Aventuras en representación política
El absurdo mundo de la raza y cultura en Estados Unidos
Las primarias del partido demócrata en Connecticut siguen un patrón bastante común en Estados Unidos.
Los candidatos que quieren presentarse a los cargos de ámbito estatal (léase tesorero, o secretario del estado, o gobernador) deben presentar su candidatura en la convención del partido, que se celebra habitualmente a principios de mayo. En la convención, los más de dos mil delegados, una mezcla de activistas locales, gente salida de los comités del partido en cada municipio y cargos electos, votan a sus preferidos en varias rondas, eliminando cada vez aquellos que tienen menos apoyos. El ganador recibe el endorsement del partido, es decir, es designado como el candidato “oficial” de los notables de la formación. Si hay más de un político en liza que consigue sacar más de un 15% de votos entre los delegados en la tercera y última votación, este puede presentarse a las elecciones primarias, y competir con el candidato oficial para ser el candidato en las generales.
La convención es por tanto un paso importante, aunque no decisivo, para aquellos políticos que quieran ganar las elecciones. Primero, porque es casi imprescindible para ni siquiera poder llegar a las primarias; la alternativa, recoger un número de firmas equivalente al 2% del electorado en las primarias anteriores, es a menudo prohibitivamente difícil en elecciones estatales. Segundo, y no menos importante, tener el “sello” como candidato oficial del partido conlleva ciertas ventajas, empezando con ir en la primera línea de la papeleta cuando toque escoger candidatos, y el apoyo tácito de la organización del partido.
Este fin de semana pasado fue la convención demócrata, y por supuesto, me pasé un número de horas considerable persiguiendo delegados para intentar ganar apoyos para los candidatos que queríamos que ganaran. La intrahistoria de la convención es un tanto complicada y la dejaremos para otro día (hay cosas que me temo no puedo contar aún), pero hay un par de detalles sobre el proceso de nominación que son interesantes, y dicen mucho de lo disfuncional que es la política en general y la izquierda en particular en este país.
Las cuotas del partido demócrata
Por una serie de carambolas históricas que no vienen al caso, hay una norma no-escrita en el partido demócrata de Connecticut que “reserva” la candidatura del cargo de tesorero para un político afroamericano. Hay otra tradición, algo menos establecida, de que la de secretaria del estado sea una mujer, aunque hay una excepción más reciente.
Como os podéis imaginar, esto crea algunos problemas interesantes en el proceso de primarias. En general, nadie en el partido que no sea de color ni siquiera se acerca a la candidatura de tesorero; para la secretaría del estado sí suelen haber candidatos varones, pero las mujeres suelen partir con ventaja.
Estas últimas semanas un número considerable de voces dentro y fuera del partido han señalado que esta clase de cuotas de representación están obsoletas. Los demócratas han tomado por costumbre tener a uno de los seis cargos de rango estatal para un candidato negro y dejar los otros cinco, casi por defecto, para candidatos blancos, sin ni siquiera plantearse nominar a gente de otra raza. La única excepción reciente es William Tong, el fiscal general, que es de origen asiático; el partido, sin embargo, nunca ha nominado a un latino o afroamericano para otros cargos.
Con estas críticas en mente, el partido se dispuso a escoger a sus favoritos en las primarias de cara a la convención y… salió más o menos regular.
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