Huelga de ferrocarril (otra vez)
Los sindicatos ponen a la administración Biden y al congreso ante un dilema
No tengo demasiadas oportunidades de combinar trenes y política americana en un mismo artículo, pero hoy las noticias me vuelven a dar esta oportunidad. El conflicto laboral en los ferrocarriles de mercancías de Estados Unidos del que hablé en septiembre ha vuelto, y tenemos otra vez una huelga en ciernes.
El conflicto
No voy a repetir la historia sobre el conflicto entera, ni sobre la tremenda, colosal importancia que tienen los trenes mercantes en Estados Unidos comparado con Europa. En pocas palabras, todo el sector es privado, fuertemente sindicalizado, pero se enfrenta a pesar de todo a unas condiciones laborales absolutamente draconianas, ya que el congreso aprobó en su día (1926) una ley brutal que da a las empresas un poder descomunal sobre sus empleados.
La historia la dejamos a mediados de septiembre, cuando la administración Biden convenció a empresas y sindicatos que aceptaran el acuerdo propuesto por el mediador federal. Eso sirvió para evitar una huelga antes de las elecciones, pero el nuevo contrato sólo iba a entrar en vigor si los trabajadores de los doce sindicatos firmantes lo ratificaban en votación.
Ya entonces decía que me parecía complicado, porque el principal punto de discordia entre las partes seguía sin resolverse: las bajas por enfermedad. Los ferroviarios en Estados Unidos tienen un total de un día (1) al año (¡uno!) de baja por enfermedad, y no tienen horarios definidos. Si no están de vacaciones o en tiempo de descanso obligatorio tras terminar jornada, la empresa puede llamarles en cualquier momento, y están obligados a presentarse en la estación, depósito, playa de vías o donde sea en noventa minutos. De lo contrario, son severamente penalizados.
El acuerdo firmado en septiembre aumentaba el número de días de baja sin penalización a tres (3) al año, pero sólo si era para ir al médico. Aunque incluía un tremendo aumento salarial (24% en dos años, más una paga extra de $11.000), no hacía nada para reducir el demencial sistema de horarios. Aunque la Brotherhood of Locomotive Engineers and Trainmen (Hermandad de maquinistas y ferroviarios; los nombres de los sindicatos son uniformemente maravillosos) aprobó por poco el acuerdo, la Brotherhood of Railroad Signalmen, Brotherhood of Maintenance of Way Employes Division, la International Brotherhood of Boilermakers y la SMART Transportation Division lo rechazaron.
Esto quiere decir que, legalmente, los sindicatos pueden ir a la huelga, así que han anunciado paros para mediados de diciembre. Como hablamos de empresas privadas, aquí no hay servicios mínimos que valgan; una huelga cerraría por completo el tráfico ferroviario del país.
El papel del congreso
Pero volvamos a esa bonita ley de 1926, porque ahora es cuando entra la parte capitalismo-pre-New-Deal que deja a los trabajadores en clara desventaja.
En caso de una disputa laboral que lleve a la huelga del sector, la ley permite que el congreso de los Estados Unidos imponga directamente las condiciones que le plazcan al sector, haciendo ilegal además cualquier protesta a las condiciones dictadas. La Casa Blanca se reunió ayer con los líderes de ambos partidos en el legislativo para pedir que tomen cartas en el asunto, imponiendo el acuerdo de septiembre a la fuerza. Nancy Pelosi anunciaba poco después que la cámara baja votaría hoy, y los líderes del senado dijeron que seguirían poco después.
Menos mal que Biden es pro-sindicatos y los demócratas de izquierda, vamos.
Tras estos dos comunicados, sin embargo, un puñado de legisladores del ala izquierda del partido empezaron a protestar que era inconcebible que el congreso impusiera unas condiciones laborales que los trabajadores habían rechazado. Pelosi, que en el fondo es más progresista que su partido, salió a media tarde diciendo que además del acuerdo, llevaría al pleno una propuesta adicional que impondría siete días de bajas pagadas por enfermedad al contrato.
La expectativa es que esta propuesta sería más o menos simbólica ya que saldría con una mayoría raspada en la cámara de representantes, pero no llegaría los sesenta votos que necesita en el senado para cerrar debate e ir a votación (filibuster, ¿recordáis?). Lo que sucedió, sin embargo, fue que varios senadores republicanos empezaron a decir cosas como esta:
Este es Marco Rubio diciendo que votará en contra de imponer un acuerdo rechazado por los sindicatos, y que apoya a los trabajadores ante los empresarios. Después tienes esto:
John Cornyn, que es el whip del GOP en el senado (el número dos, vamos), explicando a periodistas que es posible que muchos republicanos estarían a favor de apoyar la enmienda de Bernie Sanders (¡!) imponiendo más días de baja por enfermedad a las empresas ferroviarias.
Y acabamos con este señor:
Ver a Ted Cruz ponerse del lado de los sindicatos es francamente una señal del apocalipsis, pero oye, es donde estamos ahora.
¿Camarada Cruz?
¿Quiere esto decir que los republicanos van a votar a favor de la propuesta de Pelosi de imponer siete días de baja a los ferrocarriles? Aunque suena como algo posible, dudo mucho que esa sea su intención. Mi sensación es que el GOP simplemente está utilizando esta votación para intentar meter una cuña entre los demócratas y los sindicatos, siguiendo con su estrategia de intentar atraer votantes de clase obrera al partido con apelaciones populistas. Dejarán que el acuerdo de septiembre entre en vigor (con algunos republicanos votando a favor para compensar posibles deserciones demócratas), y criticaran que “no se escuche a los trabajadores”, pero bloquearan la enmienda de Sanders en el senado. No votarán en contra, obviamente, sino que recurrirán al filibuster, y echarán la culpa a los demócratas por no saber “llegar a acuerdos” y “solucionar el problema”.
En el fondo, esto no deja de ser postureo; la inmensa mayoría de votantes está pensando en las compras navideñas y todo el jaleo de fiestas y viajes de las próximas semanas y apenas va a darse cuenta de los detalles de esta disputa. Pero para el reducido pero importante grupo de votantes que sí está prestando mucha atención, los ferroviarios, lo de recalcar que los demócratas les dejaron a la estacada para evitar una costosa huelga es algo más que significativo. Durante décadas, los sindicatos han sido una fuente de voluntarios de campaña y movilización electoral para los demócratas, pero las bases se han distanciado del partido en tiempos recientes. Erosionar esta relación es siempre buena idea para los republicanos.
Nota final: horarios y mercantes
Por cierto, os preguntaréis por qué una compañía ferroviaria, en el año de nuestro señor del 2022, necesite tener a toda su plantilla a la espera de que les llamen, sin horarios fijos ni predecibles.
Hablé un poco sobre la demencial falta de personal en el sector en el artículo de septiembre (empezad por aquí), pero hay algo que es muy típico sobre el sector ferroviario americano que hace necesaria esta flexibilidad: la falta de horarios. En general, y con muy contadas excepciones, los trenes de mercancías en Estados Unidos no tienen horarios fijos, y las líneas no tienen ni tráficos predecibles ni regulares. Los trenes salen cuando están listos y circulan cuando tienen un surco disponible; las líneas están diseñadas para ser flexibles y permitir improvisar sobre la marcha, no para ser ser eficientes optimizando para una malla determinada.
Esto está bien y es lógico si tienes mucho tráfico y quieres responder a la demanda de inmediato, pero es muy mala idea si tu idea de reducir costes es tener a tan pocos trabajadores como sea humanamente posible. Los ferrocarriles americanos van muy, muy, muy justos de plantilla, así que se ven forzados a abusar de los que tienen con ahinco.
Obviamente podrían cambiar como operan los trenes e intentar crear servicios más predecibles, pero a menudo es más difícil cambiar prácticas que gastar dinero.
Bolas extra
El senado ha aprobado codificar por ley el matrimonio homosexual en Estados Unidos; la cámara de representantes lo hará en breve. Esta es una respuesta legislativa a la sentencia sobre el aborto, que (según algunos jueces de la misma mayoría conservadora del supremo) abría la puerta a re-ilegalizar los matrimonios de parejas del mismo sexo.
Una historia a seguir los próximos días: Kevin McCarthy, el líder de los republicanos en la cámara baja, parece tener problemas para conseguir los 218 votos que necesita para ser el nuevo Speaker. Un puñado de legisladores de su propio partido han anunciado que votarán en contra, ya que es “demasiado blando”. Dejando de lado de que McCarthy es muy conservador, no hay demasiado precedentes en este sentido, así que nadie sabe bien a qué atenerse.
Donald Trump cenó el martes pasado con Kanye West, que está completamente chiflado, ha abrazado el antisemitismo más radical, y le pidió ser su candidato a vicepresidente el 2024. A Kanye le acompañó Nick Fuentes, un tipo que es directamente un nazi. La reacción del GOP ha sido, con algunas excepciones, encogerse de hombros. Fuentes es muy amigo de un par de congresistas republicanos muy chiflados, Marjorie Taylor-Green y Paul Gossar, así que para qué escandalizarse a estas alturas.
Todos los seres vivos siguen un proceso evolutivo que les lleva a ser cangrejos. Más o menos.
No somos cangrejos...
Nosotros, simios, destacamos por nuestros sistemas sociales, increíblemente complejos y fascinantes. Somos mamíferos tan sociales que la verdadera unidad evolutiva no es el individuo, sino el grupo... las adaptaciones evolutivas que tienen peso no son tanto las de los individuos, sino las de la comunidad... Cualquier ventaja individual que comprometa al grupo es en realidad un espejismo, una ventaja a corto plazo, que al final conllevará más problemas que éxitos. Dicho sea de paso, esta es la razón por la cual a menudo digo que ciertos comportamientos golfos o indignos no son el fruto del egoísmo, sino más bien de la estupidez. Recordemos una vez más que solo el parásito primitivo y necio mata a su huésped, mientras que el más listo y evolucionado lo potencia, descubriendo que la simbiosis es mucho más rentable y provechosa que el abuso.
Emiliano Bruner