Redistribución y la clase obrera
El partido demócrata y su fracaso atrayendo a gente normal
El voto de clase, eso de que la clase obrera vota a la izquierda y las medias altas, profesionales y empresarios a la derecha, ha sido siempre un tanto peculiar en Estados Unidos. Los votantes con menos ingresos, al menos desde los años treinta, siempre han apoyado mayoritariamente al partido demócrata, mientras que los más acomodados han votado al partido republicano. Esta división, no obstante, siempre ha sido considerablemente más débil que en los sistemas de partidos europeos, y especialmente a partir de los años setenta (1972, para ser exacto) cargado de matices culturales y regionales.
Sondeos y voto
Podemos resumir la complicada relación entre clase social y voto mirando los sondeos post-electorales de las presidenciales del 2020. Joe Biden se impuso con claridad entre los votantes que ganan menos de 50.000 dólares al año 53-441, un grupo que representaba un 35% de los votantes ese ciclo. Trump, mientras tanto, se impuso 52-47 entre aquellos que ganan entre 50.000 y 100.000 al año, que acabaron siendo un porcentaje idéntico de los votantes (35%) en las urnas.
El resultado francamente nuevo y extraño de la política americana reciente fue el 25% de votantes restantes que ganan más de 100.000 al año, donde Biden se impuso 56-43.
Explicar estas diferencias requiere echar un vistazo a la miríada de interacciones extrañas que tenemos entre grupos demográficos en Estados Unidos. Para empezar, Tenemos las tremendas diferencias regionales de voto. Los estados del sur y centro del país son simultáneamente mucho más religiosos, rurales y conservadores que los del norte, y tienen un porcentaje considerablemente menor de habitantes con educación universitaria. Son también mucho más pobres, de media, que los estados del noreste y las dos costas, algo que rompe alegremente los sondeos de voto y clase social a nivel nacional.
Si miras los sondeos a nivel estatal2 en esas mismas elecciones, la distribución de voto por renta en el viejo sur no es demasiado anormal. En el 2020, por ejemplo, Biden en Texas gana los hogares con menos de 50.000 dólares de ingresos 59-40, y pierde todos los grupos por encima, un resultado que se repite con matices3 en Georgia. Lo que “rompe” el voto de clase en los sondeos nacionales es que las clases medias-altas en el sur caen a menudo en la horquilla central de la distribución, y que los ricos en el norte y las dos costas son, extrañamente, mucho más de izquierdas de lo que “deberían” si habláramos de voto económico clásico.
El voto de clase en Estados Unidos, por lo tanto, se enfrenta no a una sino a dos incógnitas que deben ser respondidas: primero, por qué los “pobres” (porque 50.000 dólares al año es mucho dinero, lo sé) son mucho menos progresistas de lo esperado. Segundo, por qué los ricos y clases medias altas en el norte son mucho menos conservadores de lo que deberían.
Educación, regiones y dudas
La explicación clásica, y obvia, es la misma de siempre: racismo y religión. Los estados del sur son más religiosos y más racistas, el partido republicano habla de aborto, inmigración, crimen y cómo el barrio se está llenando de gente que habla raro, y eso asusta al personal. Esta clase de apelaciones culturalistas son recibidas con indiferencia, o incluso con irritación, en el mucho más laico multicultural norte del país, especialmente entre las clases pudientes.
Es una explicación que funciona, pero sólo hasta cierto punto, porque el cambio de orientación de voto no es tanto regional sino por nivel educativo. Los universitarios de todo el país se han ido hacia la izquierda, mientras que los no universitarios de todo el país se han alejado poco a poco del partido demócrata. En las presidenciales del 2020, los votantes sin educación universitaria (un 29% del electorado) votaron a Trump 56-41. Aquellos que habían acabado una carrera (39% del electorado) votaron a Biden 61-374. Los universitarios de todo el país se han ido a la izquierda. El cambio empieza, probablemente, en los años ochenta, y se dispara a partir del 2016. Lo que vemos a menudo es que cuando un estado sureño empieza a tener más universitarios (léase Virginia o Georgia) se vuelve más demócrata. Dada la alta correlación entre nivel económico y educativo, los culturetas del país están votando en contra de sus intereses económicos.
Hace unos días Ilyana Kuziemko, Nicolas Longuet Marx y Suresh Naidu (Princeton y Columbia) publicaban un artículo realmente fascinante que intenta explicar este fenómeno. Los autores defienden que el misterio no es tal, porque el programa político del partido demócrata ha cambiado. Siguen defendiendo políticas redistributivas, pero a partir de principios de los noventa (con Clinton y los New Democrats) las medidas que defienden son muy distintas a lo que abogaban en la era del New Deal, y mucho más cercanas a las ideas de universitarios que a los de la clase obrera tradicional.
Redistribuciones
No sé si recordaréis algo que escribí hace una temporada sobre el origen de las desigualdades en Estados Unidos en comparación con otros países. El contraste principal es que aunque los estados de bienestar en ambos lados del Atlántico son muy redistributivos (es decir, dirigen renta a las familias con menos recursos) y con transferencias que a menudo las sacan de la pobreza5, las diferencias de renta antes de estas transferencias son mucho mayores en América.
Esto se debía a que Estados Unidos hace muy poca “predistribución”, la legislación en materia laboral e instituciones que influyen en las desigualdades salariales antes de que intervenga el sistema fiscal. Cosas como negociación colectiva, indemnizaciones por despido, bajas pagadas por enfermedad, días de vacaciones pagadas, horarios de trabajo estable, propinas, inspección laboral, o incluso el mismo sistema educativo.
En el estudio, que merece ser leído en detalle6, los autores señalan que los votantes prefieren uno u otro tipo de políticas redistributivas según su nivel educativo. Los universitarios quieren que el estado del bienestar esté organizado para “compensar a los perdedores”; el gobierno regula la economía lo mínimo posible para no interferir, generar ineficiencias, etcétera, y los que tienen la mala suerte de caer en la pobreza reciben ayudas. Los no-universitarios, mientras tanto, quieren que el estado actúe para que todo el mundo entre en el mercado con cierta igualdad de condiciones, así que quieren legislación laboral que proteja a los más débiles (es decir, a ellos) y les dé mayor poder de negociación:
Lo que sucede, a partir de 1979, es que los demócratas dejan de apoyar la pre-distribución. Durante la era Reagan, los demócratas abandonan las regulaciones laborales y se concentran en transferencias fiscales. Es una respuesta plenamente racional a llevarse una paliza electoral detrás de otra durante los ochenta; la estrategia sureña de Nixon (apelar al resentimiento racial para ganar votos en la región) los había dejado en una potencial minoría perpetua. La única salida era pescar votos entre el electorado menos racista pero que votaba al GOP por motivos económicos, dándoles un programa redistributivo que les gustara. Esto es, impuestos altos (incluso diciendo explícitamente más altos para ellos) y más gasto social, pero sin regulación laboral, proteccionismo, o sindicatos.
Un éxito parcial
Lo cierto es que electoralmente les ha funcionado: los demócratas sólo han perdido el voto popular en unas presidenciales una vez en las últimas tres décadas7, y cuando han controlado el congreso, han sacado adelante multitud de leyes la mar de redistributivas. El problema es que la redistribución, por sí sola, no parece ser suficiente para reducir demasiado las enormes desigualdades derivadas de la abolición de prácticamente todas las medidas predistributivas en la era Reagan o en los estados controlados por el GOP. Los votantes sin educación universitaria parecen entender esto perfectamente, así que o bien dejan de votar por criterios económicos, o bien apoyan a ese extraño candidato republicano que defendía medidas pre-distributivas ruidosamente como el proteccionismo o restringir la inmigración8.
Este es uno de los motivos por los que en Working Families insistimos tanto en leyes sobre horarios laborales estables, bajas por enfermedad, salarios mínimos o sindicatos, por cierto. Sabemos que son populares. También explica, por cierto, por qué Trump sigue siendo tan popular en las primarias republicanas, y por qué es competitivo en las generales.
Bolas extra:
Mike Pence, ex-vicepresidente del gobierno al que su exjefe envió una masa enfurecida a lincharle, ha perdido las primarias republicanas contra su exjefe, y retira su candidatura.
Los republicanos acabaron por escoger a Mike Johnson como Speaker, alguien que tenía como principales virtudes ser un desconocido para el gran público y no ser odiado por nadie. El problema es que es un creacionista que quiere prohibir el aborto y un ultra reaccionario de cuidado.
Boston construyó una ampliación de una de sus líneas de metro ligero, gastándose una millonada en el proceso. Lo han hecho tan mal que han instalado las vías con el ancho de vía equivocado. Tras meses de averías constantes, ejes destrozados, planos en ruedas, descarrilamientos y percances variados, van a tener que montar casi todo de nuevo.
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Ajustado por inflación, unos 56.200 euros anuales, o casi 4.700 euros al mes. Si eso os parece un corte altísimo para definir “clase trabajadora”, el salario mediano en Estados Unidos ronda los $50.000 anuales. Este es un país muy, muy, muy rico.
Nótese que los sondeos a pie de urna son mucho menos precisos que el estudio de Pew enlazado arriba, pero nos sirven para ver tendencias.
Biden empata entre 50.000 y 75.000.
A medio camino los que fueron a la universidad pero no terminaron (32% de los votantes), que Trump gana sólo por un punto, 50-49.
Nótese que España es una excepción: nuestro estado de bienestar es muy malo dirigiendo transferencias a rentas bajas.
Para los más vagos, Nicolas Longuet Marxt tiene un excelente hilo en Twitter que lo resume.
Bush hijo, en el 2004.
Es dudoso que estas, precisamente, sean generadoras de desigualdad, pero ese es otro tema.
Roger, hecho de menos que nos hables mas de trenes. A ver cuando publicas algo mas al respecto (L)