragar y se plantaron. NASCAR les dijo que si no firmaban, allá estaba la puerta, y Jordan decidió llevarles a los tribunales acusándolos de ser un monopolio ilegal. En un deporte en el que incluso los mejores equipos apenas ganan dinero, los France controlan el acceso a la competición y han comprado o eliminado a cualquier competidor relevante. Los equipos de NASCAR, además, tienen prohibido marcharse.
Era un pleito increíblemente arriesgado. NASCAR es la clase de organización que no escatima en abogados y no suele perder batallas legales. Los France suelen señalar a otros campeonatos (IndyCar, F1, Formula E…) como rivales de peso para negar su condición de monopolio. Pero Jordan tiene mucho dinero, su equipo de NASCAR no es su única fuente de ingresos, y es (insisto) un auténtico aficionado al deporte que realmente quiere que funcione mejor. Así que los llevó a los tribunales y forzó a los France a llegar a un acuerdo que cambiará a NASCAR por completo.
Reformas
El cambio más relevante es que las licencias de los equipos pasan a ser permanentes. Los equipos no tienen que renegociar cada cierto tiempo, y no corren el riesgo de que los France decidan echarles. Eso hace que el valor del mercado de las licencias sea mucho más alto (se estima que el triple), haciéndolas una inversión mucho más rentable. El juicio ha hecho públicas las finanzas de NASCAR, dejando muy claro que los France se estaban poniendo las botas a costa de dejar a los equipos en la cuneta; a partir de ahora, habrá más dinero para todos. Los equipos, además, tendrán voz y voto en la gobernanza de la competición, en vez de tener que tragarse los dictados de los France.
Estos cambios representan una revolución en este deporte. Aunque NASCAR aún está lejos del modelo de oligopolio cooperativo que distingue al resto del deporte profesional americano (y que ha sido increíblemente lucrativo), las reformas extraídas a golpe de abogado por Jordan lo mueven claramente en esa dirección. Los France quizás sigan reinando en los circuitos, pero su poder ya no es absoluto.
NASCAR lleva años perdiendo audiencia, cada vez más anquilosada y falta de inversión1. No está claro que dar mayor estabilidad y voz a los equipos baste para revertir esta tendencia, pero es sin duda un primer paso necesario. El segundo, seguramente, será un cambio de liderazgo, aunque siga en manos de los France.
¿Pero es… divertido?
Dejo para el final la pregunta más importante: ¿realmente tiene alguna gracia ver estas carreras? ¿Esto de dar vueltas a un circuito oval, a veces cómicamente pequeño (porque no todo es Daytona o Talladega), es divertido de ver?
Personalmente, prefiero aburrirme con otros deportes de motor (F1). NASCAR, sin embargo, tiene su encanto. Primero, porque los equipos están mucho más igualados, y las carreras son a menudo emocionantes. Hay adelantamientos, ese animal mitológico, y muchos coches rápidos. Segundo, aunque los matices tácticos y estratégicos se me escapan del todo, configurar y competir en ovales tiene su sutileza y gracia. Tercero, y eso no lo niegan ni los aficionados al deporte, en NASCAR se la pegan a menudo, y los accidentes son un festival. Es mucho más seguro de lo que solía ser (el último accidente mortal fue en 2001), pero lo de conducir a 300 con tres coches en paralelo en una curva peraltada da para mucho.
Volviendo a lo que decía al principio, NASCAR tiene mucho de cultura, de identidad regional. Es uno de esos deportes que cuesta seguir si no has crecido con él. Tienen demasiadas carreras, un sistema de playoffs (¿?) incomprensible2, y confieso que no entiendo el acento sureño profundo de más de un conductor. No dudo que tenga su gracia, pero me interesa más como negocio o por su dimensión sociológica que como competición.
Bolas extra:
Recordaréis mis habituales críticas al provincianismo y amor por lo obsoleto de los departamentos de bomberos en Estados Unidos. El gobierno federal ha aprobado un pago de 450.000 dólares a bomberos federales víctimas de cáncer esta semana, porque durante décadas habían tenido prohibido usar mascarillas en incendios.
El boom de la Fórmula 1 en Estados Unidos es real, y la culpa es de Netflix.
La lista de los mejores pilotos de la historia de NASCAR es estupenda, tanto por las anécdotas como por la espectacular cutrez de este deporte en los 70s-80s.
Trump ha cambiado el nombre del Kennedy Center, el teatro de Washington DC, a Donald J. Trump and The John F. Kennedy Memorial Center for the Performing Arts. Dejemos de lado que esto sólo puede autorizarlo el Congreso; Trump ha puesto en el patronato a sus coleguillas y le han hecho el favor.
Trump está convencido que tiene muy buen gusto artístico, y está muy metido en la programación del teatro. Ha sido un desastre, con una caída tremenda de espectadores.
No es casual que General Motors, que siempre ha estado en NASCAR con Chevrolets, vaya a tener un equipo de Fórmula 1 con Cadillac.


