Exigiendo lealtad
La Casa Blanca y sus obsesiones autoritarias
La cabeza momificada de Peter von Hagenbach está en un museo en Colmar, Alsacia, junto a la espada que lo ejecutó. Hagenbach era un caballero borgoñón de finales del siglo XV, infame por su brutalidad. Después de que tropas bajo su mando cometieran toda clase de atrocidades en Breisach, fue apresado y juzgado por un tribunal del Sacro Imperio Romano.
Hagenbach insistió en que solo estaba cumpliendo órdenes de su duque. El tribunal, sin embargo, llegó a la conclusión de que, como caballero, tenía el deber de prevenir los horrores cometidos por sus tropas y lo condenó a muerte. Fue decapitado el 9 de mayo de 1474.
Obediencias
Escribo esto, que no es exactamente cercano a la política americana, porque esta historia resulta ser bastante relevante esta semana. La ejecución de Hagenbach es, si no estoy equivocado, el primer juicio en el que un militar fue condenado por crímenes de guerra en el que el principio de obediencia debida fue rechazado como excusa válida para cometer atrocidades. La idea de que un oficial, funcionario o representante del Estado tiene no el deber, sino la obligación de desobedecer órdenes contrarias a la ley o a los derechos humanos forma parte de la tradición jurídica occidental desde hace siglos.
Como sucede a menudo con nuestros grandes principios, nuestros ejércitos no siempre se han caracterizado por seguir esta clase de conducta. Desobedecer órdenes suele tener consecuencias para quien lo hace, y muchos ejércitos coloniales tenían ideas bastante horribles sobre quién tenía “derechos” y merecía protección1.
Los juicios de Núremberg, tras la Segunda Guerra Mundial, codificaron esta idea en el derecho internacional de forma sustantiva. Decir “Befehl ist Befehl” (órdenes son órdenes) no exime a un verdugo o criminal de guerra de su responsabilidad.
Tradicionalmente, las fuerzas armadas de Estados Unidos habían incorporado esta idea en sus regulaciones. Los artículos de guerra de 1775, sin ir más lejos, son explícitos en el deber de obedecer órdenes “legales”, listando conductas inaceptables (como la crueldad contra civiles) en varios artículos. Durante la Guerra Civil, el código Lieber2 desarrolló muchas de estas ideas. Los ejércitos americanos las ignoraron por completo (cómo no) cuando se dedicaron a cometer crímenes de guerra contra su población nativa. Aun así, el código de justicia militar aprobado en 1950 adopta sin ambages la formulación salida de Núremberg; si existe un conflicto entre órdenes de un superior y la ley, los oficiales americanos deben seguir la ley. Desde hace décadas, a todos los reclutas y oficiales, sin excepción, se les dice durante su periodo de instrucción que no deben obedecer órdenes ilegales o inmorales.
Obviedades sediciosas
La semana pasada, seis legisladores demócratas, todos veteranos de las fuerzas armadas o servicios de inteligencia, publicaron un video pidiendo que soldados o agentes desobedezcan si la administración Trump les pide hacer algo ilegal.
Dada la querencia del presidente por enviar tropas a ciudades al azar, bombardear lanchas civiles con presuntos narcotraficantes y su guerra abierta contra sus enemigos políticos, esta clase de declaraciones no es que esté demasiado fuera de lugar estos días. La Casa Blanca tiene ideas bastante peligrosas sobre el papel de las fuerzas armadas en Estados Unidos, así que tener a senadores y representantes recordando esto en voz alta es menos alarmista de lo que parece.
En un universo normal en el que el presidente no es un chiflado egomaníaco y el secretario de Defensa no es un presunto alcohólico ex presentador de Fox News con un complejo de inferioridad galopante, la respuesta a este video habría sido bastante obvia. “Estos demócratas son unos alarmistas”, dirían. “Esta administración es una firme defensora de los valores constitucionales y nunca pedirá a nadie que los vulnere. Si fuera el caso, por supuesto que nuestros valientes soldados tienen el deber de defender la Constitución, y quien haya dado la orden será castigado”.
Lo que han hecho, sin embargo, fue ligeramente distinto. El presidente Trump se lanzó en su micro red social a acusar a los legisladores (no estoy exagerando) de “COMPORTAMIENTO SEDICIOSO, que puede ser castigado con LA MUERTE”, mientras compartía otro comentario que pedía “COLGARLOS A TODOS COMO HARÍA GEORGE WASHINGTON”. Hegseth, el secretario de Defensa, lleva llamándolos los “seditious six” desde hace días. Los seis legisladores están recibiendo desde entonces amenazas de muerte.
Esta semana, el Pentágono ha ido más allá. Primero, han anunciado una investigación contra Mark Kelly, senador por Arizona, por su “conducta desleal”. Hegseth lo amenazó abiertamente con llamarlo a filas y juzgarlo por sedición en un tribunal militar. El FBI, mientras tanto, quiere “entrevistar” a los seis legisladores.
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