Negociando sobre el día del juicio
Biden intenta llegar a un acuerdo sobre el techo de la deuda
De todas las ideas absurdas del sistema político americano, el techo de la deuda es una de las más estúpidas. Expliqué con cierto detalle su origen y patologías en enero, cuando todo el mundo (menos Joe Biden) vería venir la posibilidad de una crisis financiera en el horizonte. Estamos a mediados de mayo, y esta crisis está a la vuelta de la esquina, literalmente a final de mes. Veamos.
La idea básica detrás del techo de la deuda es que el congreso de los Estados Unidos necesita aprobar dos leyes distintas para gastar dinero. Por un lado tiene las apropiaciones, donde autorizan al gobierno federal a que gaste dinero, y por otro el techo de la deuda, que es la autorización sobre cuánto puede endeudarse. Dado que desde hace varias décadas Estados Unidos tiene déficits presupuestarios considerables, la cantidad de bonos que debe emitir para afrontar pagos ha ido en aumento sin parar. Y como todos los gobiernos del mundo, parte de esos bonos se utilizan para pagar deuda ya emitida antes.
El departamento del Tesoro ha anunciado que el uno de junio Estados Unidos se va a quedar sin capacidad de endeudarse más para seguir afrontando los gastos autorizados por el congreso. Eso provocará que muchas facturas se queden sin pagar, incluyendo letras del tesoro e intereses de la deuda.
Esto es, Estados Unidos tendría una suspensión de pagos incontrolada por motivos puramente políticos, potencialmente enviando todo el sistema financiero internacional al garete.
Evitando el desastre
La solución a este problema es más que obvia: el congreso autoriza al departamento del tesoro a gastar el dinero que el mismo congreso le ha ordenado gastar, se aumenta el techo del gasto, y santas pascuas.
Tenemos el pequeño detalle, sin embargo, de que el partido republicano no quiere hacerlo, y controlan la cámara de representantes. Le han dicho a Biden que si quiere aumentar el techo de la deuda, quieren un ajuste presupuestario duro con recortes enormes, o si no forzarán una suspensión de pagos.
Si eso os suena a algo parecido a un secuestrador encañonando a un rehén y exigiendo diez millones de dólares, un helicóptero, y un salvoconducto para irse a Brasil, no vais demasiado desencaminados. La diferencia es que más que una pistola, el secuestrador está sentado encima de una bomba nuclear, y su amenaza no es matar un rehén, sino vaporizar al rehén, a sí mismo, y a la ciudad entera. Es una estrategia que parece increíble por ser completamente chiflada, excepto por el otro pequeño detalle de que es probable de que el GOP está lo suficiente majara como para creer que es una buena idea.
Oh, explosiones. A quién no le gustan las explosiones.
Así que, a pesar de que durante los últimos cinco meses Joe Biden ha jurado y perjurado que el techo de la deuda no se negocia porque uno no negocia con chantajistas, ha llegado el mes de mayo y ha acabado negociando, para consternación de sus compañeros de partido. Y de forma más irritante, se ha negado a considerar posibles maniobras digamos “creativas” para sacarse de encima el techo de la deuda por otros métodos, como invocar la 14º enmienda o simplemente negarse a aceptar su validez.
¿Qué están negociando?
Como en cualquier negociación vital para el futuro de la economía mundial donde todo lo que se precie está en juego, no sabemos gran cosa.
Los republicanos aprobaron, con mucho sudor y lágrimas, una propuesta en la cámara de representantes hace unas semanas, e insisten que ese es el punto de partida de cualquier acuerdo. El “plan”, y llamarlo así es muy, muy generoso, se resume en limitar el aumento del gasto federal a un uno por ciento nominal durante los próximos diez años, cosa que equivale a un 18% de recorte de gasto en términos reales. Los republicanos, sin embargo, quieren excluir un puñado de programas demasiado populares incluso para que el GOP quiera atacarlos. Dado que estos programas que quedan fuera son de hecho la inmensa mayoría del gasto federal (seguridad social, medicare, defensa, veteranos), esto requeriría recortar todo el resto en un 51%. Esto es, recortar educación un 51%, transportes un 51%, subvenciones agrícolas un 51%, y así con todo el gasto federal.
Además de esta montaña de recortes imposibles, el GOP quiere eliminar todos los programas sobre cambio climático aprobados el año pasado, reducir la financiación de la agencia tributaria (algo que aumenta el déficit, por cierto) y en una nota especialmente cruel que me irrita profundamente, imponer requisitos de estar trabajando o buscando trabajo para Medicaid, SNAP, y TANF.
Inciso: programas sociales
Dejadme explicar esto con cierto detalle, porque es algo que me pone enfermo. Medicaid es el programa de sanidad para familias con poco dinero, que cubre casi un 20% del país. SNAP son ayudas para comprar comida para familias que viven cerca del umbral de la pobreza. TANF es una variedad de programas estatales que dan dinero a gente que vive muy por debajo de ese umbral. El GOP, en una de esos ataques de conservadurismo recio machote, quiere establecer que sea necesario estar trabajando para acceder a esas ayudas. La cuestión es que la inmensa mayoría de receptores ya están trabajando (recordad que la tasa de paro es del 3,4%), así que lo único que este cambio provocará es que todas estas familias, que están pasando apuros tremendos para llegar a final de mes, tengan que perder el tiempo enviando nóminas y papeleo a la agencia de servicios sociales periódicamente.
Lo que sucederá es que a menudo esos papeles no llegarán nunca. Un porcentaje considerable se olvidará, o enviará el papeleo tarde, o no enviará exactamente el impreso necesario. Muchas solicitudes se perderán de camino. Otras llegarán a servicios sociales y serán archivadas o denegadas por error. Muchos trabajadores descubrirán demasiado tarde que un impreso o notificación fue enviado a la dirección equivocada (los pobres se mudan mucho más a menudo) y fueron expulsados del programa por error. Todo el tinglado causará toneladas de burocracia, muchísimos nervios, hará que millones de personas se queden a la estacada de forma estúpida, y la inmensa mayoría del “ahorro” será desperdiciado en montañas de papeleo absurdo.
Esto lo sé porque primero, en una vida anterior me dediqué a precisamente ayudar a familias con esta clase de papeleo, y segundo, porque cada vez que se ha intentado el resultado es siempre el mismo, castigos arbitrarios sin apenas dinero ahorrado. El mismo GOP estima que este cambio sólo ahorraría 12.000 millones al año (todo su paquete de recortes “ahorra” 4,8 billones), un maldito error de redondeo en el presupuesto federal.
Los gastos de papeleo, por cierto, se los comen los estados.
La respuesta demócrata
Como es habitual en estos casos, el partido demócrata está haciendo todo lo posible para decepcionarme. Mi primera preferencia, como comenté en enero, era que la Casa Blanca ni se molestara en negociar nada y directamente dijera que iba a ignorar el techo de la deuda, una ley que no sólo es absurda, sino de muy dudosa constitucionalidad. Joe Biden, sin embargo, es bastante adverso al riesgo, así que se ha sentado a negociar con el GOP.
Nadie tiene demasiado claro qué se está negociando, pero parece que de momento hay tres puntos claves, dos absurdos, uno que puede que sea casi coherente. Primero, la Casa Blanca está dispuesta a aceptar congelar el aumento del gasto en un porcentaje más o menos arbitrario hasta un máximo de dos o tres años, no más allá. Esta es una idea menos idiota que lo que piden los republicanos, y dado que la inflación es alta, la tasa de paro baja y la economía sigue creciendo con fuerza un poco de austeridad fiscal quizás sea buena idea. El problema, sin embargo, es que hay muchos departamentos y programas federales que llevan décadas de recortes, y lo de reducir gasto sin más no es una gran idea. Lo ideal sería combinar recortes con subidas de impuestos, pero el GOP, como es de esperar, no quiere oir hablar de eso ni en pintura.
Segundo, y algo que me irrita profundamente, Biden ha dado señales que está dispuesto a aceptar requisitos de empleo en programas sociales, es decir, la estupidez que tanto me enerva que explicaba arriba. Es maravilloso escuchar a los demócratas preguntarse sin cesar por qué la clase trabajadora americana no se da cuenta que están de su lado a la vez que trabajan de forma incansable para hacer que el gobierno sea tan hostil como sea posible en todas sus interacciones con ellos.
La última propuesta sobre la mesa es algo que casi puede que sea una buena idea: una reforma del sistema para conseguir permisos medioambientales. He comentado alguna vez lo absurdo que es el sistema de estudios de impacto ambiental en este país, y como cualquier cosa, por racional e inocua que sea, es vulnerable a toneladas de pleitos. Un grupo de legisladores de ambos partidos quieren relajar la normativa; los demócratas con la convicción de que esto ayudará a construir centrales eólicas y solares, los republicanos a aumentar la producción de gas natural y petróleo.
No soy un experto en estos temas, y los ecologistas están bastante divididos en este aspecto. Mi intuición es que esta es una reforma que si se hace bien será positiva. El sistema de estudios actuales está completamente roto (¿recordáis ese caso de un juez bloqueando viviendas porque el impacto ambiental era “estudiantes ruidosos montando fiestas”?) y no hace más que crear toneladas de papeleo absurdo y litigios constantes. Tenemos, además, la realidad de que las energías renovables son ahora mismo mucho más baratas que los hidrocarburos, así que el mero peso económico hará que cualquier cambio traiga muchos más proyectos limpios al mercado que centrales contaminantes.
Este es, no obstante, un tema complicado que exige una buena reforma y una buena ley. Negociar el cambio cuando un grupo de chiflados amenaza con volar el país por los aires no es buena idea.
¿Dónde estamos?
Nadie lo sabe. El jueves, Kevin McCarthy decía que confiaba cerrar un acuerdo durante el fin de semana, pero tras una pataleta de un puñado de representantes republicanos, rompió negociaciones temporalmente el viernes. Biden ayer se mostró optimista de que iban a llegar a un consenso, señalando que siempre hay mucho teatro y postureo en cualquier pelea presupuestaria en el congreso.
Si este fuera un país normal, ahora es cuando tocaría decir eso de que esto es esencialmente un juego del gallina, y que nadie está lo suficiente majara como para destruir el prestigio, la credibilidad y la economía del país de esta manera. Pero el partido republicano realmente está así de majara, y el ala moderada del partido vive bajo el terror constante de ser purgados de forma inmisericorde si se atreven a romper con su nihilismo creciente. Biden está negociando porque cree que pueden darle al botón nuclear, y el GOP está aullando y pidiendo la luna porque están convencidos de que Biden no va a invocar la 14º enmienda o cualquier otra estrategia que desactive su bomba.
Mi intuición es que lo más probable es que tengamos un acuerdo atroz, la clase de pacto que hace que pierda (otra vez) mi fe en los demócratas. El segundo escenario más probable es que la Casa Blanca acabe invocando alguna maniobra legal extraña en el último momento para evitar una suspensión de pagos, algo que quizás puede provocar una montaña de pleitos y pánico en los mercados. No creo que sea descartable que Estados Unidos tenga una suspensión de pagos total o parcial el mes que viene.
Me gustaría ser más optimista hoy, pero no me están dando demasiados motivos. Veremos.
Si bien comparto tu punto de vista en que hay que llegar a un acuerdo, me sorprende tu visión totalmente sesgada de la situación. Hay una diferencia entre pedir recortes/ajustes presupuestarios vs recortar de forma grave ayudas sociales.
Esto es lo que escribes: "La solución a este problema es más que obvia: el congreso autoriza al departamento del tesoro a gastar el dinero que el mismo congreso le ha ordenado gastar, se aumenta el techo del gasto, y santas pascuas.
Tenemos el pequeño detalle, sin embargo, de que el partido republicano no quiere hacerlo, y controlan la cámara de representantes. Le han dicho a Biden que si quiere aumentar el techo de la deuda, quieren un ajuste presupuestario duro con recortes enormes, o si no forzarán una suspensión de pagos".
Y las consencuencias de endeudarse de forma indefinida, ¿las ignoramos?.
Creo que la posición lógica es un punto medio, elevar el techo de deuda sin quitarlo, y a cambio que se realicen ajustes presupuestarios (no hablo de DUROS, pero sí recortes que permitan ir reduciendo la deuda del país).
Si transferimos esto a la economía doméstica:
Imaginaros que un hermano vuestro, que no para año tras año de endeudarse con tarjetas de crédito, os pide 10000€ para pagar deudas de la tarjeta de crédito. ¿Tú qué haces? Bueno, múltiples opciones, pero si decides darle el dinero, le dirás: "Te presto el dinero, pero a cambio, ajusta tus cuentas de casa, ves quitándote deuda, no es dinero para que sigas endeudándote más". Y tu hermano te dice que lo va a usar para abrir nuevas tarjetas de crédito y que en unos años te volverá a pedir más dinero, y que si no se lo das, se morirá de hambre y lo echarán de casa.
En cambio, tu defiendes la opción de darle dinero a tu hermano endeudado de forma indefinida ("se aumenta el techo del gasto, y santas pascuas").
Insisto, el punto medio: elevar techo de gasto, ajusto presupuestario para ir bajando deuda en los sucesivos años.
El problema es que invocar la enmienda que sea provocaría la entrada del tribunal supremo en el juego. Y eso nos dejaría con una bonita sentencia de doctrina constitucional convirtiendo el techo de deuda en sacrosanto e intocable.