Un problema llamado Marjorie
El partido republicano debate qué hacer cuando tienen una colega loca de atar
Marjorie Taylor Greene (MTG) es una congresista que representa el 14º distrito de Georgia. Es un distrito muy rural y muy, muy blanco en un estado del sur de los Estados Unidos, que evita puntillosamente cualquier contacto con zonas urbanas. Es relativamente pobre (la renta mediana familiar es $56.150, sobre un 80% de la mediana nacional) y extremadamente conservador; de hecho, uno de los diez distritos más republicanos del país. Trump ganó las elecciones aquí 73-25; es la clase de lugar donde los demócratas son una fuerza testimonial.
MTG ganó las primarias republicanas el agosto pasado con un 57% del voto, derrotando a John Cowan, un neurocirujano metido en política en la segunda vuelta. MTG había ganado ya la primera vuelta con un amplio margen; estaba claro que los activistas republicanos querían que ganara.
Hay un pequeño problema: Marjorie Taylor Greene está completamente chiflada.
Esto no es una exageración. MTG es la clase de persona que dice que los incendios forestales de California fueron provocados por un láser orbital controlado por la familia Rothschild y los judíos para abrir paso a la línea de ferrocarril de alta velocidad en construcción en el estado. Esto no es algo que dijera borracha perdida en sus años mozos, sino que lo escribió completamente en serio en noviembre del 2018.
Sabemos que lo dice en serio porque MTG lleva diciendo esta clase de cosas desde hace años, las dice todo el rato, y había esparcido su mensaje por toda internet. Esta mujer defiende que los atentados del 11-S fueron una conspiración organizada desde el gobierno, dice que supremacistas sionistas están detrás de la inmigración masiva de musulmanes a Europa para que procreen más que los blancos, cree que muchos políticos demócratas deben ser ejecutados, e insiste que las masacres de Parkland, Las Vegas, y Sandy Hook fueron un montaje y nunca sucedieron.
Cosa que me cabrea especialmente, porque mi mujer fue niñera de una de las maestras asesinadas en Sandy Hook. Y asistimos al maldito funeral.
Marjorie Taylor Greene fue escogida con un 75% de los votos. Su oponente (Kevin Van Ausdal), se retiró dos meses antes de las elecciones, pero eso es secundario; hubiera ganado igual, quizás por 30 puntos en vez de 50. Es la legítima representante de un distrito rural en un estado crítico para el futuro del partido republicano. Y es alguien que anda por el mundo defendiendo el asalto al congreso, repitiendo teorías de Q-Anon, y llamando abiertamente a que alguien asesine a Nancy Pelosi. Trump, por supuesto, ha alabado a MTG repetidas veces en público.
¿Qué hacemos con Marjorie?
Si eres un cargo electo del partido republicano en el congreso y ocupas alguna posición de responsabilidad, la que sea, la pregunta inevitable es quién es esta mujer, y qué opinión tienes sobre los láseres espaciales judíos que están quemando California. Viendo los resultados electorales de MTG en su distrito y cómo un sector cada vez nutrido de las bases de tu partido parecen estar más que felices votando por gente como ella, más vale que tengas cuidado con tu respuesta.
De momento, hemos visto dos aproximaciones distintas. Kevin McCarthy, el líder del partido en la cámara baja, no solo no castigó a MTG en primera instancia, sino que la nombró para varios comités claves en el congreso, incluyendo educación. No ha dicho nada crítico sobre ella en público estos últimos días.
McCarthy no puede fingir que MTG no existe, o que es algo excepcional. Esta misma semana medio grupo parlamentario republicano estaba pidiendo la cabeza de Liz Cheney, la número tres del partido, porque tuvo la osadía de votar a favor del impeachment de Trump. Más de la mitad de ese mismo grupo parlamentario votó a favor de descartar el resultado de las elecciones en varios estados en base a un puñado de teorías de la conspiración horas después de que una masa enfurecida animada por el mismo presidente asaltara el edificio donde trabajan intentando linchar a la vicepresidente. El partido republicano en la cámara de representantes quizás no esté tan chiflado como MTG (porque nadie está tan chiflado como MTG) pero espiritualmente muchos de sus miembros están allí, con ella, anclados en el trumpismo más militante.
La otra cara de la moneda es el senado. Mitch McConnell quizás sea un cínico irredento, pero es alguien que entiende perfectamente las necesidades electorales de su grupo parlamentario. Una tarada psicótica como MTG puede ganar unas elecciones en un distrito rural en Georgia, igual que muchos otros trumpistas fanáticos en el centenar largo de circunscripciones ultra-conservadoras por todo el país. Los senadores, sin embargo, deben ganar en todo el estado, y McConnell sabe perfectamente que incluso en el sur un candidato lo suficiente patán, enloquecido o pedófilo (porque sí, los republicanos llegaron a presentar un pedófilo en Alabama) puede perder elecciones.
Así que McConnell está haciendo lo que buenamente puede para distanciar al partido de MTG, llamándola un “cáncer” en el partido republicano. Incluso senadores trumpistas como Lindsay Graham la han criticado.
Los dos bandos
Las líneas del conflicto republicano, entonces, parecen apuntar que estarán marcadas por los incentivos electorales de sus miembros. Aquellos políticos que deben ser escogidos en distritos más competitivos (o lo suficiente visibles al gran público donde presentar un asesino en serie quizás haga que pierdas las elecciones) tienen bien poco interés en aplaudirle las gracias a las MTG, Q-Anon, y superfans de Trump. Si permiten que el GOP sea tomado por esos locos, no pueden ganar elecciones. Esto hará, por tanto, a senadores, gobernadores y cargos parecidos un poco más razonables; el votante mediano de su distrito quizás sea conservador, pero no está loco.
Para aquellos que viven en distritos ultraconservadores (o lo suficiente conservadores como para que haya un porcentaje de chiflados considerable) lo de rechazar al trumpismo equivale a perder unas primarias. Si el ex-presidente dice que hay que dar un golpe de estado, se da un golpe de estado y punto; los de Q-Anon son los tontos útiles a los que no puedes repudiar. Es por este motivo que vemos a tantos republicanos en la cámara de representantes votando a favor de invalidar las elecciones, y explica la deriva hacia la locura del GOP en muchos legislativos estatales.
¿Quién gana esta batalla? La verdad, no me atrevo a hacer predicciones. Los republicanos tuvieron un buen puñado de derrotas electorales en los años de Obama porque las bases insistían en nominar teapartiers irredentos en distritos moderados. Los líderes del partido entonces aprendieron de sus errores y mejoraron el reclutamiento de candidatos en años sucesivos. Veremos si esas lecciones siguen vigentes o no.
Donald Trump, mientras tanto, permanece en Florida, en silencio. El juicio del impeachment empieza la semana que viene. Nadie parece creer que vaya a ser condenado. El partido republicano está atado a su sombra.
Bolas extra:
Hablemos de la línea de alta velocidad de California, porque hoy nos han dado uno de los mejores ejemplos de incompetencia manifiesta en años. Los responsables han anunciado un retraso en la obra porque calcularon mal cuántas parcelas de terreno debían expropiar para construirla. No son pocas. La estimación inicial eran 1750, pero ahora pasan de 2300.
No me preguntéis que clase de estupidez heroica tiene uno que hacer para equivocarse contando cachos inmóviles de tierra en un mapa. Y esto no es para la línea completa, ojo; es para un primer tramo de 191 Km que no llega a un tercio de toda la línea. Ahora mismo estiman que va a costar más de 100.000 millones de dólares, o más o menos el doble que toda la red de alta velocidad en España.
AOC habló en Instagram sobre la experiencia del asalto al capitolio y cómo sintió que iba a morir ese día. La reacción de Fox News ha sido… en fin.
Una propuesta de ley en Connecticut para prohibir que los municipios excluyan a no-residentes de sus playas, o cobren precios abusivos para permitir su acceso. Nadie en esos municipios dirá que es para evitar que venga esa gente, pero vamos, que sí, es racismo. Casi toda la costa en el estado, por cierto, está en manos privadas; no hay libre acceso al litoral.
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