El miércoles, ocho de octubre, la Casa Blanca organizó una mesa redonda para hablar sobre Antifa. Entre los participantes estaba el presidente de los Estados Unidos, la fiscal general, la secretaria del departamento de seguridad nacional, el director del FBI, y el fascista de cabecera del régimen Stephen Miller, junto a un nutrido y selecto grupo de periodistas independientes (léase youtubers) especializados en este grupo.
En el evento, los máximos responsables de seguridad nacional del país más poderoso de la tierra planearon cómo combatir esta tremenda amenaza contra la seguridad de la república.
No os voy a pedir que os traguéis la hora y media de video, porque creo que no me lo perdonaríais nunca. Esta es la clase de material en que uno es más idiota, objetivamente, después de haberlo visto entero. Eso no es porque los integrantes de la administración sean tontos o incoherentes (aunque lo son), sino porque “Antifa”, este terror indescriptible comeniños que juran combatir, no existe.
Si toda la conversación hubiera sido sobre el Frente de Liberación de los Gnomos del Jardín la cosa hubiera sido más útil.
¿Qué es “Antifa”?
Antifa (de “antifascists”) es el nombre que reciben un puñado de grupúsculos (más o menos) de extrema izquierda desperdigados por todo el país.
Los primeros en usar este apelativo fue Rose City Antifa, en Portland, Oregon, allá por el 2007, con colectivos similares apareciendo de manera independiente en otras ciudades. Su ideología, en sus orígenes, se resumía a “me gusta pegarme con neonazis”, pero poco más. No eran más que otro grupito medio ultra que están tanto por la ideología como por el postureo, con ratos de violencia.
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