El segundo gasto en el presupuesto familiar medio en Estados Unidos es el transporte. El americano medio suele dedicar sobre un 12% de su renta en sus desplazamientos, sólo por detrás de la vivienda.
Curiosamente, este porcentaje es bastante similar al de España, pero con una diferencia substancial. Cuando miramos ese gasto por nivel de renta, los hogares en el quintil inferior en España dedican sobre un 6% de sus ingresos al transporte. En Estados Unidos, ese porcentaje es un 27%.
La inutilidad del transporte público
El motivo es obvio: el atroz, imposiblemente cutre transporte público en Estados Unidos. Este es un país donde apenas existen los trenes de cercanías, y allí donde existen, suelen estar cómicamente mal gestionados; donde hay pocas ciudades con redes de metro, y donde existen suelen estar cayéndose a pedazos. El servicio de autobuses es, como he contado alguna vez, deslumbrante por su gloriosa incompetencia.
Desde que vivo aquí, de vez en cuando me da la peregrina, absurda idea de utilizar el transporte público para ir a sitios. Eso implica coger el autobús para ir a la estación de una (mala) línea de tren. El experimento, inevitablemente, dura pocos días; casi siempre hasta que me quedo tirado en alguna parte durante dos horas sin motivo aparente. Cuando me subo en el autobús, vestido con ropa de oficina (o el otro día, con traje, ya que iba al Capitolio…) parezco un auténtico marciano; el conductor siempre me mira como si me hubiera perdido o algo peor. El resto de viajeros creen que soy un hipster, un predicador, un perturbado, o una combinación estas tres cosas.
Lo más cargante de todo ello, sin embargo, es cuando me subo al tren. En Connecticut, como en el resto de Estados Unidos, las líneas de tren de cercanías (y las de metro) suelen dar servicio a zonas más acomodadas, y tienen horarios diseñados para servir a gente que va a la oficina. El transporte público “de más calidad” (y más caro) es para la gente de bien, y sus pasajeros suelen de hecho tener más ingresos que la media. El autobús, que es para pobres (y lleva más gente) es para quien no tiene más remedio que sufrirlo.
Vivir sin coche
Vivir sin coche, en casi todo el país, es una de esas cosas en teoría posibles, pero que en la práctica resultan una tortura. Ir a cualquier parte requiere una paciencia infinita, con redes de transporte público que incluyen líneas con autobuses que pasan cada 45 minutos, o cada 90, o Dios sabe cuándo. Un trayecto puede requerir transbordos absurdos donde cualquier retraso te puede dejar una hora esperando. Y cuando llegas a tu destino, si tienes la suerte de que está cerca de algún autobús, te tocará lidiar con un ese entrañable urbanismo local completamente centrado en el coche y cómica, absurdamente hostil al peatón.
Uno puede recurrir a la bicicleta, por supuesto, si es joven, un poco hipster y tiene tendencias ecologistas. También si eres un poco suicida, ya que entre las enormes distancias y un diseño de calles y ciudades demente, incluso en los lugares donde hay “carriles bici” son tan acogedores como este:
Esto hace entonces que lo primero que intenta hacer cualquier americano, por pobre que sea, es comprarse un coche cuanto antes. Incluso si tiene que dejarse una cuarta parte del suelo y tiene que dejar de comer. Dado que vivir sin uno es un completo suplicio1, los americanos se endeudarán hasta las cejas para tener acceso a uno.
Coches para pobres
Como es habitual en este país en cualquier sector económico para consumidores con pocos ingresos, hay una industria enorme dedicada a vender coches a los pobres, y sablarles todo lo que es humanamente posible en el proceso.
Primero, uno puede olvidarse de comprarse un coche nuevo barato, porque en Estados Unidos básicamente no existen. Hay, literalmente, tres modelos en el mercado por debajo de los $20.000 (Kia Rio, Mitshubishi Mirage y Nissan Versa), y no siempre son fáciles de encontrar. El coche barato en este país es el coche de segunda mano.
Por desgracia, la imagen del vendedor de coches de segunda mano sin escrúpulos de las películas no es accidental; en Estados Unidos puedes comprar vehículos casi a cualquier precio. En los estados más sensatos (léase: no en el sur), hay ciertos límites sobre la chatarra que pueden colocarte sin restricciones (lemon laws), pero en un país donde no hay nada parecido a una ITV más que en un puñado de Estados, os podéis imaginar las castañas que circulan. Y por supuesto, un coche de tercera mano con 230.000 millas2 en el cuentaquilómetros va a ser mucho menos fiable y mucho más caro de mantener en circulación que uno nuevo, incluso si tienes suerte y no te venden algo demasiado hecho polvo.
Aparte de coches en mal estado y pasados de kilómetros, alguien que trabaja limpiando oficinas o de reponedor en WalMart no suele tener muchos ahorros o un impecable historial de crédito3, así que tiene que pedir un préstamo. Y si eso de las hipotecas subprime daba pie a toda clase de abusos, ni os podéis imaginar lo gonzo que llegan a ser las subprime car loans. La industria está pésimamente regulada, y las historias de terror sobre gente pagando un 75% de tipo de interés anual son habituales. Uno de los prestamistas más impresentables, por cierto, es el Santander.
Todo este tinglado es, en el fondo, otro ejemplo más de lo increíblemente hostil que es Estados Unidos con sus pobres: un lugar donde necesitas un coche para ir a todas partes, no hay alternativas, y donde abusarán de ti hasta el infinito (y de manera perfectamente legal) cuando te compres uno.
Greyhound
En todo el sistema de transportes de Estados Unidos hay una esquina especialmente extraña, maldita, romántica y perturbadora a la vez, la de los autobuses de larga distancia. Esos Greyhound de acero inoxidable de las películas viejas, recorriendo las interestatales del país en trayectos interminables cruzando un continente.
En general, salvo muy contadas excepciones (hipsters, estudiantes, o chiflados) nadie en Estados Unidos coge un autobús de Greyhound de forma voluntaria. Es el medio de transporte que uno escoge cuando no tiene absolutamente ninguna otra opción para viajar entre dos ciudades.
Viajar en Greyhound es una experiencia. Aparte de algún urbanita con miedo a volar y turistas, esos autobuses son el medio de transporte de los que no pueden permitirse un coche. Fuera del noreste del país (el corredor entre DC y Boston es tan denso que tiene autobuses de línea medio decentes), en un Greyhound compartirás viaje con tipos hablando solos, adolescentes huyendo de casa, soñadores camino de la gran ciudad, bohemios dando tumbos y viejecitas camino de ir a visitar a la familia. Habrá viajeros encantadores, enfermos mentales, músicos e inmigrantes cruzando el país, decenas de idiomas, olores inidentificables, y Dios sabe qué más. Es una América distinta, en la penumbra del resto del continente.
No se lo recomiendo a nadie. O quizás sí.
Bolas extra
La administración Biden se plantea declarar el techo de la deuda inconstitucional y listos. Hablé de esta posible solución aquí.
Parece que la fecha límite para evitar un impago es el uno de junio. Buena suerte a todos.
Washington DC tiene seis millones de multas de tráfico sin cobrar por valor de 1.300 millones de dólares. Hay más de 2100 coches que acumulan más de 40 multas cada uno.
Para otro día: los guionistas de la industria del cine y TV están en huelga, paralizando toda la producción audiovisual del país. El núcleo de la disputa son los pagos por streaming.
Nota al margen: en Estados Unidos casi nadie tiene motos pequeñas o vespinos, y nunca he acabado de entender el motivo. En Connecticut es medio comprensible, porque una Vespa en invierno aquí sería un horror, pero en el sur y la costa oeste quizás sea una alternativa. Mi sensación es que si ir en bici es peligroso, usar un vespino seguramente lo es aún más, pero no me extrañaría que hubiera alguna idiotez regulatoria de por medio.
Ese era el kilometraje de mi Mazda3 cuando lo vendí, por cierto.
Si queréis que explique lo de los credit scores, le dedicaré otro artículo.
Buen articulo. Me gusta recibirlos en el mail box! Si, por favor, escribe algo sobre los "credits scores"
Gracias!
Sergio Alio
Por favor, explica los credit scores