Tras semanas de drama, miedo y crujir de dientes sobre el techo de la deuda (incluyendo en este humilde boletín) demócratas y republicanos cerraron un acuerdo el sábado para aumentar el techo de la deuda y evitar una suspensión de pagos.
El final de cualquier negociación tiene un poco de anticlímax; la tensión acumulada tras horas de reuniones tensas, rumores, conferencias de prensa, filtraciones y amenazas veladas desaparece de súbito, dejando sólo un documento denso y técnico detrás. En este caso, el efecto ha sido aún más pronunciado, ya que se cerró en medio de un fin de semana largo (el lunes es festivo por ser Memorial Day) y Washington estaba medio vacío. Con casi todos los legisladores de vuelta en sus distritos y los periodistas a medio gas, todo ha tenido un tono ligeramente irreal.
Lo más sorprendente de todo el asunto es que el acuerdo es relativamente bueno, y dice mucho del enorme talento negociador de Joe Biden desde su llegada a la presidencia. Veamos por qué.
La negociación inevitable
La saga del techo de la deuda empezó con los republicanos pidiendo concesiones a cambio de no subir el techo de la deuda, y la Casa Blanca insistiendo que estaban dispuestos a negociar presupuestos, pero que nunca iban a negociar sobre el techo de la deuda.
Durante estas dos últimas semanas, la Casa Blanca ha negociado sobre el techo de la deuda para evitar una suspensión de pagos a la desesperada, mientras el GOP flirteaba con volar la economía mundial por los aires.
El resultado final de la negociación ha sido un acuerdo presupuestario, a cambio de subir el techo de la deuda hasta el 2025.
Vale la pena desarrollar este punto, porque hay un detalle importante que confieso que se me había escapado y que ha sido el centro de la estrategia de la Casa Blanca desde el principio. En realidad, lo que teníamos estos días eran dos negociaciones distintas:
Los presupuestos, algo que el congreso debe aprobar tarde o temprano para evitar un cierre del gobierno federal. Como los republicanos controlan una de las cámaras, todo el mundo entiende que los demócratas deben negociar, y que en esa negociación deberán ceder para llegar a un acuerdo. Eso implicará recortar gasto, etcétera, etcétera, sin subidas de impuestos. Dado que las cuentas federales no dejan de ser un puñado de cifras, iba a ser cuestión de llegar a un número o puñado de números que hagan felices a todos. Los dos partidos tienen posiciones enfrentadas, y se iban a pelear hasta firmar algo.
El techo de deuda, la máquina del juicio final. Aunque los republicanos controlan una de las cámaras del congreso, tanto los demócratas como la mayoría de las élites del GOP quieren evitar una catástrofe financiera global que destruya el prestigio del país.
Lo que ha hecho Joe Biden durante toda esta negociación es ofrecerse a una negociación honesta y sincera sobre la primera disputa, pero siempre insistiendo que era algo separado de la segunda. Su argumento principal, y el que han defendido estas semanas con vehemencia, es que entienden que no controlan el congreso y que deben negociar. Al admitir su debilidad abiertamente en los presupuestos, ha forzado admitir a los republicanos que el techo de la deuda era un farol. Lo que el GOP quería era recortes, no volar la economía por los aires.
Y dado que los presupuestos se tenían que negociar igualmente, las concesiones de la Casa Blanca han resultado ser mucho menores de lo muchos esperaban.
El contenido del acuerdo
Los puntos principales del pacto entre Kevin McCarthy y Biden son los siguientes:
Dos años de margen de techo de la deuda, hasta después de las elecciones del 2024. El problema le caerá al próximo presidente.
Todo el gasto discrecional excepto defensa (esto es, excluyendo pensiones y programas de gasto automático como medicare) tendrá crecimiento cero en términos nominales el 2024 respecto a este año, y crecerá un uno por ciento el 2025. Si recordáis, el GOP pedía congelar el gasto diez años, así que esto puede contarse como una victoria demócrata.
La agencia tributaria americana (IRS) recibirá 10.000 millones menos para perseguir a gente que no paga impuestos durante los próximos diez años. Los republicanos querían recortar este gasto en 80.000 millones.
Algunos programas de asistencia exigirán que su receptor esté trabajando, pero sólo para grupos específicos: adultos menores de 54 años sin hijos. Es un recorte mucho más pequeño de lo que esperaba; en el caso de SNAP (cupones de alimentos), es un retorno a reglas pre-pandemia, cuando el programa era menos generoso.
Cambios muy limitados (e insuficientes) en el procedimiento de estudios de impacto ambiental. Como señalaba aquí, esto es algo que Estados Unidos necesita arreglar cuanto antes, pero es lo suficiente complejo como para que sea deseable que se decida en una ley específica, que es lo que parece que acabará sucediendo.
Deuda estudiantil: el gobierno federal volverá a exigir que se devuelvan los préstamos para pagar el acceso a la universidad, en varios estados de suspensión desde la pandemia. Inevitable (porque era algo que el supremo iba a forzar tarde o temprano), así que no una gran pérdida. Es un programa, por cierto, que me genera serias dudas. Sobre cómo pagar para ir a la universidad hablé con cierto detalle aquí.
Reglas de gasto para la administración: esto es algo que no he visto comentado en casi ningún sitio, y no está del todo claro si es importante o no. Por lo que cuentan aquí, imponen un requisito llamado pay-go (“pagar cuando toca”, más o menos) a regulaciones federales y actos administrativos; si alguna agencia o departamento hace algo que va aumentar el nivel de gasto, tienen que buscar recortes equivalentes para compensar. Hay gente que está muy preocupada por esta provisión, pero no está claro qué impacto tendrá realmente.
En agregado, el acuerdo reduce el gasto federal en 650.000 millones de dólares durante los próximos diez años, o 65.000 millones al año. Esto suena como mucho muchísimo, hasta que te das cuenta que el gobierno federal gasta 3,6 billones al año. Dado que los recortes se centran sólo en parte del presupuesto, las partidas que serán reducidas verán su gasto reducido en 5-6% en términos reales. No es una cifra irrelevante, pero no es, desde luego, una ronda de austeridad atroz.
Esto es, todo apunta que Joe Biden ha conseguido un acuerdo más que decente.
Principios y resultados
Creo que el mejor análisis de todo este desaguisado es el de David Frum:
Traducido: “McCarthy quería una victoria basada en principios: usar el techo de la deuda como arma. Más allá de este punto, su grupo parlamentario no se ponía de acuerdo en demandas específicas. Biden ha cedido en sus principios, lo que le ha permitido una victoria en los substancial. Los dos lados han conseguido lo que querían. Ganan todos.”
Paradójicamente, McCarthy y el GOP han conseguido forzar a que la Casa Blanca negocie contra su voluntad, pero en la negociación no han conseguido apenas nada. Joe Biden es un político pragmático al que le importan los resultados, no tonterías simbólicas. El pacto final ha dejado todas las leyes que aprobó durante la primera mitad de su mandato intactas, empezando por la de cambio climático, que es la que considera (con razón) la más importante.
El GOP iba a acabar por obtener exactamente el mismo resultado negociando los presupuestos sin todo ese postureo con el techo de la deuda. Lo único que han conseguido es parecer unos psicópatas, votar a favor una propuesta de negociación demencial que no ha ido a ningún sitio pero que será utilizada en su contra en las próximas elecciones, y hacer que todo el mundo pierda los nervios.
Vender el acuerdo
Falta un detalle importante: el congreso debe votar este acuerdo. Ahora mismo parece bastante obvio que un buen puñado de republicanos están en contra, así que McCarthy necesitará votos demócratas para sacarlo adelante. Dependiendo de cuántos le hagan falta, es perfectamente posible que este sea su último acto como Speaker, y que sus compañeros de partido le echen del cargo a patadas. El número de demócratas dispuestos a votar a favor del pacto no es tampoco infinito, ya que el ala izquierda del partido también juega, así que es posible, aunque improbable, que el acuerdo se estrelle con votos en contra desde ambos lados.
Mi sensación es que los votos están ahí, porque los demócratas no son lo bastante animales para volar un acuerdo firmado por su presidente por los aires1, pero nunca se sabe. Mi principal temor es que McCarthy reciba a su grupo parlamentario cuando vuelvan de sus distritos el martes, se encuentre una rebelión abierta y entienda que le costará el cargo y se eche atrás. La fecha limite para aprobar cualquier cosa es el lunes que viene (cinco de junio), así que no es que tengan mucho tiempo para reescribir nada.
Lo más probable es que el congreso vote y Biden firme antes de que termine la semana. Durante los próximos días, los whips de ambos partidos van a estar trabajando a destajo y haciendo cuentas sobre cuántos votos a favor tienen. Será entretenido.
Bolas extra:
El techo de la deuda debe ser abolido igualmente. Este acuerdo sólo aplaza la fecha en la que en Casa Blanca no haya un negociador tan hábil como Biden y nos la peguemos con todo el equipo.
La cámara de representantes de Texas ha votado a favor del impeachment de Ken Paxton, fiscal general del estado. Todos los implicados son republicanos; Paxton es cómicamente corrupto (y lleva bajo un puñado de investigaciones criminales desde hace años) pero se había librado de que le echaran siendo un reaccionario furibundo trumpista cargante. Hasta que incluso su propio partido se ha hartado de él.
Esto es increíblemente inusual en Texas; es el tercer impeachment en más de un siglo. Paxton será juzgado en el senado. En la cámara alta hay 19 republicanos y 12 demócratas; para condenarle necesitan una mayoría de dos tercios.
Henry Kissinger cumple 100 años. Sigue siendo un criminal de guerra. También es un tipo brillantísimo, pero eso lo dejamos para otro día.
Digo esto cuando tenemos una ley en Connecticut pactada con el gobernador que los moderados del partido quieren volar por los aires, pero eso es una historia para otro día, cuando termine el periodo de sesiones.