Hablemos de las presidenciales
Nunca es demasiado temprano para hablar sobre elecciones en Estados Unidos
Si hay algo que la prensa de Washington adora, no importa el día, la hora, o el lugar, es especular sobre las próximas elecciones presidenciales. Aunque cualquier predicción que se haga ahora sobre el 2024 es más literatura que otra cosa, siempre hay alguien hablando de ello, planeando y conspirando en favor de un candidato potencial u otro.
Parte del problema es que los medios americanos siempre tratan la política como una competición, una carrera entre candidatos. La metáfora de la “carrera de caballos” (horse race) está tan enquistada en cómo ven la política que la expresión suele ser utilizada para referirse a las presidenciales sin ironía alguna, casi por defecto. Importa poco que este tratamiento de las elecciones como un espectáculo deportivo entre dos equipos intercambiables llevara a los medios a tratar a Trump como una especie de futbolista excéntrico, y no como un fascista peligroso. Es una forma espantosa de cubrir la política (esto no es un divertimiento) pero les da igual.
Pero claro, es divertido escribir y pensar sobre estas cosas si eres un enfermo de la política, así que hoy hablaremos, inevitablemente, de predicciones que son más que literatura que otra cosa sobre el 2024. Qué le vamos a hacer.
El partido republicano: Trump o no Trump
Durante estos últimos meses, la historia que le gusta a contar a Donald Trump, ex- presidente de Estados Unidos, golpista ocasional, y persona que realmente nunca debería tener acceso a armas nucleares es una de control y éxitos. A Trump le gusta alardear del inmenso apoyo que tiene dentro del partido, la infinita adoración de las bases, y su capacidad para decidir primarias con su simple palabra. Cuando Trump apoya un candidato, los votantes escuchan, y su candidato gana. El partido republicano es suyo y nadie puede sobrevivir a su furia.
Esto era estrictamente cierto, hasta que los republicanos han empezado a votar en primarias por todo el país, y Trump ha empezado a perder.
Tras su intento fallido de subvertir el resultado de las elecciones presidenciales del 2020, Trump ha tenido como en su punto de mira al gobernador de Georgia, Brian Kemp, y al secretario del estado, Brad Raffensperger, a quienes les acusa de no hacer lo suficiente por evitar el fraude demócrata (en público) o cometer fraude (en privado, y no olvidemos que está grabado). Iracundo y vengativo, Trump decidió apoyar en las primarias a David Perdue para intentar derrotar al gobernador, y a Jody Hice para desbancar a Raffensperger.
Las elecciones fueron el martes pasado. Kemp ganó 74-22 en las primarias a gobernador; Raffensperger se impuso por un más “ajustado” 52-33. Otros candidatos a gobernador apoyados por Trump se han estrellado miserablemente estos días, como Janice McGeachin en Idaho (la vicegobernadora, que le plantó una primaria a su jefe el gobernador…) o Charles Herbster en Nebraska. En común en todas estas elecciones es que el candidato apoyado por Trump defendía ruidosamente que las elecciones del 2020 fueron “robadas” y que acababa con un tercio o menos del voto.
En primarias competitivas con un montón de candidatos aspirando al puesto, como fue el caso de J.D. Vance en Ohio, el alcanzar este 30-32% del voto puede bastarte para ganar. Ese parece ser el umbral del candidato trumpista en muchos estados, y es una cifra suficiente para decidir elecciones. Cuando el establishment del partido decide coordinarse para que sólo haya uno o dos candidatos (“animando” a los menos viables a pasar más tiempo con su familia), los candidatos trumpistas tienden a estrellarse espectacularmente.
En general, esta clase de coordinación es más fácil de conseguir en las elecciones a gobernador que a cargos legislativos, así que la mayoría de las derrotas trumpistas han sido a mano de gobernadores. Si queréis más detalle sobre cómo un gobernador puede imponerse, este artículo de Alex Isenstadt en Politico sobre Brian Kemp es fabuloso. Desde ahogar todas las vías de financiación a disidentes “convenciendo” a donantes a poco menos que prohibir que consultores y expertos asesoren a rivales (“nunca volverás a trabajar en este estado”), es un buen ejemplo sobre cómo el GOP, si quiere, puede aún cerrar puertas a chiflados.
Las dos palabras más importantes de la frase anterior, por supuesto, son ese “si quiere”, porque no está claro que quieran bloquear a Trump. Hay un grupo cada vez más nutrido de gobernadores, senadores, y ex- cargos republicanos haciendo gestos y pensándoselo para el 2024, y es posible, incluso probable, que uno o dos candidatos en una carrera 2-contra-1 o 1-contra-1 con Trump pudieran derrotarle.
Pero claro, eso exigiría primero que el resto del partido se ponga de acuerdo en quiénes serán los que se presentan a primarias, o en su defecto, que tras Iowa y New Hampshire todos los candidatos que se queden atrás no sólo se retiren, sino que apoyen con entusiasmo a los supervivientes. Los demócratas fueron capaces de hacerlo con Biden tras las primarias de Carolina del Sur para derrotar a Bernie, y el GOP haría bien en repasar sus notas para repetir la jugada.
Por descontado, no sabemos si ese 30% del voto de candidatos trumpistas es un suelo o un techo electoral. Es posible que el “original” siga movilizando más a sus votantes que las copias. Pero la victoria de Trump en las primarias del 2016 tuvo mucho de accidente, y quizás no se repita.
No que las alternativas sean mucho mejores (UGH), pero vamos.
Los demócratas: nunca preguntas a un presidente su edad
En principio, Joe Biden será el candidato demócrata a la presidencia el 2024. Es lo que el mismo presidente ha dicho en voz alta repetidamente, es lo que dice todo el mundo de su entorno, es lo que todo el mundo espera que suceda, porque los presidentes suelen presentarse a la reelección (el último en no hacerlo, Johnson, en 1968) y suelen ganarla.
Pero claro, Biden tiene setenta y nueve años. Si sale reelegido, iniciaría su segundo mandato a los ochenta y cuatro años. Y no es sólo cuestión de que sea algo mayor, es que estos días parece alguien de su edad, y es muy probable que de aquí un par de años lo parezca aún más.
Nadie en el partido demócrata, o nadie que pudiera aspirar a la presidencia, está diciendo nada en voz alta. Ni lo harán, porque ser el primero en alzar la voz es casi seguro una garantía de que el partido te corte la cabeza. Pero hay muchos, muchos, muchos, muchos dentro del partido que se lo están pensando, y están empezando a salir artículos largos y llenos de “expertos anónimos” diciendo eso de que el partido debe tener un plan por si acaso a Biden le sucediera algo.
La salud, ya lo sabéis. Que hay muchos virus estos días.
Este plan B, de existir (porque Biden será el candidato y obviamente no existe, que insinuáis) tiene que superar varios escollos importantes, que Jonathan Last resume aquí con acierto.
El primero es que el partido demócrata es una coalición complicada de progresistas, afroamericanos moderados, latinos, mujeres, hispanos, y universitarios que viven en los suburbios. Biden es, probablemente, el único político capaz de mantener esta cacofonía de voces más o menos intacta, y cualquier candidato alternativo tendrá un trabajo complicadísimo manteniendo a todos contentos.
Segundo, y más importante, nadie dentro (ni fuera) del partido creen que Kamala Harris pueda ganar unas primarias con facilidad. Sería la favorita, sin duda, y más aún si Biden la apoyará, pero tendría que pelear para ganarlas, y en vista de su sorprendente incompetencia ejerciendo de vicepresidenta (más Selina Meyer que otra cosa), no daría muchas garantías de imponerse en las generales.
Tercero, los demócratas tienen banquillo de sobras para unas primarias con un montón de candidatos decentes, pero muchos de ellos o no estarán maduros para el 2024 (Stacey Abrams, Fetterman, Buttigieg) o no son candidatos que puedan competir con Trump de forma efectiva (Newson, Roy Cooper, Booker, Phil Murphy). Biden siempre ha hablado de sí mismo como un puente entre generaciones, pero con Harris a medio gas, es muy probable que no crea que este puente esté terminado el 2024.
Dudo mucho, pase lo que pase, de que nadie intente una primaria contra Biden. Los demócratas tienen muy, muy presente el daño que Ted Kennedy le hizo a Jimmy Carter en 1980, y nadie se lanzará a una cruzada quijotesca a estas alturas. Lo único que puede impedir a Biden ser candidato es el propio Biden o una causa de fuerza mayor, así que este debate es relativamente estéril ahora mismo.
Pero claro, Biden tiene setenta y nueve años y no es exactamente popular esto días.
Bolas extra:
Los simulacros sobre qué hacer en caso de tiroteo en los colegios son muy efectivos traumatizando a los alumnos.
La respuesta de la policía de Uvalde a la matanza en la escuela fue horripilante a una escala difícil de explicar. Este artículo sobre lo que sucedió durante los setenta y ocho minutos en los que el pistolero estuvo en la escuela es aterrador. Había niños llamando a la policía suplicando que les ayudaran todo este tiempo y les ignoraron.
Aviso: es un artículo difícil de leer.
Si no habéis visto Top Gun: Maverick, debierais. No es buena. No es mala. Pero mola mucho. Es esa clase de película que sales del cine pegando saltitos y haciendo ruiditos como si fueras un avión.
¿Ves a AOC compitiendo como candidata en algún momento del futuro (no sé si cumple los 35 para las próximas elecciones)?