La semana pasada escribía sobre cómo todo el mundo en Washington estaba convencido que el gobierno federal iba a cerrar el sábado por la noche. El partido republicano estaba metido en otra de sus interminables guerras fratricidas entre los chiflados del Freedom Caucus y el resto del planeta tierra. Kevin McCarthy, el infeliz Speaker, llevaba semanas lanzando ideas al sector más reaccionario del partido para intentar sacar una ley de presupuestos adelante, llevándose una negativa tras otra.
McCarthy estaba atrapado entre dos prioridades opuestas. Por un lado, el Freedom Caucus le exigía toda una serie de medidas y recortes fiscales o de lo contrario le echarían del cargo. Por otro, el senado, de mayoría demócrata, ponía como condición de aprobar cualquier presupuesto no incluir recortes, y atenerse al acuerdo presupuestario de mayo entre los dos partidos.
La semana pasada escribía que todo el mundo en Washington sabía perfectamente que el resultado final sería un presupuesto aprobado con votos de los dos partidos, con McCarthy rindiéndose a la evidencia de que era la única mayoría posible en el congreso. Es lo que sucedió con el techo de la deuda, y es lo que iba a pasar ahora; los legisladores habían llegado a un acuerdo entonces, y el equilibrio de fuerzas en las dos cámaras no había variado.
La expectativa era que McCarthy intentaría una especie de cruzada quijotesca sacando adelante unos presupuestos1 de alguna clase en la cámara de representantes acordados con el Freedom Caucus e intentaría utilizarlos para negociar recortes con el senado y presidente. Esa heroica resistencia le serviría para justificarse ante los radicales, al menos a corto plazo. Los freedomitas, sin embargo, son tan excepcionalmente cazurros como para torpedear varias propuestas del Speaker, votando en contra de no una sino tres propuestas esta semana por no incluir todo lo que pedían2. No iba a tener ni siquiera una propuesta republicana sobre la que negociar.
Aceptando lo inevitable
Ayer, McCarthy finalmente se dio cuenta que ni los montañeses de su partido iban a estar jamás satisfechos, ni los demócratas en el senado iban a aceptar ninguna de sus propuestas. Resignado, puso sobre la mesa una extensión presupuestaria de 45 días con un único recorte, eliminar la ayuda militar a Ucrania, y lo llevó al pleno con un procedimiento de urgencia que exigía una mayoría de dos tercios para ser aprobado, es decir, sólo podía salir adelante con votos de ambos partidos.
Los demócratas aceptaron inmediatamente la oferta. La propuesta era, básicamente, aceptar el pacto alcanzado en mayo; McCarthy se iba a ir con las manos completamente vacías. Aunque quieren ayudar a Ucrania, no iban a forzar un cierre por esa partida presupuestaria (“los demócratas prefieren cerrar el gobierno a pagar una guerra en Europa del este”). Saben que la ayuda militar puede ser aprobada la semana que viene sin problema, ya que hay una amplia mayoría en ambas cámaras dispuesta a seguir enviando dinero.
El resultado de la votación en la cámara de representantes ha sido enormemente significativo. La extensión ha sido aprobada por 335 votos a favor y 91 en contra. Los noes incluyen a 90 republicanos y un demócrata, los síes son 209 demócratas y 126 republicanos. Es decir, McCarthy, otra vez, está gobernando con votos demócratas sacando adelante propuestas demócratas con más de un tercio del partido en contra. El senado ha aprobado la medida con una mayoría aún más abrumadora (88-93) horas después.
El gobierno federal no va a cerrar, al menos por ahora; tienen 45 días más para negociar apropiaciones presupuestarias. Vistos los resultados de ambas votaciones, parece bastante claro que hay una mayoría abrumadora que no quiere desviarse de lo acordado en mayo. Todo indica que este será el nivel de gasto que acabarán aprobando.
El precio de la rendición
Lo que no sabemos es qué va a suceder con McCarthy. Una de las condiciones del Freedom Caucus para permitirle dirigir la cámara en febrero fue crear un mecanismo que permite que cualquier legislador pueda llevar una resolución al pleno forzando un voto para echar al Speaker. Durante toda la negociación (es un decir; esta gente aulla, no negocia) los freedomitas siempre hablaban con el metafórico revólver para echarle sobre la mesa si no atendía a sus demandas. McCarthy ayer no es que no atendiera a ellas, sino que poco menos que las rechazó de arriba a abajo, haciendo exactamente lo contrario de lo que le pedían. Tras el pleno, varios de los republicanos más exaltados auguraban consecuencias, acusaban a McCarthy de ser un demócrata camuflado, pero por ahora no está del todo claro si van a intentar echarle.
Como señalaba Josh Marshall, el Freedom Caucus es en realidad menos poderoso de lo que parece. Aunque es lo suficiente grande como para actuar como una minoría de bloqueo cuando los republicanos intentan aprobar legislación, sus miembros son tremendamente impopulares dentro del grupo parlamentario. Quizás McCarthy no pueda hacer nada sin ellos, pero el resto del GOP no quiere verles ni en pintura. Nunca aceptarán que un freedomita sea Speaker. El Freedom Caucus puede condicionar al resto del partido, pero no puede dirigirlo.
En caso de que forzaran una votación, el hipotético substituto de McCarthy tendría exactamente la misma estructura de incentivos y se enfrentaría a la misma aritmética parlamentaria. Por mucho que intente apaciguar al Freedom Caucus, no podrá sacar leyes adelante, y el resto del partido prefiere pactar con los demócratas a dejar que esos tarados controlen la agenda y les obliguen a votar chorradas cavernícolas reaccionarias que nunca sobrevivirán en el senado.
Los freedomitas, entonces, se enfrentan a su propio dilema. Por un lado, han prometido fusilar a McCarthy si se porta mal, y saben que si no cumplen con su amenaza su credibilidad como centro de poder en el congreso se verá muy mermada. Por otro, no van a poder escoger a un Speaker más favorable a sus ideas que McCarthy, porque el resto del GOP les odia, y les odiará aún más si fuerzan una crisis interna.
Mi sensación es que McCarthy se ha dado cuenta, por fin, que era hora de dejar de tratar al ala montañesa del partido como seres omnipotentes. Entre ir a la guerra contra ellos hoy o hacerlo de aquí un mes tras un cierre de gobierno tan idiota como innecesario, McCarthy ha preferido dejarse de historias y retar a los freedomitas a echarle. Los radicales pueden destruirle (y es perfectamente posible que lo hagan), pero saben que hacerlo sería una victoria pírrica.
Por descontado, Matt Gaetz está chiflado y el principal objetivo de muchos de estos iluminados es salir en Fox News y hacerse famosos. Es más que posible que se apunten a una cruzada estúpida de esta clase sólo por las risas y el aplauso del respetable. Se carguen o no a McCarthy, el GOP seguirá siendo una monumental olla de grillos al menos hasta que el elemento trumpista enloquecido del partido pase a segundo plano4.
Aún así, hoy los republicanos se han portado de forma un poco menos psicótica que de costumbre. No deja de ser una buena noticia.
Bolas extra
Los medios conservadores, por supuesto, no están tomándose esto como una derrota, porque el GOP nunca pierde. En Breitbart están entusiasmados con lo de Ucrania, a pesar de que ese dinero será aprobado, casi seguro, en otra votación. En Fox News apenas han hablado de ello.
El escándalo que sí está ocupando todas las portadas conservadoras es el de Jamal Bowman, un congresista demócrata por Nueva York que activó la alarma de incendios en uno de los edificios del capitolio “por error” (según él) o para retrasar la votación (según el resto del planeta). Los republicanos quieren votar su expulsión.
Sospecho que el “control” del Freedom Caucus sobre la agenda no difiere demasiado del “control” de Trump sobre el GOP, por cierto. Trump es poderoso porque le tienen miedo más que por tener un apoyo abrumador en las bases.
Un excelente artículo explicando la gloriosa carrera de Bob Menéndez, el senador demócrata por Nueva Jersey metido en un escándalo de corrupción que incluye sobornos, cientos de miles de dólares en efectivo, lingotes de oro y espías egipcios. Todo el partido le ha pedido que dimita; el hombre dice que lo quieren echar por ser latino.
Técnicamente no son unos presupuestos, son unas “apropiaciones presupuestarias” o “resolución continuada”, dependiendo si era a corto o largo plazo. No os voy a marear con la jerga legislativa del congreso aquí.
Eliminar dinero para Ucrania, dinero para restringir la inmigración, eliminar dinero al FBI para que deje de investigar a Trump (¡!), recortes fiscales draconianos en medio presupuesto.
Todos los noes son republicanos, obviamente.
Nunca.
Disculpas si no va aquí la pregunta, pero no sé dónde ponerla. ¿Porque no funcionan las notas al pie? Selecciono el número pero no baja a la nota, y en la nota no vuelve al texto.