¿Cómo cubrir a Trump?
Los medios de comunicación se enfrentan a un dilema que quizás sea irrelevante
A principios de mayo, CNN organizó un town hall con Donald Trump. El evento siguió un formato clásico de las campañas presidenciales americanas, con el candidato en el escenario, un moderador, y el público haciendo preguntas.
Desde el momento en que fue anunciado, muchos comentaristas y críticos alzaron la voz señalando los problemas inherentes de tener a alguien como Trump haciendo algo así en directo. El expresidente es alguien excepcionalmente deshonesto, que miente más que habla, se inventa historias, lanza teorías conspirativas sin pruebas y no tiene el más mínimo interés en decir nada relacionado con la realidad. Es, en la gloriosa definición de Harry Frankfurt, alguien que vive para y por el bullshit; un fanfarrón, un fantasma, un fabulador sin conexión con la realidad.
Para empeorar las cosas, Trump es también alguien que, cuando le ponen un micrófono delante, tiene la poco agradable costumbre de hablar en favor de golpes de estado, glorificar la violencia con fines políticos, difamar a terceros, y promover otros actos vagamente ilegales. Por mucho que sea el favorito a ganar las primarias republicanas (ugh), quizás ponerle un micro delante, sin control editorial alguno, era una mala idea.
Lo fue. El town hall fue un absoluto desastre. Trump se pasó una hora entera insultando a la moderadora, mintiendo sobre las elecciones del 2020, hablando sobre las víctimas del asalto al congreso del 2021 (él y los encarcelados por asaltar el congreso) e inventándose cosas. CNN tuvo la genial idea de dejar que fuera el mismo partido republicano quien escogiera al público, así que además el presidente fue jaleado y aplaudido cada vez que decía una burrada. En una pirueta excepcional incluso en la gloriosa carrera de Trump, el tipo se las arregló para difamar otra vez a la mujer que recién había sido condenado por difamar ($5 millones le costo la broma), y tendrá que volver a ir a juicio en enero.
La cosa fue tan mal, de hecho, que le costó el cargo a Chris Licht, el CEO de CNN.
Los problemas de CNN
Lo cierto es que la “dimisión” de Licht venía de lejos. Su nombramiento, hace apenas trece meses, fue visto con suspicacia tanto dentro como fuera de la casa. Litch venía de CBS, donde ocupaba el cargo de productor ejecutivo del Late Show de Stephen Colbert, no un programa de noticias. Previamente había llevado el semi-informativo de la mañana (CBS This Morning), con cierto éxito, y había trabajado en MSNBC. Era un tipo sólido y competente llevando programas de entretenimiento, pero no un periodista de verdad o un hombre de negocios.
Litch creía que el problema de CNN es que se había vuelto demasiado izquierdista, y que tenía que volver al centro, a dar noticias puras, sin sesgos ni puntos de vista, manteniendo la equidistancia entre los dos demócratas y republicanos. Esto suena muy bien hasta que te das cuenta que a un lado hay un partido dirigido por un político de carrera moderado que dice cosas más o menos sensatas, y en el otro hay un lunático extremista que literalmente ha dado golpes de estado. Si un periodista quiere contar la verdad, o quiere que su audiencia pueda distinguir entre lo que es cierto y lo que no lo es, no puede poner el micrófono delante a ambos y dejarles hacer. Mantener la equidistancia entre centro izquierda y fascismo desatado en periodismo, es perder el tiempo.
Así que Litch resultó ser un patán insensato al que todo el mundo en la redacción acabó por odiar. Tras un artículo horrible en el Atlantic donde quedó bien claro que estaba completamente perdido en esto del periodismo, le acabaron largando. CNN, que estaba teniendo graves problemas de baja audiencia antes de su llegada al cargo (MSNBC y Fox la superan con facilidad), está hoy aún más hundida en la miseria.
Equidistancias y soluciones
La historia de Litch y CNN no es demasiado inusual en los medios americanos, para los que Trump se ha convertido en un problema casi irresoluble. La tradición americana (salida de un requisito legal, la fairness doctrine, que fue derogado hace décadas) es que los medios no son partidistas, y deben dar la oportunidad a todas las partes por igual de explicar sus posturas y visión de los hechos. Esto funciona muy bien cuando los dos bandos son gente más o menos razonable y en contacto con la realidad, pero se rompe por completo cuando uno de ellos está lleno de fabulistas y chiflados conspiranoicos que han abrazado el fascismo, dirigidos por un señor que ha dado un golpe de estado.
Así que, si un periodista quiere informar, debe abandonar la equidistancia, porque repetir las mentiras y el bullshit de los políticos no ayuda a nadie.
Me temo que esa es la única forma razonable de cubrir al GOP estos días. Si se quiere repetir algo que Trump ha dicho en voz alta que resulta ser radicalmente falso (por ejemplo, toda su teoría legal sobre los documentos secretos que se llevó de la Casa Blanca), es necesario acompañarlo con una explicación clara y detallada sobre los hechos en sí, y decir que el ex-presidente está mintiendo. Ponerle en antena, sin filtro, es un error; cuando la noticia no es que Trump ha dicho X sino que Trump miente, tienes que adaptarte a ello, no dejar hacer.
Pero para hacerlo, los periodistas deben tomar decisiones editoriales, y eso les abre a la acusación que más temen: sesgo.
Asimetrías mediáticas
La mayoría de los medios americanos siguen esta vocación no-partidista, pero no todos. Hay un enorme mundo paralelo de medios de comunicación conservadores, con Fox News a la cabeza, que tienen un punto de vista y dan las noticias como tal.
Fox y sus acólitos no están haciendo nada horrible, o malvado, o extraordinariamente inusual, por cierto. Si leéis el ABC, La Razón o el Mundo, escucháis a Federico Jiménez Losantos o veis Antena 3, no son demasiado distintos. Es un medio partidista de toda la vida; algo que ves en cualquier democracia medio sensata en toda la UE. Lo que es inusual en Estados Unidos, comparado con otros países, es esta insistencia de tantos y tantos medios a ser neutrales o apartidistas. Lo normal (y sano, a decir verdad) es tener medios partidistas en ambos lados, que dejen bien claro qué sesgos tienen y se dejen de piruetas.
Uno de los pasatiempos favoritos de Fox es criticar al resto de medios por ser “partidistas”. La definición de “neutralidad” que defienden es dar el micrófono a Trump sin más, y poner a republicanos en antena, por muchas tonterías que digan. Todo lo que sea llamar a un político conservador mentiroso porque insiste en decir que la tierra es plana es corrupción, favoritismo a los demócratas y ser un sucio progresista. Esto deja a medios como CNN siempre en esta tierra de nadie en la que son detestados por progresistas, al no tener las agallas de llamar a Trump mentiroso, y por conservadores, porque son “progres de escondidas” cuando intentan poner a Trump en contexto. Litch nunca iba a ganar audiencia moviéndose al centro, ni a dar lecciones de periodismo a nadie.
Un problema sin solución
Supongamos, así en abstracto, que los medios “neutrales” americanos finalmente se despertaran de su letargo y empezaran a cubrir a Trump con la severidad y contexto que merece. Que digan abiertamente que está mintiendo, se nieguen a repetir sus argumentarios sin señalar que son absurdos, y demás cosas periodísticas serias sacadas de una fantasía de Aaron Sorkin. ¿Solucionaría esto las cosas? ¿Verían los americanos la luz, al fin, sobre lo cretino que es Trump?
Respuesta rápida: no. Básicamente porque para muchos americanos, esos medios “neutrales” no existen:
Esta tabla viene de un sondeo fascinante de YouGov donde se pregunta los americanos si confían en un medio o no, según su afiliación partidista. Lo que vemos es que los votantes demócratas (bolitas azules) confían mucho más en los medios generalistas que los votantes republicanos (rojas), que sólo tiene fe en OAN, Newsmax (dos cadenas a la derecha de Fox), el Wall Street Journal (también propiedad de Rupert Murdoch) y Fox News. Los republicanos son tan desconfiados que apenas se fían del Weather Channel, que es literalmente una cadena de noticias que da la previsión meteorológica las 24 horas del día, siete días a la semana, porque el tiempo tiene un sesgo de izquierdas.
Es decir: no importa en absoluto lo bien que cubra CNN a Trump, porque los votantes de Trump creen que CNN es un nido de comunistas antipatriotas, o algo peor. Los medios de comunicación americanos quizás no quieran ser partidistas, pero los televidentes ya creen que los son. Las bases republicanas tienen una dieta casi exclusiva de Fox News, y lo que haga el resto les importa un comino. Viven en su burbuja, sin más.
Intentar ser neutrales es, francamente, perder el tiempo.
O que quizás esté ya solucionado…
Todo este furor contra los medios y su cobertura, no obstante, es quizás menos relevante de lo que parece, porque Trump no deja de ser increíblemente impopular. Aunque va líder destacado en las primarias republicanas, los sondeos recientes están dándole números atroces - y si se miran con cierta atención, están empeorando dentro de su propio partido:
Trump quizás tenga apoyos, pero no podemos olvidar que perdió el 2020 y le costó las elecciones a su partido el 2022. El tono del partido realmente ha cambiado bastante después de la segunda imputación. El tipo no es invulnerable, y fuera del 25-30% de americanos que son republicanos convencidos, es alguien completamente tóxico.
No sé si los medios lo cubren mal o no, pero desde luego los votantes saben quién es.
“porque el tiempo tiene un sesgo de izquierdas”. Me reiría, de no ser porque aquí en España VOX lleva en su programa electoral la eliminación de la AEMET (la Agencia de meteorología) porque, al parecer, es de lo que ellos consideran gasto superfluo.