Estamos en pleno periodo de sesiones en Connecticut, y con ello, mi época favorita del calendario político estatal, cuando toca trabajar para aprobar leyes. Tengo la mala fortuna, sin embargo, que esta semana (y previsiblemente, hasta principios de marzo) es también cuando las propuestas de ley se someten a audiencia pública, así que estamos la mar de ocupados preparando comparecencias, coordinando voluntarios y haciendo todas cosas tan divertidas1 de la vida de un lobista.
Así que hoy va un artículo un poco más corto de lo habitual, porque bueno, no creo que estéis del todo interesados sobre nuestra estrategia legislativa para ampliar la ley de días libres por enfermedad en Connecticut, y no es que haya pensando en otras cosas2. La política americana no se detiene nunca, por mucho que esté yo dando la tabarra por Hartford.
Investigando a Biden
Los republicanos llevan obsesionados con la “corrupción” y los “escándalos” de Hunter Biden desde al menos mediados del 2019. El hijo del presidente, un jovenzuelo de 54 años, siempre ha sido un poco un desastre, especialmente en contraste con su hermano mayor (Beau, fallecido el 2015). Abogado y hombre de negocios, ha dado tumbos por Wall Street, hedge funds3, consultoras y chanchullos internacionales variados. Su talento es un poco indeterminado, pero su apellido le ha permitido tener múltiples trabajos excelentemente remunerados y sobrevivir a múltiples problemas y escándalos con drogas.
Aunque es obvio que Joe Biden quiere muchísimo a sus hijos (y los quiere de verdad - Hunter y Beau sobrevivieron a un accidente de coche en 1972 en el que murió su madre, una experiencia que transformó a Biden por completo), nunca ha hecho negocios con él. En su época de senador, el ahora presidente siempre fue modestamente famoso por ser el legislador menos adinerado de la cámara alta, alguien que vivía para la política y nunca tuvo otro sueldo fuera de ella4. Muchos republicanos (o más concretamente, la tropa más exaltada del trumpismo) parecen incapaces de creer que alguien pueda ser honesto, así que en cuando Biden anunció su candidatura empezaron a buscar corrupción, fuera como fuera.
El primer “agente” del GOP en encontrar algo fue el inefable Rudy Giuliani, que tras recibir algún chivatazo interesado de unos amigotes rusos (no, no es broma), convenció a Trump que Joe Biden había ayudado a su hijo en sus negocios en Ucrania. Ese fue el origen de la infame llamada de Trump a Zelenski exigiéndole que abriera una investigación a Biden si quería seguir recibiendo ayuda militar, la que provocó su primer impeachment.
La obsesión con Hunter Biden no se quedó ahí. En las presidenciales del 2020, uno de los “escándalos” periféricos que obsesionaron a los trumpistas fue un ordenador portátil que el hijo del entonces candidato demócrata se olvidó de recoger tras una reparación y que acabó, misteriosamente, en posesión de Rudy Giuliani. Nuevamente, hubo rusos de por medio, y todas las “revelaciones” quedaron en absolutamente nada.
Una vez llegó Biden a la presidencia, y especialmente a partir del 2023, cuando los republicanos recuperaron la mayoría en la cámara de representantes, las investigaciones arreciaron. James Corner, un legislador bastante estúpido y completamente chiflado, fue nombrado para dirigir una comisión que buscaría irregularidades para lanzar un impeachment contra Biden. Durante meses forzó comparecencias de decenas de testigos a puerta cerrada, se inventó toda clase de teorías e historias sobre lo que contaban y habló, con gran solemnidad, de los sobornos que varias figuras en Ucrania habían pagado a los Biden. Lo hizo sin demasiadas pruebas, más allá de repetir, con voz profunda y misteriosa, que el FBI tenía un informante, un chivato, una fuente secreta de fiabilidad contrastada que tenía grabaciones, documentos y archivos que demostrarían con total rotundidad, la corrupción del sindicato del crimen Biden.
El chivato que llegó del frío
Ahora adivinad a qué persona el fiscal especial que lleva la investigación sobre Hunter Biden denunció en un tribunal federal por mentir al FBI repetidamente inventándose historias sobre el hijo del presidente, siguiendo instrucciones de los servicios de inteligencia rusos. Su nombre es (no es coña) Alexander Smirnov (de verdad), y es esa fuente fiable que el GOP decía que iba a revelar la corrupción de Joe Biden.
Más allá del extraordinario cachondeo que los servicios secretos rusos han estado jugueteando con medio movimiento conservador americano con un espía literalmente llamado Smirnov, la historia es más importante de lo que parece. Como señalaba Josh Marshall hace un par de días, la anécdota del impeachment es menos relevante que el hecho de que agentes rusos parecen llevar años marcando la agenda política del GOP apelando a sus tendencias más conspirativas, y aprovechando (la verdad) que el entorno de Trump parece estar repleto de idiotas terminales. James Comer, Jim Jordan, Chuck Grassley, Giuliani, Michael Flynn o el propio Donald Trump han estado pegando berridos y pataleando sobre una conspiración tras otra con “información” y “evidencia”inventada en la Lubyanka, entre carcajadas del personal del FSB. Estas “revelaciones” han monopolizado la cobertura informativa de Fox News durante años, que se ha comido toda la trama con patatas5.
Tramas rusas y periodistas
Se habló mucho de la trama rusa en las elecciones del 2016, unos comicios que tuvieron múltiples historias rarísimas y filtraciones de emails absurdas durante toda la campaña. Visto en perspectiva, parece obvio que muchas de esas historias (los correos de la DNC, Wikileaks, los “escándalos” de Clinton) tenían su origen en bulos interesados por parte de gente con muchos amigos rusos, amplificados por una mediocracia conservadora que estaba encantada de publicar cualquier basura que les pusieran delante.
En un país normal, la prensa de derechas tienen al otro lado una prensa partidista de izquierdas que está igual de obsesionada con hacer ruido y esparcir mierda en dirección contraria. El debate público no es demasiado edificante, pero al menos nadie es lo bastante ingenuo como para creer que esto de la política exige una conversación racional y equidistante. En Estados Unidos, la prensa “centrista” hará todo lo posible para “cubrir la polémica”, y básicamente acabaron por permitir que Fox marcara la agenda.
Es importante mencionar, sin embargo, que los medios algo han aprendido desde entonces. La prensa generalista nunca se tomó el “impeachment” de Biden demasiado en serio, y siempre han tratado esta paranoia en particular con cierto escepticismo, cosa que ha provocado los habituales lloriqueos sobre sesgo progre en Fox News. La de arena, en este caso, es que apenas han hablado de la detención de Smirnov y del espantoso ridículo del GOP, más allá de dar el impeachment por muerto.
Y lo más delirante es que no es la primera vez. En julio del año pasado, el FBI detuvo otro “chivato” y testigo estrella del GOP, aunque esta vez era alguien que había sido asesor de Trump y estaba a sueldo de China. Los republicanos son un partido francamente maravilloso.
Bolas extra:
¡Libro! Publico un libro. Lo podéis reservar aquí o en vuestra librería favorita. Sale el 14 de marzo. Son 272 páginas en las que explico cómo Estados Unidos acabó con alguien como Trump en la presidencia. Está muy bien.
El supremo ha decidido que un sistema para hacer que más estudiantes de color y pobres puedan acceder a colegios selectivos es constitucional.
El modelo que han dado por bueno fue “inventado” por Bush hijo, cuando era gobernador de Texas, y es a la vez simple, elegante e ingenioso: las universidades públicas del estado admitirán de forma automática a cualquier estudiante que esté en el 10% con mejores notas de su instituto, no importa de donde venga. Dado que los colegios están muy segregados por raza y clase social, esto favorece mucho a los colegios en barrios más pobres. Ha funcionado increíblemente bien; es una idea que más estados deberían copiar.
Yale recupera el requisito de hacer pruebas estandarizadas para intentar matricularse en la universidad. Las eliminó hace unos años porque alguien les convenció que un examen objetivo único era racista, sin darse cuenta que acabarían seleccionando a gente con “buenos” expedientes y experiencia que eran inevitablemente más blancos y más ricos.
Sobre el absurdo sistema para acceder a una universidad como Yale, lo conté aquí:
Genuinamente, lo son. Al menos para mí. Hay una “división” en la oficina entre los que prefieren la temporada electoral y los que prefieren la temporada legislativa. Aunque la primera me gusta, la que realmente me fascina es la segunda.
Es la ley que se nos estrelló el año pasado; aquí tenéis el artículo sobre ello. Estamos en la época donde hay cosas que no podemos decir en público, al menos por ahora. Si hay interés, escribiré algo más.
La mayoría de hedge funds operan desde Connecticut, no Wall Street.
Hasta el punto que Barack Obama tuvo que prestarle dinero para cubrir parte de las facturas del tratamiento contra el cáncer de Beau cuando era su vicepresidente. Joe Biden será todo lo que uno quiera, pero nunca ha estado en esto por dinero.
Oye… échale un ojo a esto:
https://terikanefield.com/why-some-prefer-oligarchy/