El problema de Nick Fuentes
Historias del post-trumpismo en ciernes
Hace unas semanas, Tucker Carlson entrevistó a Nick Fuentes en su podcast.
Si estos dos nombres no os son del todo familiares, no os preocupéis demasiado. Es más, si conocéis a estos dos tipos, probablemente es hora de que dejéis de leer, salgáis a la calle, y reflexionéis sobre vuestra vida y obsesiones, porque esta es la clase de gente que más vale no haber escuchado demasiado.
Carlson
De los dos, Carlson es el más famoso. Es alguien del que he escrito unas cuantas veces; allá por el 2021, cuando era el presentador estrella en Fox News y se dedicaba a alabar a la Hungría de Orbán:
Y de forma más reciente, sobre su caída en desgracia, cuando se convirtió en el chivo expiatorio en Fox News por sus mentiras negando la legitimidad de los resultados de las presidenciales del 2020:
Tras ser despedido, Carlson tenía ante sí las dos opciones tradicionales de cualquier periodista caído en desgracia que se precie, una newsletter en Substack o un podcast. Escogió lo segundo, y fue uno de los primeros “fichajes” del programa de creadores de contenidos de Twitter.
Lo habitual, cuando alguien con un programa en Fox News abandonaba o era echado de la cadena de mala manera (Glenn Beck, Bill O’Reilly…) su destino habitual era un programa de radio o TV en una emisora de tercera, y un progresivo, lento olvido. Carlson, sin embargo, sale de la cadena en un mundo distinto, en el que los canales por cable tradicionales y las cadenas TV nacionales están perdiendo audiencia y publicidad a marchas forzadas. YouTube, Twitter, y el resto de plataformas de contenidos permiten que cualquiera tenga una difusión nacional, sin tener que pasar por filtros editoriales.
Fox News sigue siendo importante, pero Tucker no necesita a Fox News. Su podcast está entre los 4-5 con mayor audiencia en Estados Unidos, y su influencia en el movimiento conservador, lejos de disminuir, ha aumentado.

Tucker, como influencer rebelde fuera de los medios, no ha cambiado demasiado. Su talento para hablar y polemizar sigue intacto; es, sin duda, el mejor comentarista mediático desde Rush Limbaugh. También ha mantenido su considerable flexibilidad intelectual, una curiosa querencia por moverse ideológicamente hacia posiciones y polémicas que le dan buena audiencia. Fuera de las estructuras y restricciones editoriales de News Corp y Fox News, Carlson se ha desplazado aún más hacia la derecha, abrazando un nacionalismo reaccionario disfrazado de populismo con tintes autoritarios que, en otras épocas, hubiera sido visto como peligroso.
La entrevista a Nick Fuentes, aunque no sorprendiera a nadie que ha ido siguiendo a Carlson, es cualitativamente distinta.
Fuentes
De Fuentes he hablado más bien poco. Su único cameo, que yo recuerde, fue hace tres años, cuando Donald Trump invitó a Kanye West a cenar a Mar-A-Lago. West está completamente chiflado, y se trajo a Nick Fuentes con él para que conociera a Trump.
El problema de Nick Fuentes es que es un nazi. No un “reaccionario”, o un “conservador”, o un “extremista”. Fuentes es un nazi, admirador público y confeso de Adolf Hitler, antisemita hasta la médula, y virulentamente racista. Es también, a sus 27 años, un orgulloso incel, y líder autoproclamado de los groypers, una subcultura de inadaptados sociales de ultraderecha (su definición, no la mía: ser un inadaptado es parte de su credo) que le siguen con devoción.
Estas no son sus únicas “virtudes”. Fuentes estuvo en el asalto al Capitolio el 6 de enero, y tiene la divertida afición de usar a sus seguidores para acosar a sus “enemigos”, reales o imaginarios. Entre sus objetivos favoritos se encuentran múltiples comentaristas conservadores a los que Fuentes considera demasiado blandos, como el malogrado Charlie Kirk, J.D. Vance, o Ben Shapiro. En tiempos recientes, se ha distanciado de Donald Trump, a quien dice considerar un “timador” y a sus seguidores como “miembros de una secta.”
Esto es, para Fuentes no es lo suficiente autoritario, nacionalista o de derechas. Porque Fuentes es (insisto) un nazi.
Guardianes y críticos
El hecho de que alguien que es visto como un líder influyente dentro del trumpismo y el movimiento conservador como Tucker Carlson diera dos horas a alguien así en su programa ha levantado una enorme polémica. Las críticas desde la izquierda, como os podéis imaginar, han sido unánimes y previsibles; Carlson siempre ha tenido una imagen atroz, y esto no ha hecho más que reforzarla.
La parte interesante, en este caso, ha sido el debate dentro de la derecha, entre las distintas facciones del partido republicano.
Durante décadas, las élites del GOP han tenido entre sus héroes intelectuales a William F. Buckley, fundador de National Review y uno de los padres del movimiento conservador moderno. Aunque Buckley era menos admirable de lo que se cuentan en sus habituales hagiografías, una de sus principales preocupaciones durante toda su carrera fue mantener ciertos límites o estándares básicos sobre quién formaba parte del movimiento conservador. En 1962, en su batalla más célebre, declaró que un grupúsculo de ultras conspiranoicos llamado la John Birch Society debían ser purgados del partido1.
Muchos, en el movimiento conservador americano, están preguntándose estos días si es hora de preguntarse otra vez qué clase de personajes, ideas, y grupúsculos merecen ser admitidos en el GOP - y la responsabilidad de líderes como Tucker Carlson en este debate.
Los críticos de Carlson, en este caso, no se han reducido a republicanos moderados, o legisladores vulnerables en estados potencialmente demócratas. Gente como Ben Shapiro o Mark Levin han acusado a Carlson de “promocionar nazis” o “romper valores morales básicos.” Levin, alguien con quien nunca estoy de acuerdo, defendía que el GOP tenía que cancelar a gente como Fuentes y excluir sus seguidores a consciencia2.
En el otro lado de la polémica, tuvimos a Kevin Roberts, director de la Heritage Foundation, y uno de los padres intelectuales del Project 2025, el programa de gobierno de la administración Trump. Tras salir en defensa de Fuentes, sin embargo, recibió tal oleada de críticas que acabó por echarse atrás. También gente como Steve Bannon (aunque este no se ha retractado), Candance Owens, y un nutrido grupo de influencers salidos de la “nueva derecha” de YouTube y podcasts.
El defensor de Carlson más importante, sin embargo, ha sido Donald Trump. No ha defendido a Fuentes en voz alta (porque incluso para Trump, defender a un nazi es excesivo), limitándose a pedir que sea la gente quien escucha y decida. la clase de guiño que el presidente lleva haciendo hacia la ultraderecha desde hace años, negándose a condenar nada.
Debates futuros
Creo que en este caso, sin embargo, las palabras de Trump son la parte menos importante del debate. Lo que estamos viendo estos días es, probablemente, el principio del debate sobre qué será del partido republicano post-Trump. Tras la debacle por el cierre del gobierno y con su aprobación en mínimos, el movimiento conservador es cada vez más consciente que el presidente está de salida, y toca hablar y pelear por lo que vendrá después.
Y aquí es donde está el centro del debate. Trump, gracias a su peculiar carisma y talento político, ha sido capaz de crear una coalición entre conservadores, peronistas y reaccionarios. Su sucesor deberá encontrar la forma de mantener estos grupos dentro del partido, y decidir si el GOP será un partido nacionalista cristiano, conservador clásico, populista de derechas, o una mezcla de los tres.
Parte del genio de Trump, como político, fue su capacidad de movilizar a la clase de votantes que Fuentes dice representar, hombres jóvenes alienados que desprecian la política.
Carlson cree (o dice creer) que el nacionalismo populista debe ser el futuro del partido, para seguir atrayendo estos votantes. Está convencido de que él es la voz intelectual para liderarlo, y no tiene reparo alguno en admitir que ese partido tolerará a antisemitas como Nick Fuentes. Es la conclusión natural de la deriva reaccionaria del GOP que acaba por llevar a Trump al poder el 2016 (he escrito un libro sobre ello), y en opinión de Carlson,el camino a seguir.
Otras voces en el partido, mientras tanto, se oponen a esta deriva. El post-trumpismo debe tener ciertos límites, tanto por criterios morales como por el hecho de que es improbable que un candidato no llamado Trump pueda flirtear con casi-nazis sin provocar rechazo en el resto del electorado. Hay un límite a la radicalización.
No estoy seguro cómo terminará este debate; la decisión llegará en las primarias del 2028 y seguirá después, si el GOP perdiera la Casa Blanca. Durante los próximos dos años, las divisiones internas dentro del movimiento conservador serán cada vez más habituales, porque tanto políticos como activistas están preparándose para el día después.
Este es el motivo, por cierto, por el que Marjorie Taylor Greene está llevando la contraria a Trump abiertamente. No es sólo Epstein (aunque eso importa); según el calendario avanza y el poder del presidente se difumina, las consignas del líder importan menos que quién mandará tras él3.
No creo que sea un debate estimulante, pero será divertido.
Bola extra:
Sólo una. Olivia Nuzzi era una periodista de New York Magazine que, durante la campaña del 2024, escribió un largo artículo sobre Robert Kennedy Jr. Lo que se hizo público después es que Nuzzi tuvo un tórrido affaire con el candidato, a pesar de que estaba muy casado y era décadas mayor que ella.
Un año después de este sainete, Nuzzi ha publicado un libro explicando la historia. Por lo que parece, es un texto cursi e insoportable que no ha hecho más que aumentar la sordidez de toda la historia.
El librito parece haber enojado especialmente a Ryan Lizza, ex-pareja de Nuzzi (lo dejaron por culpa del affaire) y hombre profundamente soliviantado de que alguien haya escrito un volumen sobre cómo le destrozaron la vida. Lizza tiene un Substack, y ha decidido publicar su lado de la historia.
No quiero arruinar la sorpresa final. Leedlo.
Para los que no leéis inglés o no queréis tanto cotilleo. Lizza explica la turbulenta relación que tenía con Nuzzi, sus desventuras con relaciones pasadas, y cómo descubrió el affaire.
Lo que deja para el final, y por eso recomiendo que lo leáis vosotros mismos, es que no está hablando de su affaire con Robert Kennedy. Habla sobre la relación de Nuzzi con Mark Sanford, otro candidato republicano, durante las presidenciales del 2020.
Si os suena ese nombre, dejadme citar un artículo viejo, viejo de Politikon en el que hablo de uno de mis escándalos favoritos de la era pre-Trump. Cinco palabritas: “hiking on the Appalachian trail”.
Sí, ese Sanford.
También purgó a los superfans de Ayn Rand, por cierto.
Mark Levin es un tipo curioso. Me parece un pelma intelectualoide insoportable, pero es alguien que nunca es cínico. Aunque no estoy de acuerdo con casi nada de lo que dice, es obvio que tiene convicciones morales claras. Ben Shapiro es menos pelma, y también me parece sincero. Carlson, por el contrario, a menudo dudo que se crea nada de lo que dice.
MTG está chiflada también, pero creo que, como Levin, es completamente sincera en lo que dice. Y creo que está de verdad reconsiderando muchas cosas, ahora que Trump va a por ella.




